Desesperación

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—¡No!

—Ebisu-san. Ebisu-san

Gritaban desesperados al verse manchados de sangre.

—¡Cállense o les disparo de una vez!

Guardaron silencio y se abrazaron. Trataban de controlar su llanto.

—Haber— busco el pulso y nada —Está muerta. Llévate al otro.

Fue tomado por el cabello y peleaba por soltarse —¡Suélteme! ¡Ryōki! ¡Ayuda!

—Ya cállate— dijo golpeándole la cabeza con el arma y cayó inconsciente.

—¡Soleil! ¡Soleil! ¡Répond frère! (¡Responde hermano!)— dijo tratando de soltarse. Fue bruscamente metido dentro de la cajuela de un auto negro y luego empujaron a su hermano —Soleil. Soleil.

Su hermano no respondía. Se soltó a llorar más, habían asesinado a Ebisu-san.

—¿Tomaste sus teléfonos?... Bien Vamos antes de que llegue la policía.

No entendía porque la esposa de su padre les estaba haciendo eso. Quería a sus padres —Mami. Papá.

Soltó un suspiro agotado, como pudo tomo el teléfono.

—————— Seijūrō ———————

—Dile a Kōtaro que traiga el reporte— ordenó. Sintió el celular vibrar, lo sacó y vio quien era —Bueno.

—Se-see loos llevaron, fuue...

Se levantó rápidamente y abrió los ojos como platos, lo último que escuchó fue una tos ahogada y no hubo alguna otra palabra o ruido —Maldición.

Rápido salió de la oficina —Llama al chofer y que me recoja inmediatamente. Llama a Kagami Tetsuya y que vaya con mi esposo. Llama a Satsuki que rastree el auto de Yin y que envíe una ambulancia a esa dirección.

A los pocos minutos se dirigía al hotel. En el camino por más que marcaba a Daiki no respondía, optó por mandarle un mensaje.

Llegó a Hikari y mandó a llamar a Ryō. No sabía ni como decirlo, cuando vio su rostro preocupado y pánico supo que ya lo presentía —Los niños... Los niños fueron secuestrados.

—¡No! Mis hijos no— tomó al pelirrojo del sacó —Es mentira.

—Lo siento, Ryō. No sé más detalles. Vayamos con Daiki.

————— ———————

Abrió los ojos como platos y apretó los puños —¿Qué le hiciste a mis hijos?

—Nada. Están divirtiéndose conmigo ¿Verdad?

—¡Ayuda! ¡Papá!

Los gritos le destrozaron el corazón y sintió miedo e irá.

—Cállense malditos bastardos.

El golpe de algo alteró más a Daiki —Maldita.

—Ryōki... Ryōki— llamaba Ryōdai.

—Bueno como esa...

—¿Qué quieres? ¿Dónde están?

—A ti, amor. Te quiero a ti, Daiki. Nee si les dices a los policías no dudaré en matarlos, sabré sí se los dices. Ahora... Ya sabes cómo es esto. Yo los tengo de rehenes y el héroe viene a salvar el día, pero no los salvará si informa a la policía o a alguien más. Tampoco si viene armado.

¿Realmente fue un error?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora