Comienza el juego

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—Sakurai-kun.

—¿Sí?— dijeron al unísono antes de voltear.

—etto... me refiero a Ryōdai-kun— dijo avergonzada por no saber cuál de los dos era.

—ah ya... Te alcanzo, Ryōki— indicó a su hermano menor.

—Ne soyez pas dur avec elle, soleil (No seas duro con ella, soleil)— dijo antes de alejarse a la máquina expendedora de jugos.

—.... ¿En qué puedo ayudarla?— pregunto viendo que la chica se debatía en algo. Ni sabía quién era.

—etto... Me gustas Sakurai-kun ¿Quieres ser mi novio?— confesó avergonzada.

Se rasco la nuca —¿Cómo te llamas?

—Saya Uchiha— respondió mirando al castaño. Saya era un linda niña de cabello negro y ojos verdes.

—Uchiha-san, lo siento— la chica sollozo –Apenas tengo 9 años y aún no me intereso por esos temas, por eso no puedo ser su novio ¿Podemos ser amigos?

Saya se limpió las lágrimas –Claro. Hasta luego.

—Fuiste muy amable— dijo Ryōki entregándole su jugo de naranja –Es la tercera de este semana.

—Sí, y tú vas con la quinta— dijo bebiendo su jugo –Además eso no tiene nada que ver. Apenas tenemos 9 años.

—Es que eres muy guapo— dijo Ryōki sonriendo a su hermano de forma arrogante.

—Tú también— se miraron y luego se rieron.

—Hijos, vamos— dijo Daiki desde su auto.

—Llega tarde, Aomine-san— dijeron al unísono mientras tomaban sus mochilas.

—Lo siento— dijo disculpándose –Colóquense el cinturón – una vez que lo hicieron el auto arranco.

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—Abuelita— dijeron al unísono al verla.

—Mis niños— los brazo y besó sus frentes.

—¿Por qué a mamá si le dicen abuela y a mí no me quieren decir papá?— cuestionó Daiki.

—Porque sí— dijeron al unísono.

Intervino Kimiko –Vayan a lavarse las manos. Daiki acompáñalos.

Daiki vio a sus hijos ir al baño. Ya tenían dos meses viviendo en Japón y hasta ahora Ryō le permitía verlos frecuentemente. Sus hijos aun no le tenía confianza suficiente para llamarlo papá, le dolía pero los entendía; tampoco lo dejaban acercarse a Ryō y vaya que le daban batalla, sabía que era su culpa por no aclarar con ellos lo de Mimi.

Su ex esposa hasta ahora no había hecho nada contra Ryō y sus hijos. Eso lo mantenía algo tranquilo pero no debía bajar la guardia, no podía poner en riesgos a sus amados aunque ella se mantuviera con bajo perfil tenía que estar al tanto de ella.

—Aomine-san, estorba— dijo Ryōki.

—¿Ryōki?— su hijo asintió —Al fin— le revolvió el cabello y luego se dirigió al baño sin notar las mejillas sonrojadas de su hijo porque al fin pudo diferenciarlo.

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—Especialidad del día chef— dijo un hombre.

—Enseguida— respondió y tomó los ingredientes.

Dos meses desde que habían llegado a Japón. Al principio fue doloroso por volver a ver al padre de sus hijos y amor de su vida: Aomine Daiki; pero después fue mejorando y también empeorando, al azul se le daba por darle besos en la mejilla, de vez en cuando acariciarle la mano, la mejilla o invitarlo a salir. Cada gestó de Aomine le era doloroso. Le dolía que jugara con él cuando estaba casado y por más que le decía que se detuviera, no lo hacía, no cedía.

¿Realmente fue un error?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora