Me gustaría ser feliz

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Cada día era lo mismo. Los hermanos Sakurai escuchaban llorar a su padre cada noche desde que habían llegado a París. De eso, ya habían paso 7 meses en los que no sabían si sentirse bien o culpables por ver a su padre así. Hasta ahora no habían recibido llamada alguna de Aomine o sus abuelos, y por alguna razón aquello los deprimía. Sus abuelos les habían dicho que tal vez les estaban dejando su espació, después de todo, ellos habían abandonado el país sin despedirse.

También estaba el hecho de las pesadillas, Vicent los había mandado con un psicólogo de confianza que los ayudara. Al menos las pesadillas eran pocos recurrentes.

—¿Hicimos lo correcto?— cuestionó Ryōdai escuchando a su padre llorar.

—Sí – respondió. Se separó de la puerta y regresaron a su habitación.

La verdad esperaba a que Aomine fuera por ellos si tanto los quería. Qué luchara por ellos pero aquello no había sucedido. Cada día miraba su teléfono esperando una llamada o un mensaje pero nunca llegaba nada –Realmente no nos quería— susurró triste.

—¿Dijiste algo?— preguntó Ryōdai a su hermano.

—Nada. Vamos a dormir o papá nos regañara.

———



—Daiki...— susurró entre el llanto. Aun recordaba esa última llamada y le dolía en el alma.

————————— flash back ———————

Habían pasado tres días desde que llegaron a París, hasta el momento no había recibido llamada alguna de Daiki... Eso hasta que escucho su celular. Con las manos temblando, respondió el teléfono –Bu-bueno.

—¿Por qué te los llevaste?

—Yo... Ellos no querían estar en Japón— dijo en susurros.

—Debiste consultarme— la voz era fría. Tan fría que le helo el alma.

—Lo siento— lágrimas comenzaban a surcar sus mejillas.

—Me quitaste a mis hijos ¡Te odio!

——————— Fin flash back———————

Aquella línea y esas últimas palabras habían destrozado su corazón. Cada día recordaba esas palabras. El amor de su vida y sus hijos, lo odiaban. Por lo menos con sus hijos trataba de arreglar la situación pero ya nada era lo mismo.

Solo espera que el cumpleaños de sus hijos saliera bien.

—————

—Vamos. Arriba— dijo quitándole las sábanas.

—Papi— dijo Ryōki girando para no levantarse.

—Levántense. Los quiero desayunando en media hora— dijo acercando su mano a sus hijos, pero la alejó rápidamente. Desde que regresaron rara vez se dejaban tocar por él.

—Pensé que me iba a tocar— murmuró al ver salir a su padre.

—Yo también— susurró al borde de las lágrimas.

—Vamos. Llegaremos tarde— se levantaron de la cama y fueron a bañarse.

Media hora después, desayunaban tranquilamente hasta que en la televisión se escuchó algo que los dejos destrozados:

—La modelo japonesa de desnudos, Mai-chan, al fin ha encontrado el amor. Se trata de un policía japonés llamado Aomine Daiki, se sabe...

Los Sakurai miraron la pantalla y vieron una imagen de Aomine Daiki besando a la dichosa Mai-chan.

Grandes lágrimas surcaron las mejillas de Ryō, trataba de detenerlas y limpiarlas pero estas no cedían; salió corriendo hacía su habitación.

Mientras que los gemelos veían destrozados aquella imagen. Tenían razón, para Aomine Daiki no importaban. De seguro por ella se había divorciado de Mimi y no por ellos cómo les había hecho creer.

—Niños...— susurró Nana.

—¿Nos van a dejar a la escuela? No creo que papá pueda— dijo Ryōki preocupado.

—¿No piensan decirle nada?

—Por ahora no— respondieron. Sabían que su padre necesitaba llorar y hablar con alguien, y esa persona era su abuela, no ellos.

Le acaricio el cabello al ver esa mirada –Tomen sus cosas, los iré a dejar.

———

—Así que al final lo conseguiste, Dai... Aomine-san— susurró sollozando.

Todos sabían el anhelo de Daiki por conocer a Mai-chan y pasar por su cama. Fue tonto al mantener esperanzas por unas simples palabras y besos, para Daiki no significaba nada... nuevamente no era nada para el peli azul.

———

—No llores cariño— dijo nana viéndolo llorar.

—Mamá...— susurró y la abrazó.

—Fui a dejar a los niños. Se veían preocupados.

—¿Por qué iban a estarlo? Aomine no les importa— susurró limpiándose las lágrimas.

—Se preocupan por ti. Sabes que a pesar de todo, quieren verte feliz.

—Me gustaría que eso. Me gustaría ser feliz con un hombre que me ame. Ya me canse de esperar a Aomine. Ya no quiero seguir sufriendo.

—Lo sé, cariño— le revolvió el cabello –Ahora anímate. Mañana es el cumpleaños de tus hijos y tienes que verte feliz.

—Hace 10 años que llegaron a mi vida.

¿Realmente fue un error?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora