CASTIGO

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Dracul se hizo invisible a penas entro al cuarto, avanzo hasta la cama de la mujer y la vio durmiendo plácidamente en su enorme y elegante cama. Tenía una alfombra que cubría todo el piso de la pieza, un sillón cerca de una ventana y una pequeña mesa de centro. En la pared frente a la cama había un enorme espejo con un marco de madera tallado a mano, sin duda un trabajo único y muy valioso. El cuarto era de color blanco, igual que las cortinas y las frazadas de la cama. El lugar aparentaba pureza, pero era solo una fachada. El corazón y el alma de la mujer estaban tan podridos como los tres pisos superiores.

El demonio arrastró una de sus horribles y puntiagudas uñas por la cómoda, haciendo que la mujer se despertara sobresaltada. Se enderezó enseguida y miro inmediatamente en dirección al horrible ruido pero no vio absolutamente nada. Sin embargo al ir hacia la cómoda, vio claramente la marca hecha por Dracul. Tocó la marca en la madera con sus manos y se santiguo enseguida, fue hacia el velador y tomo su rosario, lo envolvió en su mano y empezó a rezar.

Él la miraba sin dar crédito a lo que la mujer hacía. Por alguna extraña e inexplicable razón, ella creía que si rezaba, o le pedía algo a Dios, él la iba a proteger o a ayudar. A ella, que torturaba, golpeaba, maltrataba y abusaba en todos los sentidos de los pobres niños que había en aquel lugar.

Dracul se rió a carcajadas y la mujer oyó su horrible risa. Miró en todas direcciones pero seguía sin ver nada. Fue hacia la puerta del cuarto, pero no pudo abrirla. Por más que giraba el pomo de la puerta, esta no se abría. Siguió insistiendo hasta que Dracul perdió la calma. El pomo de la puerta se calentó de repente y quemo la mano de la mujer, el olor a piel quemada lleno el lugar. Ella lloraba y miraba su mano sin saber qué hacer. El dolor era insoportable, pero era solo el inicio del castigo que se venía para ella y los otros.

Dracul chillo horriblemente, y ella dio un horrible grito. Nadie lo oyó, pues Dracul no quería poner a ninguno de los que estaba en ese lujar sobre aviso. Se divertiría con todos ellos antes de sacarlos de allí y castigarlos por todo lo que habían hecho, a las pobres e indefensas almas que llegaban allí.

La mujer corrió hasta la ventana e intento abrirla pero solo consiguió que el vidrió se rompiera y le provocara varios cortes en sus manos. La sangre empezó a gotear por todos lados, su elegante alfombra ya no se veía tan elegante, y ya había perdido su valor.

Dracul reía ante los pensamientos de la mujer, pues ella aún no estaba convencida del todo de que estuviera despierta, pues si así fuera, ella no debería estar sufriendo como lo estaba haciendo, ni debería ser acosada por satanás, pues ella era muy religiosa, iba sagradamente a misa todos los domingos y cantaba con más pasión que cualquiera de los que había allí, también hacia generosos donativos a la iglesia y se confesaba una vez a la semana. Ella se consideraba a sí misma una mujer piadosa y de buen corazón, pues había convertido la gran mansión heredada de sus padre en un orfanato, y desde entonces había dado acogida a cuanto niño no tenía hogar, no importaba si eran los no queridos por sus padres o aquellos nacidos fuera del matrimonio. Todos tenían cabida en aquel orfanato.

Ella los había recibido a todos, y les había enseñado desde el momento en que llegaban, que no tenían lugar en el mundo pues el mundo no los quería, habían sido rechazados, y ella había sido la única alma generosa que les había dado cobijo. Raquel no consideraba que cobrarse con su carne fuera pedir mucho. O que enviarlos a pedir limosnas estuviera mal, después de todo, había que pagar muchas cosas en el orfanato, ellos debían servir de algo.

Raquel se decía a sí misma que era tan religiosa y bondadosa, que Dios no permitiría que algún mal tocara su puerta.

Por desgracia para ella, el mal no había tocado a su puerta, simplemente había entrado en sus dominios del terror y la estaba acosando para divertirse con ella antes de darle una terrible muerte. En el paquete también estaban incluidos, las tres cocineras, que mucho trabajo no debían tener pues los niños se morían de hambre en aquel lugar, el celador era otro bueno para nada, no abusaba de los niños pero sin duda sacaba provecho de todo lo que allí ocurría, se había hecho de una gran fortuna chantajeando a La directora del orfanato. El jardinero era otro que no servía para nada, al menos nada bueno, pues los pocos árboles que había estaban tan muertos como el centenar de niños sepultados en el cementerio que había en la parte de atrás de la propiedad. El desaliñado hombre era mejor cavando tumbas que plantando árboles.

DRACUL ( IV libro, Serie La Niña Y Los Monstruos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora