Una vía de escape

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Lucy despertó cuando notó que alguien se movía a su lado. Pensó que sería Natsu que se había vuelto a colar en su casa. Pero cuando se giró para echarle la bronca al Dragon Slayer se encontró de frente con Laxus Dreyer, que miraba fijamente a la puerta. La maga se sorprendió mucho y se alejó asustada del rubio, pero la cama no era lo suficientemente grande y cayó al suelo. Con ello los cascos se cayeron de sus oído y escucho la risa de alguien.

Por primera vez la maga celestial miró en la misma dirección que Laxus y vio a Mira limpiándose las lagrimas de la cara con una gran sonrisa.

—Venía a pedirles disculpas porque esta mañana me acordé que ustedes estaban abajo cuando cerré, pero al parecer no hace falta.

—Vete a la mierda Strauss, llevas una semana encerrándome—dijo el Dragon Slayer levantándose y estirándose—. ¿Cuándo vas a perdonarme por la broma?

—Cuando te disculpes apropiadamente—dijo limpiándose los restos de su ataque de risa—. Por cierto el maestro te busca.

—Voy—dijo saliendo de la habitación sin mirar a la rubia en ningún momento.

—Lo siento Lucy-chan, pero es que anoche no salías y si te avisaba a ti Laxus se habría librado y aun le quedan unas noches de pagar la broma que me hizo.

—No pasa nada Mira-nee, no ha sido tan horrible.

—Ya, ya veo que no—dijo con una sonrisa picara—.¿Qué habrá pasado aquí está noche?

—Nada—dijo sonrojándose la rubia—. Bueno nada de lo que tú piensas.

Mientras las dos bajaban del piso superior Lucy le contó a Mira lo que había pasado la noche anterior con Laxus. La maga pensó que eso haría que la albina se tranquilizará, pero al contrario, se ilusionó aun más.

—Lu-chan, yo creo que haríais una pareja perfecta.

—Mira-nee qué locuras dices, cómo voy a salir yo con Laxus.

—¿Por qué no?

—Pues porque—la rubia se quedó un segundo en silencio.

No había ninguna razón de peso. Pensó en el miedo que le tenía, pero había quedado claro, que eso era una estupidez suya. Luego pensó en la atracción, había que estar ciega para que Laxus no te arráyese en la cuestión física. La cuestión de los sentimientos no le importaba mucho, la última vez que se había enamorado le habían destrozado el corazón y se prometió no volver a sentir nada tan fuerte por nadie.

—¿ Y bien?

—Pues porque soy demasiado débil, él siempre ha mostrado que quiere a gente fuerte a su lado—soltó de golpe la rubia.

—Sabes que eso ya no es así—dijo un poco apenada la mayor de las Strauss—. Él ha cambiado, eso ya no le importa.

En realidad ella lo sabía, pero era lo único que se le había ocurrido para evitar a la albina.

—Lo sé Mira, pero simplemente no estamos hechos para salir, no le busques tres pies al gato.

—Si tú lo dices, pero yo aquí veo mucha historia.

En ese instante las puertas del Gremio se abrieron y Natsu y Lissana entraron. Venían agarrados de las manos.

La rubia no necesito más pistas. Se levantó antes de que ninguno la viera y subió al piso de arriba. Salió al balcón superior y allí la ciudad de Magnolia fue la única que vio caer las últimas lagrimas de la maga celestial por el hijo de Igneel.

Dos rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora