Problemas

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Cuando abrió la puerta del Gremio Natsu perdió cualquier atisbo de esperanza de que su amiga hubiera vuelto. Solo había pasado una semana. Sin embargo, durante todo el camino de vuelta se le ocurrieron mil y un motivos para que la maga hubiese decidido abandonar la misión. Pero al final las imaginaciones no son más que eso.

—Natsu—le dijo la albina detrás de la barra—que pronto has vuelto, pensé que tardarías más.

—Yo también, pero la misión ha sido muy fácil—dijo sentándose.

Mira le sirvió una copa llameante que el pelirosa aceptó con desgana. Desde que se había peleado con la rubia se sentía sin ganas de nada. Había completado la misión de forma metódica sin ningún tipo de pasión. Ni siquiera le apetecía estar en el Gremio, pero tampoco le apetecía irse a casa. Solo quería que las cosas se arreglaran.

—¿Qué te pasa Natsu? —le preguntó Mira.

—Es que me pelee con Lucy-chan antes de que se fuera.

Aquello sorprendió a la albina. Desde que Lucy había llegado al Gremio Natsu había cuidado de ella, habían peleado, pero nunca enserio. Sin embargo, está vez el Dragon Slayer parecía muy abatido.

—Seguro que se arregla Natsu.

—No sé Mira, esta vez me pase mucho.

—Bueno, seguro que después de estar tanto tiempo con Laxus se le habrá olvidado vuestra pelea.

Mira intentaba hacer una broma, pero en realidad no pensaba que esos dos se fuera a hartar el uno del otro. En realidad, lo deseaba. Sabía que la maga lo estaba pasando mal por haberse distanciado tanto de Natsu. Además, tenía miedo. Tiempo atrás la rubia le había contado la proposición que le había hecho Sting. En su momento no le dio importancia, pero desde hacía un tiempo sabía que la rubia se lo estaba planteando seriamente. Y ahora Natsu le decía que habían peleado. Aquello no era bueno.

—No creo, ella parecía feliz de irse con Laxus.

—Natsu...

—¡Mira!

Ambos se giraron para ver a Makarov salir hecho una furia del despacho. El viejo se había jubilado años atrás, pero aun así seguía ayudando con cosas del Gremio.

—¿Qué pasa Maestro?—nadie había dejado de llamarle así.

—¿Quién ha dejado que la Tribu vaya a esta misión? —dijo mientras zarandeaba un papel.

—El Maestro se la encargo.

—Voy a matar a ese idiota.

—¿Cuál es el problema?

—Que esta misión tenía como requisito especial no mandar mujeres.

—¿Por qué?

—Porque la niña a la que hay que proteger las odia, y suele atacarlas.

Natsu se levantó de la silla tirándola al suelo.

—¿Dónde están?

—Natsu, sabes que no puedes interferir en las misiones de los demás.

—Me da igual Mira, Lucy está en peligro.

Sin esperar a que alguien respondiese cogió el papel que el Maestro llevaba. Salió corriendo del Gremio ante la mirada desconcertada de Makarov.

—¿Lucy-chan?

—Laxus se la llevó—explicó la albina.

—Esto va a dar problemas.

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Mientras tanto en otro punto dos magos vuelven con sus compañeros. No han dicho ni una palabra desde que salieron del lago. Ambos han caminado pensando en sus propias cosas. Laxus se siente idiota por haber hecho aquella niñada. Se había dejado llevar por un impulso y ahora notaba que la maga estaba incomoda con él.

Cuando llegaron con el resto de la Tribu Lucy se fue a hablar con Bick. De todos era el más alegre, y necesitaba distraerse en ese momento. No entendía qué había pasado con Laxus en el rio. Estaban divirtiéndose y de repente él la estaba besando. Había sido muy extraño, pero por primera vez desde que habían salido del Gremio el dolor de su pecho por Natsu se había ido. Pero ahora no sabía cómo comportarse con el Dragon Slayer. Por eso decidió alejarse un poco de él.

—Hombre rubia, pensé que te habías perdido buscando a Laxus-san.

—No, es solo que entrenamos un poco y por eso tardamos—no le apetecía hablar de lo que había pasado en el lago.

—¿Ya entrenas con Laxus-san? Eso es que eres buena.

—Bick, ¿por qué le adoráis tanto?

La rubia no lo entendía. Ahora Laxus era amable con todos, pero la Tribu le idolatraba de siempre, incluso cuando era un ser horrible. No comprendía cómo podían haberle seguido tan ciegamente cuando era así.

—Fue él el que nos llevó a Fairy, él nos dio una familia, un hogar, se lo debemos todo.

Aquello sorprendió a la maga. Nunca había pensado que Laxus hubiera traído a la Tribu. Seguramente fue por el poder que tenían, pero aun así le pareció un gesto muy bonito. De forma inconsciente se giró a mirar a Laxus. Él estaba hablando con Freed, que le enseñaba unos planos.

Le seguía pareciendo tan raro mirarlo y no tenerle miedo. Solo había pasado una semana con él, pero no podía dejar de sentirse idiota por haberlo temido tanto tiempo. Quizás si no se hubiera mantenido tan lejos de él y de la tribu no lo habría pasado tan mal cuando Natsu comenzó a acercarse a Lissana.

–Bick – dijo mientras seguía mirando a Laxus– ¿Crees que después de esta misión Laxus me dejará venir más a menudo con vosotros?

El mago al principio se quedó en silencio. Desde que la tribu se había formado nunca nadie había ido con ellos. Eran un grupo muy poco flexible. También en parte porque poca gente quería hacer misiones con Laxus por miedo. Aun así, no tenía dudas de la repuesta.

–Claro que sí Lu-chan.

La maga simplemente sonrió. Quizás ya no fuera necesario irse del Gremio. A lo mejor se podía quedar con la Tribu.

–Laxus-kun– dijo una voz chillona– ¿por qué no seguimos con el viaje?

Lucy se giró para mirar a la niña que tenían que llevar al templo. Parecía realmente molesta. Eso era raro, ya que era a ella a la que normalmente había que decirle para moverse.

–Porque el siguiente punto en el que podríamos descansar está demasiado lejos y no lo alcanzaríamos antes de que anochezca.

–¿Y qué?

–Pues que es muy peligroso ir por esta zona de noche.

–¿No sois magos? ¿Mi padre no os contrató para que no hubiera peligro?

–Sí, por eso no seguimos hoy.

–Pero yo quiero seguir.

–Pero es...

–¡Me da igual! ¡He dicho que quiero seguir!

La cara de Laxus cambió en un solo segundo. Estaba realmente enfadado. Aquella niña era desesperante. Llevaban una semana tirando de ella y ahora le entraban las prisas. Antes de que hiciera una locura sintió la mano de Lucy en el brazo.

–Está bien– no tenía muy claro si se lo decía a él o a la niña­­–. Continuaremos de noche.

–Bien– dijo la niña notablemente más molesta– Pues en marcha.

Dos rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora