Calma

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Lamento haber abandonado tanto la historia, pero entre los exámenes y las vacaciones me ha sido casi imposible escribir. Sin embargo a partir de ahora tengo la intención de escribir un capitulo a la semana por lo menos. Espero que disfrutéis de esta nueva parte.

Desde que había vuelto del exilio Laxus había cambiado mucho. Ya no era tan intimidante. Ya no odiaba a sus compañeros, si es que alguna vez lo hizo. Sin embargo había algo que, por mucho que lo había intentado, no había logrado de ninguna manera. Era incapaz de ser paciente. No podía quedarse quieto mirando a la nada. Y mucho menos si era por las exigencias de una niña malcriada.

Solo llevaban 1 hora de misión, pero ya se había dado cuenta de quién se la había dado verdaderamente. Esto era cosa de su abuelo. El viejo podía haber perdido la movilidad, pero el sentido del humor lo tenía intacto. Aunque ya no dirigía oficialmente el Gremio, de vez en cuando ayudaba. El rubio no tenía ninguna duda de que su viejo le había recomendado para esta tortuosa misión.

El encargo en si ya era exasperante, pero si a eso le añadían que la chica a la que tenían que llevar era una pequeña tirana se volvía algo insoportable para el Dragon Slayer.

Desde que habían salido de la mansión de su padre aquel ser infernal había exigido parar 5 veces, diciendo que estaba muy cansada. Además todas las veces había intentado coquetear con él. ¿Es que acaso tenía pinta de ser un niño de su edad?

Mientras Laxus perdía los estribos Lucy se encontraba meditando. A diferencia del rubio ella aprovechaba cada parada para entrenar. Freed le había dicho que lo primero que tenía que ser capaz de hacer era llamar a toda su magia y concentrarla en un solo punto. En teoría sonaba fácil, pero no lo era en absoluto. La magia parecía correr libre por ella, y concentrarla en un solo sitio se le hacía imposible. Era como intentar cazar a un ratón.

—¿Podemos continuar o la señorita sigue agotada?—preguntó el rubio mientras apretaba los dientes para no gritar.

—¡Pero si nos acabamos de parar!—respondió la niña mirando al Dragon Slayer con ojos de corderito—. ¡Cinco minutitos más por favor!

—A este paso no llegaremos en menos de un año.

—Relájate Lax—dijo Bickslow— o vas a freír a la pobre niña—en ese instante el Dragon Slayer se dio cuenta de que pequeñas chispas estaban brotando de su cuerpo y suspiró fuertemente para relajarse—.¿Por qué no entrenas un poco con Lucy y así descargas toda esa energía?

La mencionada abrió por primera vez los ojos y contempló la escena. Aquello le recordaba a los momentos en que Natsu se molestaba y empezaba a quemar cosas descontroladamente.

Se levantó con tranquilidad y se acercó al Dragon Slayer. Aunque seguía despidiendo chispas de su cuerpo posó su mano en su mejilla. Sintió una descarga que le hizo hacer una mueca de dolor, pero se concentró en su objetivo.

Poco a poco Laxus fue calmándose antes los ojos sorprendidos de sus compañeros. Ninguno entendía qué pasaba.

—¿Mejor?

—¿Qué acabas de hacer?—preguntó sorprendido el rubio.

—Te lo he dicho—dijo mientras dejaba caer su mano— he pasado mucho tiempo con Dragon Slayer y he aprendido ciertos trucos.

—Sorprendente—añadió Freed— pensé qué tardarías más en concentrar tu magia.

—¿Qué?—preguntó la rubia.

—Acabas de concentrar tu magia y la has expulsado por un punto exacto de tu cuerpo para transmitírsela a Laxus—dijo mostrando un sonrisa— eso es algo muy avanzado en realidad—posó su mirado en el rubio—. Al parecer no es tan débil como pensamos, solo tiene que pulirse un poco.

Aquello sorprendió al Dragon Slayer. Si Freed decía eso, era porque de verdad lo pensaba. Solo era adulador con él, con los demás era muy directo, poco le importaba ofender.

—Sorprendente—dijo el rubio mirando a la Maga Celestial.

Ella le devolvió una mirada extremadamente dulce. A lo largo de su vida pocas personas habían mirado así a Laxus, con alegría y agradecimiento sincero. Aquello hizo que un sonrisa sincera surgiera de su interior.

En ese instante se dio cuenta que si podía ver esa mirada más a menudo aguantaría a aquel infierno de misión.

—Oye, ¿podemos seguir ya?—dijo la niña con una expresión muy enfadada— A este paso nunca llegaremos.

Laxus volvió a sentir ganas de estrangular a esa niña. Y debió reflejar en su cara porque la rubia se empezó a reir y volvió a posar su calida mano en su mejilla.

La sensación de la magia celestial corriendo por su cuerpo era de lo más agradable. Le recordaba a cuando era un niño pequeño y su madre le acunaba en sus brazos cada vez que se caía. Hacía mucho que no recordaba a su madre con tanta alegría y dulzura. Normalmente su recuerdo venía cargado de tristeza y derrota. Era sorprendente lo que aquella pequeña maga podía hacer.

—Si podemos continuar—dijo el Dragon Slayer mientras volvía de su pequeña ensoñación—cogió sus cosas del suelo y cuando empezaron a andar se acercó al oído de la rubia—.Muchas gracias por esa ayudita.

—De nada—respondió sorprendida la maga.

Desde el día de la tormenta Laxus no hacía otra cosa que impresionarla a cada momento. La imagen que había construido de él se estaba desmontando por momentos. Y la verdad es que le gustaba lo que estaba descubriendo.

Sin embargo allí había una persona a la que los descubrimientos de Lucy no le estaban haciendo ninguna gracia. Ella había conseguido en su vida todo lo que deseaba, y ese rubio no se le iba a escapar por una pechugona descerebrada que sabía hacer unos cuantos trucos. Esa chica iba a desear haberse quedado en su Gremio lejos de su rubio. Lo juraba.

Dos rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora