Disculpas

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Durante toda la noche Lucy caminó sola pensando en cómo pedirle perdón a Bick. Nadie en la Tribu molestó a ninguno de los dos, sin embargo, a nadie le gustaba esa situación.

Cuando por fin amaneció llegaron a un claro en el que podían descansar. Decidieron que dormirían hasta el mediodía, ya que tampoco podía perder todo el día o tendrían que volver a viajar de noche.

Mientras todos se preparaban para dormir las pocas horas que quedaban hasta que se volvieran a poner en marcha Laxus se acercó a la rubia.

–Hola.

–Hola Laxus– respondió la maga con una sonrisa cansada, pero sincera.

El miedo había desaparecido de sus ojos, cosa que alegró al nieto. Lo último que necesitaba en aquella horrible misión era que la maga le tuviera miedo.

–Sé que no es cosa mía, pero ¿qué pasó anoche entre Bick y tú?

–Le dije una tontería muy grande y se ofendió con toda la razón del mundo.

El mago la miró detenidamente. Solo había una cosa que la maga hubiera podido decir que ofendiese tanto a Bick como para hacerle gritar de ese modo.

–Le dijiste que me tenías miedo.

No era una pregunta. Ninguna otra cosa podía ofender tanto a un miembro de la Tribu. Aquellos tres idiotas le adoraban y no soportaban que alguien hablase mal de él.

–Sí–contestó con un susurro la maga–. Fue una estupidez.

–No pasa nada, es normal.

Aunque la Tribu no lo aceptase él entendía que la gente le tuviera miedo de vez en cuando. Lo que hizo marcó un antes y un después en la historia del Gremio. Además, recordó que más de una vez se negó a ayudar a la joven maga cuando tuvo problemas.

–Fue una estupidez, tú ya no eres el que eras, ahora eres una buena persona.

–Eso no quita lo que hice, y es normal que en ocasiones te acuerdes de esos momentos.

Lucy no podía creer lo que oía. Cualquier persona normal estaría enfadada por aquello. Pero él intentaba hacer que se sintiera mejor.

–Mira–dijo el mago acercándose a ella­– cuando me vuelvas a tener miedo haz lo que hiciste ayer–agarró su mano– así me calmaré y pareceré un corderito.

Aquella situación le parecía surrealista. Unas horas antes ella le tenía miedo y ahora él se lo estaba tomando medio en broma. Aquel hombre era muy extraño.

–De todas formas hablaré con Bick para que se relaje un poco.

Laxus hizo el amago de alejarse de ella, pero le agarró de la manga del abrigo para detenerlo.

–Preferiría hablar yo con él.

–Adelante, Bick es un poco cabezón al principio, pero al final siempre entra en razón.

Laxus se fue a su tienda y desapareció. La maga se levantó por instinto y fue hasta donde estaba Bick. Él ni siquiera se dignó a mirarla.

–Fui idiota al decir eso. Tú tenías razón él ya no es así.

Por unos largos segundos ninguno de los dos se movió. Al final Bick la miró y empezó a sonreír de oreja a oreja. El mago podía tener mucho carácter, pero al final era un bonachón, y no era capaz de estar enfadado mucho tiempo si la gente se disculpaba.

–¿Te ayudo con tu tienda rubia?

Lucy no estaba acostumbrada a dormir en la montaña, y cuando lo hacía solía dormir en la tienda de Erza porque era enorme.

–La verdad no me vendría mal.

Bick se levantó y recogió las cosas de la maga. Acercó todo a su propia zona. Era la forma de demostrale que todo estaba bien entre ellos.

Con la ayuda del mago en pocos minutos tenía todo preparado. Trabajaron en silencio, y se la maga celestial se encontró muy comoda con él.

–Oye Bick, no te molestes, pero quiero hacerte una pregunta.

–Dispara.

–¿Cómo es que nunca perdisteis la fe en Laxus?

–Muy fácil, le conocemos mejor que nadie en el gremio, siempre hemos sabido que no es mala persona, es solo que tiene carácter– el mago se acercó a ella y le susurró­­ –. Además él no siempre ha tenido una vida fácil, lo de su madre le marcó mucho.

–¿Lo de su madre? ¿Su muerte?

–Su muerte, o su asesinato– ante la sorpresa de la rubia Bick aclaró lo que había dicho­–. Su madre murió de forma muy extraña, y tanto Laxus como el viejo piensan que fue Ivan quien la mató.

Aquello a Lucy le parecía terrible. Si lo que Bick le estaba diciendo era verdad Laxus debió de pasar un verdadero tormento cuando era pequeño.

–Sin embargo nunca lo han podido probar y prefieren no hablar del tema.

Era normal que no quisiera hablar de ello. Pensar que tu padre mató a tu madre es terrible. Con esas cosas no le sorprendía que Laxus se volviera tan frío con todo el mundo.

–No creo que le importe mucho que tú lo sepas, pero no le saques el tema, no le sienta muy bien.

–Tranquilo no diré nada.

–Bien, ahora será mejor que te vayas a dormir, dentro de poco nos podremos otra vez en marcha.

Con aquello el mago se fue a su tienda. La maga se quedó sola con sus pensamientos. Sentía muchas cosas en ese momento. Pena. Tristeza. Y una gran admiración por el Dragon Slayer. Con todo lo que había pasado él se había superpuesto y se había convertido en una persona muy importante para otras personas.

Sin duda quería conocerlo mejor, y quería llegar a tener la misma fe en él que el resto de la Tribu.

Lucy se metió en la tienda la última. O eso pensaba ella. Alguien había estado oyendo la conversación entre los dos magos. No sabía aún como, pero iba a usar esa información para lograr lo que quería, librarse de la rubia.

Dos rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora