Lago

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Llevaban ya una semana en esa misión y Laxus estaba a punto de hacer una burrada. O bien mataba a aquella niña, o bien se tiraba por el precipicio.

—Laxus-kunnn—dijo la niña, cuando hacía eso le recordaba al gato de Natsu, y deseaba poder salir volando como él—¿cuánto queda?

—Tú deberías saberlo, es el templo de tu familia.

—Solo he ido una vez y era muy pequeña—dijo mientras se colgaba del brazo del rubio.

—Pues como ahora—dijo apartándola— así que deberías acordarte.

—No seas malo conmigo Laxus-kunnn.

Había que reconocer que aquella niña era insistente, tenía el don de la perseverancia. Normalmente eso le gustaba en una mujer, que luchase por lo que quería, él en este caso. Pero aun con eso la niña era demasiado pequeño, se sentía como su padre. Y eso no le gustaba.

—Anica, ¿por qué no te vas a jugar con Bick?

—Bick me parece un rarito, y además está con la rubia.

El asco con el que dijo la última palabra no pasó desapercibido por el Dragon Slayer. Desde el primer día Anica había dejado claro que no tenía mucho aprecio a la Maga Celestial. Por eso normalmente Laxus intentaba estar con la rubia. Bueno también ayudaba que le había empezado a caer realmente bien. Y el carácter explosivo que tenía le encantaba. Estaba deseoso de que mejorase un poco más y ser capaz de pelear contra ella. Solo pensarlo echaba chispas.

—Laxus—dijo Evergreen mientras se posaba delante suyo— he estado mirando y sería recomendable que acampáramos aquí, el siguiente punto seguro está demasiado lejos, y al ritmo que vamos tardaremos casi un día en llegar.

—Está bien—dijo el Dragon Slayer agotado— nos paramos,otra vez.

Había pensado que la misión les llevaría 1 mes como mucho, y había tenido casi todos los posibles factores en cuenta. Bueno, todos menos el de una niña gritona y mimada. Teniendo eso en cuenta el mes se convertía en 3, y eso no le gustaba.

Todos comenzaron a acampar y Laxus consiguió librarse de la mocosa por fin. Aprovechando esa mínima libertad se desvió un poco del camino. Pronto encontró un pequeño claro con un lago. Pensó que allí sería el lugar perfecto para entrenar un poco.

Estuvo tranquilo por casi un hora. Pero empezó a oír ruidos, y supuso que aquel pequeño demonio le había encontrado. Pero de entre los arboles surgió una rubia, no una niña insufrible.

—Bick me dijo que te habrías ido por ahí a entrenar—dijo mientras se acercaba a él.—Pensé que tardaría más en encontrarte la verdad.

—No me intentaba esconder, solo alejarme un poco.

—Yaa clarooo—dijo sentándose en una pequeña piedra cercana— seguro que no estaba huyendo de una dulce niña.

—Esa de dulce no tiene nada.

—A mi me parece adorable—tiró una piedra al lago, aunque parecía un tanto melancólica— seguramente seas su primer amor, no entiende que es el rechazo o el no ser correspondida— en ese momento miró al rubio con los ojos tristes y apagados.—No seas muy duro con ella Laxus.

¿Por qué la rubia tenía esa mirada en los ojos? En ese instante una idea vino a la mente del Dragon Slayer. ¿El cabeza llama no habría sido el primer amor de la maga? No podía ser. Lucy no era tan joven como Anica, seguro que se había enamorado antes. O no.

—Lo intentaré Lucy, pero tampoco le voy a dar ninguna esperanza.

La joven sonrió, pero no parecía muy feliz. Giró su rostro y se quedó mirando el lago.

—¿Estás bien?—el rubio no había podido contener la pregunta, prefería a la alegre rubia que a está melancólica.

—Cuando veo el agua me acuerdo de Aquarius.

El Dragon había oído algunas veces que Lucy se había ido de misión a buscar aquella llave. Por algún motivo pensó que ya la habría encontrado. Pero al parecer no era así.

—¿Sabes? La he buscado por todas partes, pero ni rastro—dijo mientras soltaba un largo suspiro.— Quizás ya no pueda volver a encontrarla nunca más.

—No digas eso, seguro que la encuentras.

—Quién sabe—la rubia se levantó de la roca y se acerco al Dragon Slayer.— Será mejor que vuelva para ayudar a los chicos.

Antes de que se fuera el rubio le agarró de la mano. Fue un acto repentino, pero sintió que no podía dejar que se fuera así.

—¿Por qué no te quedas aquí y...—no sabía qué decir— entrenas un poco conmigo?

—¿Contigo? No quiero morir tan joven Laxus.

—Me portaré bien—dijo sonriendo.— Además si entrenas conmigo avanzaras más rápido.

Eso debió convencerla, porque soltó su látigo. Aquello le hizo gracia al Dragon Slayer, le parecía adorable aquella imagen. Le habría encantado pelear con ella enserio, pero eso no era posible así que se limitó bastante.

Sorprendentemente la rubia aunque no tenía tanta fuerza como él era muy rápida y muy ágil. Era capaz de esquivar casi todos sus golpes, pero no todos. Con el último salió despedida al lago y se hundió como una piedra.

Laxus se quedó esperando a que la maga saliera, pero se lo tomó con calma. Para cuando salió el rubio ya se había sentado aburrido de esperar.

—El agua está buenísima—el joven maestro se acerco a la orilla para tenderle la mano a la maga—debería probarla—dijo lanzando su látigo y tirando de él hacía el agua.

El joven estaba desprevenido y cayó de lleno al lago. El agua en realidad no estaba tan buena como había dicho la maga. En realidad estaba helada. El Dragon Slayer sacó la cabeza tan rápido como la había metido, maldiciendo a Lucy.

—¡Te voy a matar!—dijo en cuanto pudo respirar.

—Eso te pasa por lanzarme a mí en primer lugar—dijo la rubia mientras se secaba las lágrimas que se le habían escapado de tanto reírse.— Venga salgamos de aquí.

—Si hombre, está te la devuelvo—dijo avanzando hasta ella.

Lucy huyó de él, cosa que no era muy difícil, la gran capa que llevaba le pesaba mucho en el agua y hacía complicado que avanzara rápido. Durante un rato solo le oyó en la explanada las risa de la rubia huyendo del Dragon Slayer que la seguía amenazando, pero él también había empezado a reírse.

Hasta que al final pasó lo inevitable. Laxus la atrapó. La abrazó contra él para evitar que se escapase.

—Está bien, está bien, no te enfades mucho conmigo—dijo la rubia aun riéndose.

El joven Dreyer iba a amenazarla un poco cuando la miró fijamente. Nunca supo muy bien de dónde vino el impulso, pero fue irrefrenable.

Cuando era más pequeño su abuelo le contó que la primera vez que vio a su abuela se quedó perdidamente enamorado de ella, y no la dejó en paz hasta que consiguió una cita. Entonces le parecía una historia muy bonita, pero siempre pensó que su abuelo la había exagerado. Nadie se quedaba embobado por una persona así de golpe y porrazo. Pero tuvo que borrar esa idea de su cabeza mientras cogía la cabeza de la rubia y la besaba. Su cerebro se había quedado embobado y su cuerpo había hecho lo que le había apetecido.

Y mientras que él estaba en su mundo de luz y de color alguien les observaba. Y no estaba nada feliz.


Dos rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora