Capítulo 5: Algo saldrá mal... Yo lo sé...

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Capítulo 5: Algo saldrá mal… Yo lo sé…

Un día, el dolor era demasiado. No debí tener buen aspecto, pues cuando Felipe fue a mi casa, dijo que iríamos al médico, porque yo no estaba nada bien. Esta vez, acepte sin dudarlo ni un solo momento. Así de mal estaba.

Cuando llegamos a la consulta, el miedo se apoderó de mí.  ¿Qué pasaría si algo andaba mal?

-Algo saldrá mal –No dejaba de repetírmelo en la mente –Algo anda mal conmigo

Cuando entramos, la médica –era mujer –nos invitó a tomar asiento. Su delantal blanco, tenía escrito con letras azules las palabras “Dra. Hernández”. Ella era de mediana estatura, bastante delgada y de tez pálida. Sus ojos eran color café claro, llevaba un maquillaje bastante disimulado. Tenía los labios gruesos y los llevaba en un tono rosa pálido con brillo. Ella era bastante guapa.

Cuando ya estábamos sentados, la doctora Hernández nos preguntó cuál era el problema:

-Mi amigo –Dijo Felipe señalándome –lleva varios días con dolor de cabeza y un poco de fiebre de vez en cuando. Él se negaba a venir, pero al parecer el dolor empeoró, porque cuando le dije que vendríamos hoy, aceptó de buena gana

Yo estaba con los codos apoyados en el escritorio que nos separaba de la doctora, y la cabeza apoyada en las manos. El dolor era realmente insoportable

-¿Cómo te sientes, Ignacio?

La pregunta me tomó de sorpresa, me tardé un momento en responder

-Me duele mucho la cabeza –Dije al fin

-¿Desde cuándo te duele?

-Desde hace casi una semana -Vaya, ya casi había pasado una semana, no lo podía creer...

-¿Puedes recostarte en la camilla un momento?

Asentí con un movimiento de cabeza. Me recosté, y la doctora Hernández me comenzó a revisar. Luego de un chequeo, ella me dijo que podía bajarme. Y así lo hice. Luego, ella me mandó a hacerme unos exámenes:

-Con estos exámenes esperamos saber qué es lo que tienes. Ve mañana al hospital para realizártelos.

-Lo haré –Dije. Pues no tenía opción, esto ya había pasado los límites.

Felipe y yo antes de volver a casa, dimos una vuelta por el centro de Bracon. Cuando llegamos a mi casa, Felipe entró, y tomamos unos jugos de manzana.

-¿Se lo dirás? –Preguntó de repente Felipe

-No, no puedo

-¿Por qué? Ella merece saberlo, no puedes ocultárselo. Con la salud no se juega

-No es por jugar. Es solo que si le digo, ella querrá venir acá, en lugar de trabajar. No puedo permitirle hacer eso. –Jamás permitiría que algo le pase, menos por mi culpa

-Pero no puedes ocultarle algo como esto

-Será solo un tiempo. Te prometo que se lo diré, solo que no ahora.

Aquella noche, me quedé pensando en qué haría, no podía decirle, pero tampoco podía ocultárselo.

Al día siguiente, no quise que Felipe me acompañe a hacerme los exámenes, fui solo. Me sacaron sangre y una radiografía de mi cabeza.

-Los resultados estarán en catorce días –Dijo la enfermera, con un tono no muy lindo, cuando terminamos. Ella no era la persona más simpática del mundo

Al salir del hospital, no quise irme de inmediato al trabajo. Aproveché el tiempo para pensar. Tenía una mal presentimiento. Algo iba a salir mal.

Luego del trabajo, me fui a casa. La doctora Hernández me había dado unos medicamentos para pasar un poco el dolor. Me los tomé y luego me puse a dormir.

Desperté para ir a cenar. Mientras preparaba la cena, Felipe me llamó para saber cómo me había ido con los exámenes

-Bien, supongo. –Respondía a su pregunta –Pero tengo miedo.

-No tengas miedo, nada puede salir mal –Intentó consolarme

-De eso no tengo seguridad…

Todo estaba oscuro. Estaba solo, o eso creí. A lo lejos pude ver a Vannia. Ella estaba llorando desesperadamente. A su lado, estaba Felipe. Estaba sentado, lamentándose. No entendía que pasaba. Me acerqué a ellos, y lo vi. Era yo. Era mi cuerpo. Era mi cadáver…

Una Triste historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora