Capítulo 9. "Courtney E. Grant"

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Matthew

El clima de la ciudad sigue igual de cálido como recordaba, por lo que al ir al trabajo necesito bajar la ventana del carro para poder respirar con normalidad. Me detengo en el mismo semáforo de siempre y al hacerlo, no puedo evitar volver a pensar en Courtney y el accidente. El último recuerdo que tenía de ella estaba lleno de vida, pero al mirarla en la conferencia, mirarle los moretones y su inexistente sonrisa, comprendí que el accidente le había arrebatado todo, incluso a su amigo Lucas.

El semáforo se pone en verde y me obligo a agitar un poco la cabeza para quitar esos pensamientos de mi cabeza y sigo manejando rumbo al trabajo. Una vez que llego y salgo del estacionamiento hacia la recepción, veo que en una pequeña mesa junto a la sala de espera se encuentra un boche de periódicos acomodados en una pila algo alta. Me acerco a tomar uno por mera sorpresa de ver ahí alguna cosa que no sean los típicos arreglos para que la sala no esté tan vacía.

Sostengo el saco con una mano mientras con la otra tomo el periódico y al ver en primera plana el evento del día sábado, mi corazón se detiene un poco por la sorpresa. Pero no es hasta el momento en el que mi curiosidad puede más y mis manos se ven obligadas a hojear el periódico hasta encontrar la nota completa y leerla con detenimiento, letra por letra buscando algo raro que, claro encuentro; su nombre al final de la nota.

Que alguien me explique.

Leo lentamente su nombre casi recordando si es ella o sólo es el destino que hizo que me encontrara con otra Courtney E. Grant, pero mi cerebro agarra una hacha y comienza a golpear mi cráneo para que reaccione y entienda que es ella, que está de vuelta y no estoy loco. Me paso la mano con frustración por la carra y a paso rápido y desesperado, tomo el elevador al piso de Andrew para hablar seriamente con él.

Una vez que las puertas se abren, salgo disparado hacía su escritorio atrayendo la mirada de la secretaría que está en primera fila.

—Andrew—me paro frente a él mientras siento mi respiración un poco agitada.

—Tengo trabajo—dice con pesadez mientras cierra una gorda carpeta.

Dejo caer el periódico frente a él y al parecer no entiende a que me refiero porque me mira confundido, diciéndome que lo hago perder el tiempo. Suspiro y rápidamente, con el dedo le señalo el nombre al pie de la página.

—Okay, ¿Quién es está...?—deja la pregunta en el aire casi captando a qué me refiero— espera, espera, espera, ¿Es quién creo que es?

Asiento con la cabeza rápidamente y después de mirar el artículo y ver una foto en la que sale mi padre comienza a entender que pasa.

—Estuviste en el mismo lugar que ella...—murmura sin creerlo y después de unos segundos me mira—. Tengo la impresión de que hiciste algo malo.

Me siento en su escritorio como de costumbre cuando tenemos una charla larga y entonces comienzo a hablar:

—Si por malo te refieres a no hacer nada, creo que lo hice... no sé si fue un acto valiente o egoísta, pero no pude hacerlo al ver su estado, al verla tan... no sé, herida.

—¿Está completa?

Por pura reacción, le golpeo la cabeza con la mano cuando escucho su pregunta y niego con la cabeza mientras lo miro mal.

—Ya, ya entendí...

Niego nuevamente con la mirada y suelto un suspiro mientras balanceo mi pie lentamente, esperando que me diga algo bueno para olvidar el tema, pero en vez de eso, retoma en lo que estaba.

—¿Puedo preguntar algo?—lo miro curioso mientras asiento con la cabeza— ¿Qué sentiste al verla de nuevo?

—No te burles de lo que diré—le advierto—: La última vez que la vi fue hace casi siete años en la boda de su mamá y después de ese día pensé que la próxima vez que nos veríamos sería algo más casual. Ella iba a seguir como la última vez y yo probablemente sería más inteligente para no dejarla ir tan fácil... Pero ahora me doy cuenta que hace siete años era un total rídiculo.

—No, Smith, no sólo antes eras un ridículo, incluso ahora eres un ridículo.

Lanza una fuerte carcajada que hace que la secretaria malhumorada detrás de él lo calle mientras le lanza una mirada de odio que ambos conocemos.

Después de que ella aleja la mirada, pregunta:

—¿Crees que ella te haya reconocido?

Y respondo con certeza:

—No, yo mismo me encargué de no llamar la atención de nadie... claro, el único importante ahí era papá, según todos soy el hijo malcriado, así que no ponen mucho el ojo en mí.

—Hablando de poner el ojo en alguien... ¿Cómo es que tu hermana consiguió mí número de celular?

Lo miro sorprendido preguntándole con la mirada a que se refiere.

—Ayer recibí una llamada de ella y sus amigas y fue muy raro...

—Pequeña demonio, cuando la vea la voy a matar—murmuro—. Sabía que no era buena que creciera.

Enamorada para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora