3.

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Dos semanas después.




El olor a flores, a humedad, la sensación de manos gruesas recorriendo mis brazos y pecho, los ojos verdes enmarcados por gruesas cejas que me miran con tanta intensidad que me siento desnudo, los labios labios carnudos y gruesos, la voz áspera y grave que susurra mi nombre. 

Mi cuerpo se siente flotando, mi mente está siendo dominada por el dueño de mis sueños, mi universo se está viendo envuelto en un fuego que quema por todas partes, y solo su toque puede aliviarlo. Ahora el dueño de mis sueños está junto a mí, y siento como me pide que me entregue, que me de por completo a él, que lo deje tenerme. Sus caricias son como el aire para vivir, siento que mi vida comienza y termina por él. Nuestros cuerpos están juntos, y danzan, hace calor y solo siento al dueño de mis sueños por todo mi cuerpo, en todas partes. Dentro y fuera, lo hace con fuerza, y no teme a dañarme, porque sabe que eso lo dañaría a él. Besos furiosos, y otros más suaves, manos en mi cintura y su cuerpo dentro del mío.


Me despierto de un salto, y me quedo sentado en la cama, estoy bañado en sudor y respirando agitadamente, miro hacia abajo y veo el evidente bulto en mis pantalones. Paso mi mano por mi frente y me quito todo el sudor que puedo, y me doy cuenta de que estoy llorando. ¿Por qué tengo estos sueños? No logro reconocer al hombre en ellos, y aunque tenga una teoría, me niego totalmente a ponerla una opción. 

Parezco un adolescente de trece que mantiene con las hormonas alteradas, pero de alguna manera, es imposible poder controlar el que sueñe con él. Ha sido al primer hombre que he amado en mi vida, y estoy seguro de que será el último. Lo que alguna vez sentí por Lydia, hoy me doy cuenta de que no era mas que un capricho de niños, pero lo que siento por él, simplemente me deja sin respiración. Desde hace unos días he dejado de luchar con el sentimiento, simplemente no puedo negarlo. A pesar de haber pasado tres años desde que no lo veo, sigo sintiendo lo mismo por él.

Nunca he sido alguien sexual, de hecho el tema es casi que algo que suena raro para mí, pero pensar en el sueño y en como casi podía sentir sus manos sobre mí me hace cuestionar muchas cosas, y me hace querer experimentar lo que se sentirá estar con alguien a quien amas, porque sí, aunque sea más virgen que el nerd de mi clase, he escuchado algunas cosas, pero solo la parte de 'hacerlo con alguien amado' ha llamado mi atención, repito, ya no peleo con el sentimiento, así que pensándolo bien, estar con Derek, sería como tocar el cielo con los dedos.

Miro la hora en mi reloj de noche, y veo que son apenas las dos y trece de la madrugada. Me recuesto de nuevo, la almohada está húmeda, pero de repente tengo tanto sueño, que decido que la cambiaré más tarde. Afortunadamente, cuando me abandono al sueño, no tengo ninguna imagen en mi cabeza, por lo que puedo dormir tranquilamente hasta que mi despertador suene a las cinco.

Cuando lo hace, estoy automáticamente en modo zombie. Me baño por inercia, desayuno por inercia, y casi que conduzco por inercia, pero mi padre al darse cuenta de mi estado de sueño, él se ofrece a llevarme en mi auto, cuando, llegamos a la prepa, ambos nos bajamos, me despido de él con un abrazo y él con un beso en mi cabeza, luego se va y seguramente tome un taxi en la esquina, o llame a Jordan (su agente de asistencia) para que lo lleve a la estación. Me encuentro como siempre con Scott en la entrada principal, y juntos nos vamos hacia nuestros casilleros, saco los libros que necesito hoy, y a cada cosa que hago pego un bostezo. Me caeré, de eso puedo estar seguro.

—Vamos —Scott me pasa un brazo por los hombros, y me guía por un camino que no es para ir a clase.

—Scott, los salones son para ese lado, ¿recuerdas? —El que sea un hombre lobo hace que su cuerpo sea muy caliente, lo que hace que quiera dormirme encima de él.

—Lo sé, pero vamos en éste mismo momento por un café grande y bien cargado para ti, amigo —Bendito sea el día en el que naciste.

—Gracias —Estoy prácticamente arrastrando las palabras al hablar, él solo se ríe y hace que apoye la cabeza en su hombro. Llegamos a la cafetería y él me hace sentar en la silla de una mesa, y sin pensarlo dos veces, dejo caer mi cabeza sobre la superficie de metal, ya que no tengo chaqueta hoy, el frío del metal me cala rápido y los brazos por completo. 

—Sti, aquí tienes. Diablos, estás temblando, pero no tienes fiebre —Deja el vaso de café grande (veinte centímetros) en la mesa y se quita la chaqueta que trae encima, otra de las ventajas de que él sea hombre lobo, es que, para que tenga frío, la temperatura tiene que ser muy baja. A fuerzas de lidias logro colocarme la chaqueta, y con la ayuda de Scott, logro sostener el vaso lleno de café, y poder beber del contenido que es como si fuera un elixir.

Sin despegarme de la boquilla, creo que he tomado casi hasta la mitad. El sabor se queda pegado a mi paladar, y lo agradezco. Unos minutos después de estar recostado sobre el pecho de mi mejor amigo, el efecto de la bebida comienza a surgir. Mis parpados se abren a un tamaño normal, y ya no siento tanto sueño. El timbre de la clase ha sonado hace unos segundos, así que Scott y yo nos dirigimos al salón, ahora puedo caminar solo, sin tener que parecer desmayado por los pasillos. Ahora que lo pienso, mucha gente debe de haberme visto casi siendo cargado por Scott, que vergüenza.

El salón no está lleno como pensábamos, y el profesora tampoco ha llegado, así que disminuimos el paso y nos sentamos. Recuerdo cuando el día que conocí a Scott, él entró nuevo en cuarto de primaria, y fue como si ambos nos hubiéramos caído bien al instante, o fue porque el asiento a mi lado era el único libre y él no tenía otra opción que sentarse a mi lado y aguantarme por el resto de su vida. Cabe decir que yo era más alto que él, pero la pubertad fue una perra conmigo, y me dejo casi siendo nomo y a él lo doto de músculos y una altura envidiable.

La clase pasa de una manera demasiado lenta y aburrida, si no fuera por el café que ya está a punto de acabarse, estaría más que dormido, y no, no es que el maestro me caiga mal, es que lo odio. Harris siempre nos ha molestado desde que comenzó a darnos clase, y según lo que mi padre me ha contado a medias, es que cuando ambos estaban en la preparatoria, Harris solía molestar a papá, hasta que una vez lo golpeó tan fuerte que tuvieron que ponerle seis dientes en la parte de arriba y no poder asistir a clase por un mes, y eso hizo que perdiera el año escolar, así que sí, el sentimiento de odio es mutuo.

Cuando el timbre por fin suena, Scott y yo vamos hacia la cafetería de nuevo para conseguirme otro vaso grande de café, no soy muy adicto a la bebida, la verdad, pero vaya que ha sido lo que me ha mantenido en pie hoy, de seguro que al llegar a casa esta tarde, voy a dormir tanto, que despertaré mañana.

Nos sentamos en nuestra habitual mesa, y poco a poco los demás van llegando hasta que estamos todos. Comienzan a hablar de hacer planes, y creo que alcanzo a escuchar que van para casa de Lydia al terminar las clases para ver películas y pasar la tarde allí, pero no logro concentrarme mucho en ellos, lentamente voy sintiendo un mareo extraño y aturdidor que comienza a cegarme los sentidos, mi mirada se pierde en el infinito, y trato de agarrarme a algo, pero las fuerzas me fallan, y caigo. Antes de que pueda tocar la cabeza con el suelo y volverme un desastre sangroso, Scott me atrapa.

—Scott ... —Alcanzo a susurrar, pero ahora si que estoy mareado, todo me da vueltas, y una extraña opresión en el pecho y estómago me deja casi sin respirar.

—Mierda, Sti, ¿qué pasa? Te llevaré a la enfermería, no te vayas. ¡Mírame! No te vayas, no me dejes, mírame —Pero no puedo más, me aferro lo más fuerte que puedo a su brazo, pero las fuerzas se me van, todo se vuelve negro y caigo en la inconsciencia.

Aquello Que Siempre Quise ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora