Alec Ligthwood, es un excelente estudiante universitario, pero repentinamente sus notas en historia empiezan a bajar.
Magnus Bane, es un profesor que sustituye a otro, en la universidad donde va Alec, y también da clases particulares en su loft.
J...
Me encontraba en mi amplio vestidor, observando las numerosas prendas de ropa que colgaban de las perchas, bueno, nunca hay demasiadas en mi vestidor, y es que me encanta la moda es más. ¡Yo soy la moda! Estaba pensando en la ropa que me pondría al día siguiente para mi clase en la universidad. Pues por la mañana andaba muy justo de tiempo, entre las cremas, el pelo, y demás. Bueno, que os voy a decir, lo normal, ¿no? Así que la ropa me la preparaba la noche anterior.
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Había sido una agradable sorpresa encontrarme a Alec en mi loft. Cuando la voz de la mujer, me llamo por teléfono, para pedirme clases para su hijo Alexander, por unos segundo pensé en él, pero rápidamente deseche la idea. ¿Cuántos Alexander habrían en la ciudad de Nueva York? cientos, miles.
No podía ser el mismo Alec, que yo me había propuesto ligarme. Pero por lo visto el Karma se había puesto de mi parte, (En alguna otra vida, debí salvar a algún caracol de morir atropellado, o a alguna dama le curé su frigidez) y ante mí tenía al mismo Alec que se sonrojaba cuando yo le hablaba. Porque ahora lo tenía muy claro, estaba casi seguro de que no le era indiferente a Alec. Cuando Jonathan le hablaba, él se comportaba con normalidad, pero si yo me acercaba demasiado, se sonrojaba, desviaba la mirada de mis ojos y agachaba su cabeza.
Genial pensé, porque a mí también me atraía Alec. Mis ojos irremediablemente se habían posado en él, y es que los morenos de ojos azules siempre había sido mi debilidad, y además, Alec se veía tan adorable cuando el rubor bañaba sus mejillas. Me resultaba tan tierno y tan sensual al mismo tiempo, parecía un ángel caído del cielo. ¿En la cama también sería así, o tendría un lado malo y pervertido?
No iba a desaprovechar esta oportunidad. Tenía que conseguir que Alec se sintiese cómodo y a gusto conmigo y dejara de lado toda esa timidez. Yo le ayudaría a subir la nota en historia. Sabia que era un buen profesor y empatizaba con los alumnos. Luego con el tiempo le enseñaría otras asignaturas a Alec, en las que se empleaban la manos y la boca, en lugar de bolígrafos y libretas. Y en donde yo era todo un experto maestro enseñando.
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Narra Jonathan:
Entré en mi casa acompañado de una sonrisa, y tarareando una canción de esas que se te pegan al cerebro y no se van ni con agua hirviendo. De todas las maneras, sería interesante poder verlo, a mi cerebro digo. Más que nada para ver como de grande es, ya que para mis padres por muchos años, yo fui un descerebrado que no tenía ninguna neurona dentro. Probablemente en aquella época, estarían todas borrachas perdidas o drogadas. Afortunadamente esto había cambiado, y ahora por lo visto mi materia gris volvía a funcionar, no como a todos los demás, cosa que tampoco lo pretendo que conste.