Capítulo 10
— Estás aquí. — dijo.
Su voz... escucharlo dolía. Hacía que me rompiera en pequeños pedazos otra vez.
Retrocedí, retrocedí como si me hubieran golpeado, como si estar cerca de él quemara.
— Aléjate de mí... — musité con dolor. Ni siquiera sabía cómo estaba parada, como era posible que estuviese aún de pie cuando solo quería caer al suelo y romperme a llorar.
Me di la vuelta e intente avanzar pero no podía, no podía dar ni siquiera un paso, y era por él, él me estaba reteniendo en contra de mi propia voluntad.
— Déjame ir. — apreté los dientes.
— No puedo... Yo no puedo. — entonces las lágrimas cayeron, cayeron sin control. Cerré los ojos fuerza negándome a esto, quería creer que todo era mentira, que quizás solo estaba dormida y era una mala pesadilla como las que siempre tenía, pero entonces cuando mis párpados se elevaron supe que no, que todo era verdad.
— Deja que me vaya maldición. — sollocé.
Me apoye de la pared comenzando a sentirme mal, otra vez aquellas ganas de vomitar habían vuelto y un dolor constante atacó mi cabeza.
— No. — repitió. — No lo haré, necesitas escucharme, necesitamos hablar.
Fue allí que le di la cara, apreté mis dientes con tanta fuerza que sentía dolor en la mandíbula. Él me miraba con consternación y miedo, sabía que tenía miedo porque podía sentirlo, ya no había brillo en sus ojos... Ya no eran esos ojos verdes de los que me enamoré.
— ¿Hablar? — dije con burla y molestia. — No quiero escucharte, no quiero verte. No quiero saber nada de ti.
— Pero yo sí. Necesitaba verte Maggy, necesitaba saber que estabas bien, necesitaba tocarte. — intentó acercarse a mí. — Te necesito a ti.
Negué con la cabeza otra vez, sus palabras solo se repetían en mi cabeza junto con toda la mierda que él había hecho.
— ¿Dónde está tu esposa Lucian? — lo miré a los ojos, él trago saliva y recayó su mirada al suelo. — Sabes, yo... yo pensé que no podías romperme más el corazón. — se me quebró la voz. — Pensé que ya lo habías hecho todo, que me habías destruido de la peor manera pero...
Lucian dio unos pasos hacia mí, esta vez no retrocedí solo lo observé, su piel parecía más blanca, ni siquiera recordaba cómo era. Tenía la barba un poco crecida y a diferencia de mí, parecía más fuerte, sus hombros eran más anchos, sus brazos más grandes, parecía más maduro. Los vampiros no envejecían, eso era cierto, pero parecía como si unos cuantos años hubiesen pasado por él.
— Pero entonces encontraste la forma de destruirme una vez más. — susurré.
— No es lo que piensas. — balbuceo, su labio inferior temblaba, estaba nervioso, nervioso de mirarme a la cara. — Cuando revocaron a mi padre quede a cargo de todo... Tuve que casarme con Joanne para hacer lazos con los Annibal.
Era un mentiroso, en eso era un experto. Cada palabra que salía de sus labios eran solo mentiras, pero él seguía allí, con sus falsedades y con cada palabra que solo me herían más.
— La amas cierto. — recosté mi cabeza sobre la pared y cerré los ojos. Sus dedos tocaron mi rostro, estremeciéndome, más no pude mirarlo ni tampoco lo aleje. Era masoquista, su toque ardía sobre mi piel pero a la vez me daba una calma interna que ni yo comprendía.
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Tengo Sed de Ti - II
Vampiros¿Sera su amor suficiente para perdonar su traición? Averigualo.