1
AbrilHarry, a los siete años
—¡Cógeme la mano! Ya te tengo —dije con suavidad. El helicóptero despegó del suelo cuando Duke cogió la mano de Cobra. Trataba de hacer poco ruido, porque mamá volvía a estar malita y estaba durmiendo en el dormitorio, así que no quería despertarla. Me había dicho que podía ver los dibujos animados en su cama, con ella, pero después de un rato se había quedado dormida, así que me fui a jugar con los G. I. Joe. Cuando el helicóptero aterrizó, mis chicos bajaron de un salto y corrieron debajo de la silla, sobre la que había colocado una toalla para que fuera un agujero bajo tierra. Luego cogí el helicóptero y lo hice volar de nuevo, imitando el sonido de las aspas. ¡Ojalá pudiera chasquear los dedos y conseguir que se convirtiera en un helicóptero de verdad! Entonces le diría a mamá que subiera y nos iríamos muy lejos de aquí, lejos de él, y mamá no volvería a tener los ojos morados ni lloraría más. Y no nos detendríamos hasta que estuviéramos muy, muy lejos.
Me arrastré hasta el refugio y unos minutos después escuché el sonido de las llaves de la puerta de la calle, seguido de unos pesados pasos en el vestíbulo y el pasillo que se dirigían hacia el lugar donde estaba jugando. Eché un vistazo y vi un par de brillantes zapatos negros y unas esposas. Reconocí los pantalones del uniforme al instante.
Me arrastré para salir lo más rápido que pude.
—¡Tío Connor! —Cuando se arrodilló, me lancé a sus brazos, pero él se aseguró de mantenerme alejado del lugar donde llevaba el arma y la linterna de policía.
—Hola, campeón —me dijo, abrazándome—. ¿Cómo está hoy mi héroe favorito?
—Bien. ¿Quieres ver la fortaleza subterránea que he construido? —le pregunté, inclinándome para asomarme por encima de su hombro y señalar la fortificación que había hecho bajo la mesa usando mantas y toallas. Era una pasada.
—Por supuesto. —El tío Connor sonrió y siguió la dirección de mi mirada—. ¡Menudo trabajo, Harry! Nunca había visto una fortaleza tan impenetrable y chula como esta. —Lo vi parpadear antes de sonreír de oreja a oreja.
—¿Quieres jugar conmigo? —pregunté, devolviéndole la sonrisa. Él me revolvió el pelo, sonriente.
—Ahora no, campeón. Más tarde, ¿de acuerdo? ¿Dónde está tu madre? Aquello hizo que me pusiera serio.
—Er…, no se encuentra bien. Está durmiendo. —Miré la cara de mi tío y clavé la vista en sus ojos dorados. La imagen que me vino a la mente en ese momento fue la del cielo antes de una oscura tormenta, y sentí el mismo tipo de miedo. Me eché hacia atrás, pero la mirada del tío Connor se aclaró con rapidez y volví a sus brazos, apretándome contra él.
—De acuerdo, Harry, de acuerdo —dijo, haciendo que volviera a rodearle el cuello mientras me recorría la cara con la vista. Me devolvió la sonrisa cuando le sonreí.
—Tienes la sonrisa de tu madre, ¿lo sabías?
Aquello hizo que me pusiera muy contento. Adoraba la cálida y hermosa sonrisa de mamá; siempre conseguía que me sintiera amado.
—Pero me parezco a papá —señalé, bajando la vista. Todo el mundo me decía que tenía la mirada de los Hale.
Me estudió durante un momento como si quisiera decirme algo, pero luego cambió de opinión.
—Eso es bueno, campeón. Tu padre es un hombre muy atractivo —sonrió, pero no se reflejó en sus ojos. Yo deseaba parecerme al tío Connor. Mamá me había dicho una vez que era el hombre más guapo que hubiera visto nunca. Aunque luego pareció avergonzada, como si hubiera dicho algo que no debía. Seguramente porque el tío Connor no era mi padre, pensé. Además, mi tío era oficial de policía, un héroe. Cuando creciera, quería ser como él. El tío Connor se incorporó.
—Voy a ver si tu madre está despierta. Quédate aquí, jugando con los G. I. Joe. Volveré dentro de un minuto, ¿vale?
—Vale. —Asentí con la cabeza. Me revolvió el pelo de nuevo y se dirigió hacia la escalera. Esperé unos minutos y luego lo seguí en silencio. Daba un paso y me detenía en cada escalón, agarrándome a la barandilla antes de seguir adelante. Sabía cómo pasar desapercibido en aquella casa. Era importante que supiera cómo hacerlo.
Cuando llegué a la parte superior de las escaleras, me detuve ante la puerta de la habitación de mamá, escuchando. Estaba solo un poco entreabierta, pero era suficiente.
—Estoy bien, Connor, de verdad —escuché que decía mamá con suavidad.
—No lo estás, Alyssa —susurró él, y su voz se quebró al final de una manera que me asustó—. ¡Dios! Quiero matarlo. Estoy harto de esto, Lys. Estoy harto de esta rutina de mártir. Es posible que pienses que te lo mereces, pero no es así, y tampoco se lo merece Harry —dijo, escupiendo las últimas palabras de una manera que supe que tenía los dientes apretados como hacía a veces. Por lo general, cuando mi padre estaba cerca.
Después, solo oí llorar a mamá durante unos minutos antes de que volviera a hablar mi tío. Esta vez su voz sonaba extraña, sin ninguna inflexión.
—¿Quieres saber dónde está ahora? Salió del bar y fue a casa de Patty Nelson. Ha estado tres veces en su remolque desde el domingo. Pasé por allí y los escuché desde el coche.
—¡Dios, Connor! —La voz de mamá sonaba ahogada—. ¿Es que quieres que me sienta todavía peor…?
—¡No! —rugió él—. No —repitió en voz más baja—. Trato de que comprendas que ya es suficiente. ¡Es suficiente! Si crees que tienes que pagar una penitencia, ya lo has hecho. ¿Es que no lo ves? Nunca has tenido razón en eso, pero si quieres seguir pensándolo, digamos que ya lo has hecho. Has pagado más que suficiente, Lys. Hace tiempo. Hemos pagado todos. ¡Dios! ¿Quieres que te diga lo que sentí cuando escuché los sonidos que salían de ese remolque? Quise entrar allí y partirle la cara por humillarte de esa manera, por faltarte al respeto. Y lo más jodido de todo es que me hace feliz que esté con otra mujer, con cualquiera que no seas tú, que te has metido bajo mi piel. Pero en cambio, me sentí enfermo. ¡Enfermo, Lys! No podía soportar que no te tratara bien, a pesar de que si lo hiciera bien contigo podría significar que yo te perdiera.
Hubo un silencio en el interior del dormitorio durante un par de minutos. Quise entrar a echar un vistazo, pero no lo hice. Solo se escuchaba el suave llanto de mamá y un ligero crujido.
Por fin, mi tío volvió a hablar, con la voz ahora tranquila y tierna.
—Deja que te lleve lejos de aquí, nena, por favor. Lys, deja que te proteja, que me ocupe de Harry, por favor. —Su voz parecía contener alguna clase de sentimiento al que no supe poner nombre. Suspiré. ¿De verdad quería llevarnos lejos de aquí?
—¿Y qué pasará con Tori? —preguntó mamá en voz baja. El tío Connor tardó un par de segundos en responder.
—Le diré a Tori que me voy. De todas maneras tiene que intuirlo, hace años que no tenemos un matrimonio de verdad. Lo entenderá.
—No lo hará, Connor —dijo mi madre, con voz asustada—. No lo entenderá. Hará algo para vengarse de nosotros. Siempre me ha odiado.
—Alyssa, ya no somos niños. No se trata de envidia, ni de una estúpida competencia. Se trata de la vida real. De que te amo, y merecemos tener una vida juntos. Tú, yo y Harry.
—¿Y Travis? —preguntó ella en voz baja. Hubo una pausa.
—Llegaré a un acuerdo con Tori —argumentó—. No te preocupes por eso. Otro silencio más.
—Tu trabajo, el pueblo… —dijo mamá.
—Alyssa —intervino el tío Connor con suavidad—. Nada de eso me importa. Si no lo tengo, da igual. ¿Es que todavía no lo sabes? Dimitiré, venderé las tierras… Vamos a vivir la vida que nos merecemos, nena. A buscar un poco de felicidad. Lejos de aquí…, de este pueblo. En algún lugar que podamos llamar nuestro. Nena, ¿no te gustaría? Dime que sí…
Hubo más silencio, solo interrumpido por suaves sonidos, como si estuvieran besándose. Los había visto besarse antes, cuando mamá no sabía que los espiaba, como ahora. Sabía que estaba mal, que las mamás no debían besar a hombres que no eran sus maridos. Pero también sabía que los papás no debían regresar a casa borrachos todos los días y pegar a las mamás. O que las mujeres no debían mirar a sus cuñados con el cariño que mostraba mamá en la cara cuando el tío Connor se giraba hacia ella. Todo era tan confuso y estaba tan mezclado que no estaba seguro de cómo ordenarlo. Por eso me fijaba en ellos, tratando de entenderlos.
—Sí, Connor, llévanos lejos de aquí —cedió por fin mamá, después de lo que pareció un largo rato — . Vámonos tú, yo y Harry. Busquemos un poco de felicidad. Es lo que quiero. Tú eres lo que quiero. Eres lo único que he querido siempre.
—Lys… Lys… Mi Lys… —escuché que respondía mi tío con la respiración entrecortada.
Me escabullí y volví a bajar las escaleras, deteniéndome en cada escalón, sin hacer ruido…, moviéndome en silencio.