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Harry, a los siete años

Mayo

-Harry -me llamó mamá. Su voz sonaba un poco asustada-. Cariño, ¿dónde estás?

Yo estaba sentado debajo de la mesa del salón, escondido tras la falda del mantel mientras jugaba con mis G. I. Joe.
Dudé si salir de allí, pero cuando mamá me llamó de nuevo, ahora con más preocupación en la voz, me arrastré desde debajo de la mesa y me acerqué a ella. No me gustaba que tuviera miedo, aunque supe que estaba pasando algo, y también yo tuve miedo.
Mamá se había pasado la mañana susurrando por el teléfono y la última media hora metiendo ropa y otras cosas en unas maletas.
Fue entonces cuando me escondí debajo de la mesa y esperé a ver qué sucedía. Sabía lo que estaba ocurriendo porque papá había vuelto a casa anoche oliendo al perfume de otra mujer y pegó a mamá en la cara cuando ella le dijo que tenía la cena fría.
Tuve la sensación de que mamá ya no podía más, por fin. Y estaba seguro de que con quien habló por teléfono fue con el tío Connor.
Mamá volvió al salón justo cuando yo salía de debajo de la mesa.
-Harry, cariño -suspiró en voz alta, poniéndome las manos en las mejillas e inclinándose hasta que sus ojos quedaron al nivel de los míos-. Me tenías preocupada.
-Lo siento, mamá.
Su expresión se suavizó, y me sonrió al tiempo que me apartaba el pelo de la frente.

-No pasa nada. Necesito que hagas un recado. Es muy importante. ¿Crees que podrás escucharme y hacer lo que te diga sin preguntarme nada?

Se lo aseguré, con un gesto de la cabeza.
-Muy bien. -Sonrió, pero luego la sonrisa desapareció y la mirada de preocupación volvió a sus ojos-. Nos vamos a ir muy lejos de aquí, Harry. Tú, yo y tu... tu tío Connor. Sé que te parecerá extraño en este momento, y sé que te harás preguntas sobre papá, pero...
-Me quiero ir -dije, poniéndome de puntillas-. No quiero seguir viviendo con él.

Mamá me miró a la cara durante un par de segundos con los labios apretados.
Respiró y se pasó la mano por el pelo, con lágrimas en los ojos.
-No he sido una buena madre -aseguró, sacudiendo la cabeza de un lado a otro.

-¡Eres una buena madre! -grité-. La mejor mamá del mundo. Pero quiero vivir con el tío Connor. No quiero que papá vuelva a pegarte, ni que te haga llorar más.

Ella sollozó y se limpió una lágrima de la mejilla antes de asentir con la cabeza.
-A partir de ahora vamos a ser felices, Harry, ¿me has oído? Tú y yo seremos felices.

-Vale -repuse, clavando los ojos en su preciosa cara.
-Vale -repitió ella, sonriendo.
Fue entonces cuando se abrió la puerta y entró el tío Connor a paso rápido. Tenía los rasgos tensos.
-¿Estás preparada? -preguntó a mamá. Ella asintió.
-Ahí están las maletas. -Señaló con la cabeza las cuatro piezas de equipaje que aguardaban junto a la parte inferior de las escaleras.
-¿Estás bien? -preguntó el tío Connor, mirándola de arriba abajo como si tratara de asegurarse de que no le pasaba nada.
-Lo estaré en cuanto nos lleves lejos de aquí -susurró.
La cara del tío Connor fue la de alguien al que le dolía algo, pero a los dos segundos sonrió y me miró. -¿Listo, campeón?

Asentí y los seguí por la puerta. Los dos miraron a su alrededor mientras el tío Connor metía el equipaje en el maletero del coche. Sin embargo, no había nadie fuera, y cuando nos subimos al coche, respiré aliviado.
A medida que nos alejábamos, saliendo de Pelion, vi que el tío Connor cogía la mano de mamá en el asiento delantero y que ella se volvía hacia él, con un suspiro y una suave sonrisa.
-Tú, yo y nuestro hijo -dijo el tío Connor en voz baja-. Solo nosotros. -Solo nosotros -repitió ella, con la misma mirada suave en la cara. Mamá me miró.
-Te he traído el lego y algunos libros, cariño -me dijo después de un momento. Luego sonrió y apoyó la cabeza en el asiento sin apartar la vista de mí. A cada kilómetro que recorríamos estaba más relajada.
Me limité a asentir. No pregunté a dónde íbamos. No me importaba. Mientras fuera lejos de allí, me daba igual el lugar.
El tío Connor miró a mamá.

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