15
Bree
Cuando llegué a mi casa, dejé salir a Phoebe para que hiciera sus necesidades. Me sentía más ligera, más feliz, como si me hubieran quitado las cadenas que me habían atado a la pena y el dolor de mi pérdida durante los seis últimos meses. Mientras paseaba bajo el brillante sol esperando a que Phoebe regresara, una profunda sensación de paz se apoderó de mí. Nunca me olvidaría de mi padre; estaría conmigo durante el resto de mi vida. Soltarme de aquellas cadenas de pesar y culpabilidad no significaba que me fuera a olvidar de él. Mi padre me amaba, quería que fuera feliz. El alivio que invadió mi cuerpo casi me hizo sollozar. Contuve la emoción antes de llamar a Phoebe para que volviera.
Después de darle de comer, me senté y tomé una taza de té. Pensé en mi padre todo el tiempo que estuve allí sentada, recordando los momentos especiales que habíamos compartido, los pequeños caprichos que tenía, imaginando claramente su rostro en mi mente. Me concentré en todo lo que había disfrutado con él y en que otras personas no llegaban a tener ni un minuto de algo así. Yo lo había tenido conmigo durante veintiún años. Había tenido suerte…, había sido bendecida con él. Cuando me puse en pie para poner los platos en el fregadero, sonreía.
Fui al baño y abrí el grifo de la ducha antes de quitarme la ropa. Los arañazos estaban mucho mejor. Al parecer, la crema que Harry me había aplicado funcionaba bastante bien.
Harry… Suspiré. Eran muchas las emociones confusas y los sentimientos que se enredaban en mí. Un profundo calor inundaba mi pecho cada vez que pensaba en él.
Quería conocer su historia, saberlo todo sobre él. Pero sabía instintivamente que no debía presionarlo para que me contara lo que había ocurrido el día que su tío le disparó. El jefe de policía, su tío, le había disparado. Dios, ¿cómo podía vivir con eso? ¿Qué demonios había pasado para que ocurriera eso?
Media hora después, me había puesto unos pantalones cortos y una camiseta, y me recogí el pelo seco en una coleta.
Cuando estaba poniéndome las sandalias, vi el teléfono encima de la cómoda y lo cogí. Tenía dos mensajes. Los dos eran de Travis. Volví a dejar el móvil en su lugar. Ya le escribiría para contestarle, pero no en ese momento.
Cogí a Phoebe y salí para volver a casa de Harry. Consideré algo cuando estaba a punto de cerrar la puerta y regresé. Unos minutos después, pedaleaba con rapidez hacia Briar Road.
—Hola. —Sonreí cuando Harry abrió la puerta de su casa. Había dejado la de la valla algo entreabierta para que yo pudiera entrar y meter la bici, y solté a Phoebe para que fuera en busca de Kitty y sus cachorros.
Él me devolvió la sonrisa y se hizo a un lado para que pudiera entrar. Una vez dentro, me volví hacia él. Respiré hondo.
—Gracias por dejarme regresar, Harry. —Me mordí el labio—. Espero que no te importe… Después de lo que ocurrió anoche… no quería estar en ningún otro lugar del mundo. Solo aquí, contigo. —Ladeé la cabeza, estudiándolo—. Gracias.
Observó mis manos mientras hablaba, mirándome a los ojos al final, con una expresión complacida en su rostro. Asintió y sonrió. Guardé esa sonrisa.
Llevaba los mismos vaqueros gastados, que parecían a punto de desintegrarse en cualquier segundo, y una camiseta azul marino ceñida al pecho. Iba descalzo, y, cuando me fijé en sus pies, vi que tenían mejor aspecto, sobre todo porque la hinchazón había bajado. Sin embargo, los cortes y rasguños seguían pareciéndome dolorosos, e hice una mueca.
La mirada de Harry siguió la mía hasta sus pies.—Están bien, Bree.
Yo seguía dudando, pero asentí de todas formas. Él sonrió.
—Bien, Harry, he traído algo, pero antes de que te lo enseñe, quiero que sepas que si no te gusta la idea… solo tienes que decirme que no. Lo entenderé. Arqueó una ceja.
—Eso suena aterrador. Solté una risita.
—No creas…, es solo… Bueno…, déjame enseñártelo. —Me acerqué a la pequeña bolsita que había traído conmigo y saqué unas tijeras.Harry me contempló con recelo.
—He pensado que te gustaría que te cortara el pelo —dije apresuradamente—, pero, si no es así, no me parecerá mal. No quiero decir que lo necesites, pero sí que te hace falta, y yo puedo intentar hacerte un corte un poco más estético.
Esbozó una sonrisa un poco tímida y se llevó la mano a la nuca. Luego la bajó, antes de mirarme.