Epílogo

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Epílogo

Cinco años después

Vi que mi esposa se balanceaba de forma perezosa en nuestra hamaca, moviendo un pie sobre la hierba para moverse hacia atrás y delante bajo el sol veraniego. Hacía girar un mechón de pelo dorado alrededor de su delicado dedo mientras con la otra mano pasaba las páginas del libro que apoyaba en su hinchado vientre.
Un feroz orgullo masculino me inundó mientras miraba a mi Bree, la mujer que nos amaba a mí y a nuestros hijos con todo su corazón.
Nuestros gemelos de tres años, Connor y Charlie, retozaban en la hierba, dando vueltas hasta marearse y riéndose cuando se caían sentados en el césped. Niños...
Les habíamos puesto los nombres de nuestros padres, los hombres que nos habían amado tanto que, cuando el peligro amenazó nuestras vidas, su único pensamiento fue salvarnos. Lo entendía. Después de todo, ahora también era padre.
Caminé lentamente hacia Bree, y ella apoyó el libro abierto sobre el vientre cuando me vio antes de alzar la cabeza, sonriente.

-Ya estás en casa.
Me incliné sobre la hamaca.
-La reunión ha terminado temprano.
Había estado en una junta de negociaciones para la compra de unas tierras situadas en las afueras del pueblo. Había ido muy bien.
El pueblo había votado en contra de la expansión urbanística pretendida por Victoria hacía cinco años, cuando me hice cargo de todo. Pero, como se comprobó después, los vecinos no estaban contra la expansión o la incorporación de más negocios, sino contra los planes concretos que Tori tenía en mente, porque cuando propuse abrir varios alojamientos rurales que respetarían la pintoresca historia del pueblo que tanto amaban, la gente apoyó con su voto el proyecto.
El cuarto establecimiento se construiría en las tierras que acababa de comprar esa mañana.
El pueblo estaba de moda, los negocios estaban de moda, y, como se había comprobado, yo era un buen negociante.
-¿Quién lo iba a sospechar? -Le había dicho a Bree una noche, sonriendo tras la primera votación en la que obtuve el apoyo mayoritario de los vecinos.
-Yo -repuso ella en voz baja-. Yo lo sabía. -Y era cierto. Había sido ella quien me había dicho que mi voz importaba, y su amor me había hecho creer que podía ser cierto. Y, a veces, eso es todo lo que se necesita, una persona dispuesta a escuchar a tu corazón, un sonido que nadie ha querido escuchar antes.
Arranqué un diente de león de la hierba y sonreí mientras se lo ofrecía a Bree. Ella inclinó la cabeza y lo aceptó con una cálida mirada.
-Todos mis deseos se han hecho ya realidad -susurró. Miró a nuestros niños -. Este va por ellos. -Sopló con suavidad y la pelusa bailó en el aire, flotando en la brisa de verano.
Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y llevé la mano a su vientre, sintiendo cómo se movía el nuevo bebé.
-Es un niño, lo sabes -se burló, sonriendo.
-Seguramente. -Sonreí-. Creo que es lo único que sabemos hacer los Styles. ¿No te parece?
Ella sonrió con suavidad.
-Sí, y os salen muy bien -convino-. Mientras solo haya uno aquí dentro, me parecerá bien, como si es una cabra. -Se echó a reír, mirando a la pareja que seguía rodando por la hierba y que no había dejado de moverse desde que llegó al mundo. Unos agitadores natos.
Me reí en silencio y di tres palmadas para reclamar su atención. Giraron las cabecitas al unísono.
-¡Papi! ¡Papi! -corearon a la vez.
Corrieron hacia mí, e hice que pensaran que me habían tirado al suelo, dejándome caer al césped para que se me subieran encima, riéndose sin parar. Un hermoso sonido que flotaba sobre toda la propiedad. Me senté por fin y los miré.
-¿Quién de vosotros me va a ayudar hoy en la construcción?

-¡Yo! -dijeron ambos por signos.
-Bueno, bueno, tenemos mucho trabajo que hacer si queremos terminar el anexo antes de que llegue vuestro hermanito... o hermanita. -Los cogí de sus pequeñas manos gordezuelas mientras me miraban muy serios.
Las junté y escribí «Hermanos hasta el final» mientras los miraba muy solemne.

-Ese es el pacto más importante del mundo -dije.
Quizá algún día tendría una relación más profunda con mi propio hermano. Aunque las cosas habían mejorado mucho entre nosotros desde que me hice cargo del pueblo y él se había convertido en el jefe de policía, e incluso sabía que Travis quería a sus sobrinos, nos quedaba mucho camino por recorrer.
Mis hijos se miraron muy serios, asintiendo con la cabeza y abriendo mucho sus ojos verdes, con sus caras idénticas tan parecidas a la mía. Ni siquiera yo podía negarlo.
-Está bien, chicos, vamos adentro. Os daré de comer mientras papá prepara las herramientas -intervino Bree, intentando sentarse en la hamaca y riéndose cuando se cayó hacia atrás, incapaz de levantar su cuerpo.
La cogí de la mano y tiré de ella hasta que aterrizó en mis brazos. La besé en los labios, enamorándome de ella una vez más, igual que seguía haciendo mil veces cada día. Aquella noche, hacía ya cuatro años, cuando Bree caminó hasta el altar de la
iglesia de Pelion del brazo de Norm, había prometido que la amaría siempre, solo a ella, y lo había dicho desde el fondo de mi alma.
E incluso ahora, con aquella vida tan alocada y ruidosa, con mi propio trabajo y la floreciente empresa de catering de Bree, cada noche antes de dormirme, me giraba hacia mi esposa.
-Solo tú, siempre tú -le decía en silencio, y su amor me envolvía en la quietud, anclándome a ella y recordándome que las palabras más importantes son las que vivimos.

Fin...

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