V I I I

38 5 0
                                    

Agustín camino rápidamente entre las personas que se encontraban en el hospital de nombre Guayana, se acercó hasta la recepción sin pensarlo.

—¿Emergencias? —Preguntó él sin respirar. La joven sentada con unas hojas en sus manos señaló a su derecha sin importancia— Gracias...— Dijo de manera rápida corriendo hasta la dirección indicada.

Tres metros más adelante a través del pasillo se conseguían dos puertas de color marrón decorada con un "Emergencias" en rojo brillante, la empujó y divisó unas cuantas camillas de color azul. Comenzó buscar rápidamente entre los pacientes sin conseguir a su hermana de diecinueve años.

Entre la preocupación y el miedo, no notó a su hermana sentada en una de las camillas hasta que ella lo llamó. Agustín corrió a su lado y sintió alivio al darse cuenta que estaba completamente bien, sólo con un parche muy pequeño en su frente.

—¿Qué fue lo que sucedió? — Se acercó sintiendo algo de presión.

—Nada...—Mintió— Resbalé y me rompí un poco la cabeza, sólo eso.

— ¡Pero que susto me has hecho pasar niña!— Se quejó

Agustín dudó verificando la venda en su frente.

—No es del todo cierto...—Se acercó una enfermera cruzándose de brazos— El doctor en turno ordenó realizarle unos exámenes, los cuales estarán listos en una hora...

—¿¡Exámenes!? —Agustín se alteró.

—Agus, estoy bien— Ella apretó su mano— Sólo serán para descartar alguna enfermedad.

Agustín asintió y la enfermera se retiró.

—¿Cómo llegaste acá? — Dijo él luego de sentarse a su lado.

—La chica de Sin bandera, Maia, me ayudó junto a uno de los chicos que trabajan allí — Bajó la vista y Agustín bufó— Estaba allá, y caí.

—Por suerte no fue grave— Respiró aliviado— ¿La chica, ya se fue? —Sacó su teléfono celular— Los chicos— Corrigió al final.

—El chico sí, pero Maia no... Fue por algo de beber, la enfermera me pidió que guardara algo de reposo— Volteó los ojos.

Mientras ambos hermanos discutían el estado de la menor, Maia se encontraba en cafetería del lugar.

—Dos aguas saborizadas, por favor— Pidió amablemente a la señora tras el mostrador.

La mujer canosa le facilitó dos botellas plásticas con un líquido rosa, posteriormente Maia le entregó unos billetes de color beige. Al tener su pedido en manos, se comenzó a dirigir hasta el área de emergencias, en su corto camino notó a uno de los chicos de ojos color miel que creía conocer. Él le sonrió y se acercó a ella.

—¿Cómo estás? Maia, ¿no? — Le preguntó Daniel con unas hojas de papel en su mano. Ella asintió sin detenerse.

—¿Ya vieron a Valentina? — Buscó su mirada intentando conseguir interés.

—Sí, Agustín está con ella. Te agradezco que hayas llamado desde su teléfono, no sabríamos nada...— Caminó junto a ella abriendo la puerta de emergencias.

—No es nada, me lleve un gran susto...— Sonrió un poco.

Valentina la notó y la señaló junto a Agustín.

—Acá tienes— Le entregó a Valentina la botella plástica. La rubia le agradeció quitándole la tapa.

Al encontrarse los cuatro juntos, se formó un silencio incómodo ante ello Valentina aclaró su garganta y Agustín volteó los ojos.

—Maia, debo agradecerte...— Dijo sin interés— Por ayudar a mi hermana y estar al tanto.

Maia sonrió irónica.

—No hay de qué...— Ella observó el reloj en su muñeca— Ya me iré, si necesitas algo, sólo llama— Observó a Valentina y ella asintió— Hasta luego.

—Ella no puede ser tan linda...— Susurró Daniel algo alto al notar a Maia a la distancia— Valentina y Agustín comenzaron a reír cómicamente— ¿Qué? — No entendió su reacción.

Varios minutos más tarde entre las risas y la confusión el doctor en turno se acercó a ellos con unas hojas en mano.

—Buenas tardes, Carlos Millán— Se presentó estirando su mano derecha, Agustín le respondió cordialmente— Tengo conmigo los exámenes de Valentina.

—Todo está bien— Valentina bufó.

—No todo está bien señorita. No me gusta colocar el ambiente tenso, pero la situación lo amerita— Comenzó a leer las hojas— Valentina está presentando un cuadro anémico bastante avanzado— El ambiente se colocó algo tenso— Si no se trata lo antes posible, podría llegar a mayores, como el padecimiento de leucemia— Terminó el doctor.

—¿Cómo lo tratamos? — Agustín se colocó firme.

—Se le colocará un tratamiento con una cierta dosis de hierro para aumentar los glóbulos rojos además de un régimen alimenticio— Indicó.

Agustín asintió y observó a su hermana.

—Con permiso— Millán se retiró.

—¿Ya lo sabías? — Le preguntó Daniel a la rubia. Valentina bajó la mirada.

—No exactamente... Había investigado los síntomas, pero no es para tanto.

Agustín se levantó de su lado con algo de cólera.

—Valentina, sabes que somos propensos a ello— Comenzó él.

— No es para tanto— Quiso calmar los ánimos de su hermano.

— ¿No? ¡Pareciera que quisieras morir justo igual que mamá! — Le reclamó y salió del área de emergencias.

Daniel le mantuvo la mirada fija en silencio.

—¿Qué? — Se quejó al sentir presión sobre ella.

—No puede ser posible que lo escondieras, sabes cómo es con todo este tema— Replicó Daniel.

—No lo escondí... Sólo tomaré el tratamiento y caso resuelto— Se levantó de la camilla para ir tras su hermano.

Daniel se acercó hasta el doctor para discutir sobre tratamiento. Ya fuera de las paredes del hospital se encontraban ambos hermanos.

—Sólo te pido que no faltes al tratamiento— Dijo Agustín a través de sus lentes de sol.

—Está bien— Ella se cruzó de brazos como una niña pequeña— Lo único que te pido es que no le cuentes a papá.

Agustín no respondió por unos segundos.

—No se enterará— Bajó la guardia— Además, sabes muy bien que no sé nada de él desde que me entregó sus acciones. Probablemente se largó del país— Se sentía algo de remordimiento en sus palabras.

Valentina lo abrazó intentando calmar su rabieta.

—¿Nos vamos? — Daniel salió por las grandes puertas de vidrio— Tengo las indicaciones para el tratamiento— Mostró la hoja de color azul en su mano.

Valentina y Agustín asintieron caminando hasta el lujoso auto de color negro que los llevaría hasta su residencia.

(...)

En uno de los teatros algo deteriorados de la ciudad se encontraba la compañera de alquiler de Maia; Sofía intentando que su amiga contestara una de las cinco llamadas que ya le había hecho.

¿Sí? — Contestó Maia a través de la línea telefónica.

—Te tengo una gran noticia...— Dijo con algo de nervios— ¡Lo logramos!

¿Qué dices? — Respondió Maia con confusión.

—¡Tengo el papel! —Exclamó Sofía con gran felicidad.

Dusk Till DawnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora