Odio

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El tic-tac del reloj ya me era insoportable, las voces de mi hermana y madre conversando de cosas triviales me ponía los pelos de punta mientras apreciaba la ventana con sumo temor.

¿De verdad Kageyama se presentaría a esas altas horas de la noche en la residencia? Pensaras como lo pensaras... era más probable que todo fuera real a que una mera broma. Dando un suspiro acaricié mi vientre, el estrés de la situación lograba que leves punzadas de dolor me trajeran de vuelta al planeta tierra.

— Lo sé, lo sé... tengo que controlarme — musité para mí mismo en un susurro antes de salir de mi habitación.

No iba a quedarme con los brazos cruzados, así que cerré todas las cortinas de la casa y arrastre a mi madre con mi hermana a una habitación cualquiera para que tuvieran su tiempo de "mujeres" viendo una película que pasaban por el cable, mientras menos actividad en el hogar, mejor. Ya con todo eso pude apagar las luces una vez que las puertas fueron cerradas con pestillo ¿Exageraba?... tal vez un poco.

Tirado en el sillón, con la respiración agitada, busque la calma que necesitaba, temía por lo que podría pasar, ese posible odio que podría ganarme por su parte, me aterraba

Nuevamente acaricie mi vientre con cuidado ¿Qué pasaba si esto se me hacía un hábito?

— ¿Por qué tu mami es tan tonto?... Al primer enfrentamiento y ya armo un escudo en el hogar, perdón.

Mis ojos se iban cerrando por el continuo silencio, aún no era la hora para mi siesta, pero ya ese fuerte cansancio me obligaba a irme a los brazos de Morfeo. Unos leves ruidos provenir de la parte trasera de la casa me trajeron de vuelta de mi adormecimiento ¿Qué había sido eso?

— ¿Gato?... — nuevamente, el ruido de matorrales siendo movidos era muy claro. No pude evitar no sentir miedo, ¿Acaso un ladrón se había colado en mi hogar?

Sin duda alguna, la desgracia me perseguía, era el único hombre y ahora estaba en un estado que no me dejaba actuar con toda libertad, mi madre ya también tenía su edad y mi hermana... ¿Qué podría hacer contra alguien peligroso?

Me levanté del sofá con cuidado, miré el interruptor dudando si encender o no la luz... no, lo mejor era estar a oscuras, tal vez si la prendía arremataría agresivamente contra la casa, así que yendo a la cocina y tomando una cuchara de palo, instrumento más cercano que encontré. Fui a pasos lentos a una ventana que daba con el patio y me agache con delicadeza para no ser descubierto.

Corrí un poco la cortina para notar la silueta de alguien tratando pasar la muralla, lo sabía, era un ladrón.

La luz se encendió sola por mis espaldas, era mi madre que me miraba extrañada para después apreciar a lo que yo le temía.

— Oh, Kageyama! — la voz alegre de mi hermana me hicieron mirarla, la menor también había bajado. Pero quién diría que lo ella dijo me hicieron mirar nuevamente la silueta, dando con un peli negro muy molesto y con notable agitación colgando de la pared.

Sin poder detener a nadie, ambas mujeres salieron al encuentro del contrario para ayudarlo a bajar, en cambio yo... pues yo.... Estaba temiendo por mi vida ¿Y si mejor me iba a África? Si, mejor eso, así que no perdería más mi tiempo, empacaría todo para huir ahora.

— Hi...na...ta!— esa voz con sumo enojar, más el aura asesina que tenía Kageyama me hicieron quedarme quieto — ¿Acaso ibas a escapar de mi?

Me voltee lentamente para mirarlo, con una sonrisa forzada para detonar mi inocencia, pero la cual se esfumo al ver esa misma alegría siniestra por su parte.

— ¿Y-yo? ¿Por qué hacerlo? Jajajaja, deja de imaginarte cosas.

"Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre...." sí, estaba rogando por mi vida.

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