Tsukishima

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En verdad… fue en una temporada de verano cuando mis sentimientos florecieron, en ese momento estaba levemente perdido y desorientado por culpa de una insolación que me llevaba acarreando por el fuerte entrenamiento de trotar por las calles, no podía explicarme como Kageyama y Hinata tenían ese ánimo para salir volando con este anormal sol, bueno, de igual modo no los culpo, en un intento de no quedarme atrás esforcé más de lo que no debía a mi cuerpo

Mi vista había estado nublada por unos segundos, no sabía si fue por algo de empañamiento en mis lentes por culpa del sudor o mi propia vista que iba cediendo en esos instantes. Las rodillas me flaquearon a tal punto de perder el equilibrio, más el golpe de mi cuerpo con el cemento nunca llegó… Al contrario, un aroma agradable me empezó a envolver, llamando mi atención, además de que el torso donde era afirmado mi peso, se podían sentir las claras marcas de los pectorales.

— Oye ¿estas bien? — Esa voz levemente ronca aún me mantenía en sus brazos, la cual me era raramente familiar, solo que mi mente en agonía no podía reconocer.

El golpe de la mochila del contrario al caer al piso me hizo volver un poco a mis cintos sentidos, fue en eso, que vi a Kuro, mis pupilas se habían dilatado y no podía explicar si llevaba las mejillas rojas por su culpa o por el notorio cansancio. El tema es que esa sonrisa de alivio que me dedico fue un vuelco de emociones que había estado reprimiendo.

Tuve que alejarme de golpe, parándome digno y mirándolo con el típico odio, dejando en claro la amenaza, de que, si se reía, las pagaría bien caro.

— Me diste un buen susto, gracias a Dios alcance a agarrarte ¿Puedes caminar? Si quieres puedo cargarte como princesa — Me guiño el ojo para darle humor al ambiente, cosa que no funcionó para mi.

Ese ofrecimiento me puso incómodo, para tapar mi boca, la cual delataba mis claros nervios, me dispuse a seguir con mi trote. Por lo menos eso pensaba hasta que mi brazo disponible fue agarrado de golpe, mintiendo en mi mente que los sentimientos recién sentido… fueron cosas de un simple delirio.

Me volteé a verlo, esos ojos negros que expresaban absoluta seriedad me penetraron, dejándome sin aire y reiterando que el Alfa que estaba al frente, el cual siempre había ignorado, con una simple cercanía … lograron algo.

— Llévate mi agua por lo menos, si te desmayas, seré yo el culpable — Así saco su botella de la mochila, no tuve ni el tiempo de contestarle.

Fui jalado por este, tan pronto estuve en sus brazos fui mojado con ese frío líquido que vertió en mi, el cual me robo un jadeo tan pronto se deslizó por mi torso, tal vez que cara había puesto, pues el otro había quedado con la comisura de sus labios levemente abiertas. La palabra ‘hijo de puta’ estaba escrita en mi mirada tan pronto le quite la botella para seguir corriendo ¿enamorado? Idioteces, gracias a ese chapuzón había vuelto a mis cábalas, ignorando a quien abandonaba a mis espaldas y se tapaba la boca para disimular ese sonrojo creado.

Con el tiempo, ese aroma que había sentido me fue siguiendo, en verdad algo se trataba de descifrar en mí que no le podía encontrar respuestas algunas. Por más que veía al otro jugar en los partidos, en un disimulo análisis, mi corazón se aceleraba, claro que eso cedía tan pronto hacía un comentario estúpido.

Kuro en si, era estúpido, no era para mí en absoluto, por lastima el destino no lo escribe uno, eso aprendí con mi historia, todo está en manos del tiempo… nadie puede correr de esto, sin querer, ese idiota había aprovechado mi momento débil para entrar en mi corazón, lo bueno es que manteniendo la distancia correcta… podía seguir todo tan normal como siempre…. Al fin y al cabo, yo mismo sentía que no era para Kuro.

Todo esto comienza en verdad hace mucho tiempo atrás, mi madre, la joven hija de un obrero me había traído al mundo para ampliar una familia que estaba destinada a separarse. Después de que mi padre se casara por segunda vez cuando tenía 12 años, vino el segundo golpe que me hizo ver con deshonra a los Alfas, el fraude de mi hermano… ese hombre que tanto me había hecho sentir orgulloso, simplemente tiro todo por la borda por una vil mentira.

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