Tokyo

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¿Qué es esto?¿Continuación? PUES SI. Es un capítulo tranquilo, así que relájense ;)

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Había tenido suerte, sólo por unos pequeños intervalos de tiempo Hinata había logrado llegar a su casa con algunas ligeras gotas de agua por encima de su ropa. Era extraño, el clima en esos entonces era tan helado y sin embargo sus mejillas estaban rojas por el insistente calor que su cuerpo había generado.

–Estoy en casa– Comentó al fin con la voz aferrada en un hilo por la intensa maratón que se había dado.

Su madre no tardó mucho en aparecer para dar con su encuentro, llevando su mano hacia sus labios con tal de ocultar el jadeo de sorpresa que casi se le escapa tras ver a su hijo todo sudado. Natsu no tardó mucho en unirse en la imagen familiar, mirando extrañado a ambas personas por no decir nada.

–Bienvenido, Hermano– Se atrevió a decir la menor tras percatarse de que su madre se había "olvidado" de sus modales.

–Natsu ¿Puedes ir por una toalla? Por favor.

La joven niña miró confundida a su propia progenitora antes de darle una gentil sonrisa. Como buena chica obediente no se molestó en contradecirla, era joven, y levantarle la voz a su madre aún no estaba en su diccionario.

Por otro lado, bastó con que Natsu desapareciera de la habitación para que la madre de Hinata cambiara su agradable mirada. Estaba furiosa, Shoyo lo supo tan pronto vio como su entrecejo se arrugaba ¿De nuevo iba a ser regañado? ¿Qué había hecho mal? La vio meditar, mientras su mente intentaba idear la perfecta escusa que lo pudiera salvar de un pronto castigo.

–Mamá, yo, es que sino corría, me iba a mojar, entonces... verás.

–Lo sé, no es eso lo que me preocupa– Suspiro al fin aquella mujer antes de formar un sutil puchero con sus labios.

Hinata se tensó en un mismo instante, sus sentidos estaban alerta aun en espera del posible reto, pero tan pronto los brazos de su madre lo rodearon, sintió un ligero sollozo acompañado de unas cálidas lagrimas que pararon en su cuello. Fue con ese acto que bajó la guardia, sabiendo en el instante que la persona que vio tan valiente, en verdad era muy frágil.

–Hoy llegaron los resultados de castas de Natsu.

Murmuró con pesadez mientras tapaba frustrada sus labios en un intento de ahogar sus propios jadeos. La mente del pelinaranjo saboreo unos momentos aquel comentario, analizando por unos momentos el que había de malo con esas palabras, sin embargo, tan pronto creyó tener la respuesta, su progenitora se lo confesó en un susurro.

Es Omega... yo, lo siento tanto.

Los ojos del menor se quedaron congelados mientras miraba el aburrido reloj que marcaba la hora, su madre lloraba mientras él intentaba procesar de dónde venía ese malestar. Su mente se ahogaba, al igual que sus piernas se sentían más endebles... No lo entendía ¿Por qué su mamá lloraba? ¿Ser Omega... es malo? Él lo era, y nada malo había ocurrido ¿no?

Sonrió con sorna ante su propio pensamiento, era cosa de verse en el espejo y de analizar un calendario para entender en todo el embrollo que se había metido por pertenecer a una inútil casta.

Estaba furioso y agotado, aun así, se tomó la molestia de abrazar a la frágil mujer que se desarmaba frente suyo, una mujer que ahora mismo no era su madre, porque su madre, por más que la hubiera jodido, jamás pediría disculpas por darles la vida.

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