Torneo

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Perdón por la demora, actualización al fin ;)

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"Oye, Oye ¿escuchaste? El hijo mayor de los Hinata está con sorpresa"

"Si, ayer lo confirmé, lo vi"

"Es culpa de la madre, por eso no se tiene que armar una familia estando solteros"

"¿No te había dicho yo que era una ramera? Siempre sonriendo... la pobre nunca hace nada por ellos"

"Que vergüenza de hijo, que pena por la niña"

"Una vergüenza"

"Lastima"

"Lastima su vida"

El momento que tanto había temido Hinata, finalmente se presentó. Era una pesadilla en carne viva, el día en el que no participaría en un partido, no, en un torneo, sin siquiera estar en la banca le estaba tocando en estos mismos momentos a la puerta de su casa.

No tenía ánimos de levantarse, su mundo se había reducido a su habitación y a ese balón que abrazaba con esmero entre sus brazos. Sus ojos, anhelantes de querer llorar, se encontraban ya totalmente secos a estas alturas gracias a las hormonas.

Estaba agotado, las noches anteriores habían sido con pocas horas de descanso gracias a los continuos movimientos de su hija. La situación que en un principio le había causado tanta ternura, ahora mismo se tornaban en un tremendo dolor en el trasero.

–Para, por favor – Murmuro por enésima vez mientras se sobaba de manera lenta su abdomen.

Y es que ya lo presagiaba, no necesitaba ver a esa pequeña para decir con seguridad que tendría el humor de su temido padre. Día que se sentía mal anímicamente, día que lo castigaba. Por lo que, ya rendido ante aquel berrinche que estaba armando su primogénita en su interior, tomó el buzo de su amado Karasuno antes de bajar con cuidado las escaleras de su hogar.

En verdad ni siquiera sabía por que sus pies lo guiaban a aquel lugar en dónde se despediría del equipo. Era un día feo... muy opaco para su propio gusto, en su mente sentía que podía tener todo el derecho de quedarse en su habitación, en total, sería entendible ¿No? Claramente, iba a ser entendible para los demás, aunque... no para él.

Sus labios pegaron un sutil suspiro después de pasar la odisea de ponerse sus zapatos, en estos últimos días había estado en completa soledad en esas cuatro paredes.

Nishinoya habría estado practicado de forma constante con tal de llegar al torneo de primavera. Por lo que, tras ir asomándose la final, no había tenido el valor como para pedirle al líbero su compañía en sus horas médicas. No quería ser una carga, ni mucho menos volver a relacionarlo con su padre, en sí, no quería lastimar más a quien había estado a su lado todo este tiempo.

El caso de Kageyama no era muy distinto al de su amigo, su presencia le molestaba. Lo ponía nervioso y ansioso cada vez que tenían la oportunidad de quedarse a solas, y aunque su corazón se lo pidiera con mil plegarias el acto de estar a su lado, su mente ejercía un esfuerzo descomunal por mantener las distancia.

Verlo, le generaba la peor culpa que pudiera existir.

–Hermanito...– Una sutil voz finalmente pudo ser capaz de extraerlo de sus pensamientos banales. Sus labios habían soltado un pequeño jadeo cuando pudo apreciar que su pequeña hermana estaba bajando las escaleras con los pies descalzos.

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