~Capítulo 3: Sospechas~

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Una semana trascurrió, el pecho parecía hundirsele cada vez que le observaba a lo lejos en cada entrenamiento, y aún que le ignorase por completo no podía evitar sentirse mal. Y una vez mas, al término de éste, corrió a su refugio, tapándose por completo, queriendo olvidar todo, arrancar la imagen en su mente, el amor del corazón, y sus besos y caricias del cuerpo. Y aun así, a pesar del mal trato y la nula confianza, una llama de esperanza se mantenía encendida en su interior, queriendo arreglar las cosas y volver a estar juntos, como siempre. Perdonaría todo, con tal de tenerle a su lado, abrazándole y mimándole. Cristalinas lagrimillas comenzaron a caer, ahogando las penas y el dolor en su almohada, la cual por aquella tristeza se humedecía lentamente.




























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El día era tranquilo, demasiado en realidad, los caballeros de Athena entreneban como todos los días, queriendo mejorar sus técnicas, y usarlas contra el enemigo si en un futuro apareciese, la falta de uno de ellos pareció ser notada por todos, mirándose unos con otros por la ausencia de éste, en especial a quién creían era aún su pareja, pero Milo simplemente les respondía tajante, internamente preocupado por su falta.

En el templo de acuario un pálido Camus vaciaba su estómago por quinta vez consecutiva, despertó con mareo y horribles náuseas, no entendía que le sucedía. Un tiempo para aca su apetito se volvió voraz, no podía estar tranquilo sin un dulce o alimento en la boca, lo que acarreó un leve aumento de peso, pero le restó importancia, bien podía bajarlo entrenando. Otra cosa alarmante era el inexplicable sueño que parecía dominarle, no existía una razón lo verdaderamente razonable por estar siempre en la cama, sus fuerzas le abandonaban casi siempre. Al salir del baño con la boca limpia se encaminó al refrigerador, juntó sus cejas, indignado y molesto ante la falta de alimento en el. Decidido se apresuró y atravesó piscis sin notarlo, arrodillado frente a su diosa informó su petición.

¿¡¡Cómo qué ya no tienes alimento!!? Acabas de ir por el sustento hace un par de días ¿Cómo es eso posible? —exigió saber la razón.

—Lo sé, pero no queda nada y...—

¿¡¡Te han robado!!? —alarmada preguntó, tras recibir una negación se calmó— ¿Estonces?

—En verdad lo lamento pero, me lo he acabado todo —reveló, con las mejillas sonrojadas, la menor le miró perpleja.

Soltó un suspiro pesado— Está bien, pue—

N siquiera terminó la frase, se vio interrumpida por el caballero presente, quién sintió como el estómago se le revolvía, haciéndose notar por medio del asco, su mirada acuosa dio con la puerta no muy lejos, corrió, y de una patada algo brusca ingresó, vaciando el poco alimento que quedaba en su organismo. Una vez terminado enjuagó su boca cinco veces, quitando la sustancia rancia en su cavidad bucal. Tras salir con la cabeza baja, las mejillas levemente sonrosadas, disculpándose una y otra vez con nerviosismo por lo sucedido. Aquel comportamiento desconcertó a Saori, si bien era cierto que estaba enterada de la ruptura de Acuario y Escorpio, la actitud reservada, escudriña, y hasta fría del caballero de la onceava casa se vio envuelta en un giro de 360°. A pesar de la tristeza que percibía en su rostro, la conducta presentada era cariñosa, hace unos días le vio abrazar al caballero de Aries, y para su sorpresa besar la mejillas del hombre mas cercano a dios. Reía con el par, casi como si hubieran sido los mejores amigos desde siempre. Si bien era cierto que prefería este Camus estaba preocupada, no podía ver a este último y Milo justo, sus caminos estaban separados, al igual que sus vidas, podía percibir la presencia de dos personas, una podía reconocerla como la amazona de cobra, pero la restante no tenía un rostro, ni un cuerpo, solo una sombra, y le aterraba ¿Qué podía significar?

No pudo resistirse a preguntarle si estaba enfermo, a lo que este con un suspiro afirmó, relatándole los síntomas que estaba teniendo los últimos días, entre asombrada y shokeada le observó minuciosamente. Ante el escudriño Camus mordisqueó sus delgados labios, con las manos hechas puño a sus costados. El mayor rompió el silencio, informándole que olvidar su petición, no tenia tiempo de ir por los alimentos, necesitaba unirse al entrenamiento, estaba mas que retrasado. Pero sus planes fueron absueltos por su diosa, quién prácticamente le ordenó irse a dormir, lucía deprorable. No le quedó de otra que acatar, deteniéndose unos pasos de la salida a las palabras de la menor «No te preocupes, tan sólo descansa. Mandaré a un caballero por los víveres, necesitas alimentarte, mas ahora —No entendió lo último, pero asintió, agradeciéndole las molestias.

—Serán ciertas mis sospechas —murmuró por lo bajo, temiendo ser escuchada. Se dirigió a su alcoba, no sin antes mandar al patriarca por Mü de Aries, necesitaba entablar una conversación lo bastante seria y preocupante con él. Tras tenerle frente a ella, ordenó ir por alimentos para el guardián de la vasija, extrañando al peli lila, le había acompañado hace dos días, el aun conservaba la mayoría, ¿Por qué Camus no? Athena se vio en la necesidad de relatar lo acontecido hace minutos, ante la sorpresa del ariano y la incertidumbre de ésta, con una sola idea rondándoles la mente, demasiado alarmante y descabellada para ser cierta.

Retirándose por el mandado tiempo después, Shaka cuidaba a Camus, no tenía de que preocuparse. Una vez terminado subió al templo del anterior nombrado, encontrándole sumido en un profundo y pacífico sueño. No pudo más con sus dudas, por lo que contó al rubio, éste un poco pálido le dijo que tenía la mismo duda. Por lo que dejándole al cuidado del francés abandonó dicho templo, no se quedaría así.

Al día siguiente Camus tampoco asistió al entrenamiento, así fue hasta cumplir una semana, todos estaban preocupados, no le habían visto salir ni un solo momento de su templo.




























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Era una tarde demasiado fresca, el caballero de Piscis, Sagitario, Capricornio, Vírgo, Aries y Géminis se vieron en la necesidad de visitar al ausente. Mü y Shaka subieron por precaución. Fueron fieles testigos como entre abrazos y risas éste les recibió, dejándoles atónicos por lo visto. Le vieron hablar con una gran bandeja de comida a su lado, masticando cada porción al hablar, sin parecer asqueroso. Se reusó a compartirles, eso sí, les sirvió porciones pequeñas del refrigerador, haciendo un puchero al verles comer. Entre lágrimas, risas, bromas y disculpas pasaron el rato, shokeados al verle. Si bien percibían mas masa en su cuerpo, le echaron la cualpa a la comida, aun que muy internamente una idea lo suficientemente descabellada rondaba sus cabezas.






Cami.

El Último Beso © •Milo & Camus•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora