El espectro del 80 west.

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"La sentí llegar antes de que la viera, sabia que era ella, tenía que serlo."

Mis días pasaban como suero de miel, espeso, largos, eternos.

No dormía, literalmente no lo hacía debido a mi condición. No había remedio para esto, o al menos uno que yo supiera. Era una enfermedad sin cura. Una enfermedad sin cura hasta que ella llegó, otra vez, revolviendo todo a su paso, de repente ya no estaba solo.

"Puede dejar las cajas ahí." Escuché su voz hermosa resonar vibrante en mis oidos.

"Segura? La puedo llevar hasta su habitación. No es problema."

"Estoy segura, ya ha hecho demasiado."

Me acerqué a ella un poco o demasiado porque volteó su cara de repente y quedó justo en mis nariz. Ella lo ignoró o no lo sintió. Yo estaba ahí, frente a ella y ella no pudo sentirlo, ella no podría verme lo sé, por más que lo deseara o implorara, ella no podría.

"A ver. Ugh que montón de cosas! Por qué tengo que tener tantas cosas que organizar."

De repente dijo cuando hubo cerrado la puerta despidiendo a el caballero que amablemente le ayudó a subir sus cajas.

Nunca había estado tan feliz de que alguien se mudara en este viejo apartamento. Todos los que pasaban por aquí de una manera u otra querían deshacerse de mi, no podían y no es que no lo quisiera, es que este era mi destino, vagar sin remedio entre el mundo de los vivos. Mi "vida" no podía ser más deprimente.

La vi estirarse como un gato y dirigirse a la cocina, la seguí cautelosamente no queriendo acercarme demasiado y asustarla. Vi como, con toda su gracia, preparaba una taza de té y se explayó en el sofá. No tomó mucho tiempo para que cayera rendida en un sueño profundo, tan profundo que me atreví a tocar su pelo rojo como llamas y aun así ella no despertó. La vi dormir toda la noche, hasta el amanecer.

El espectro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora