Cada historia tiene su comienzo y esta comienza con nuestro protagonista, durmiendo plácidamente cuando los rayos del sol entraron por la ventana de su habitación. Su pelo caído le protegía de la luz, pero no del calor. Este decidió abrir sus ojos y se levantó, con todo su pelo caído que le tapaba los ojos. Se levantó con dolores en sus músculos y decidió ir al baño para mojarse un poco la cara y al levantar su cabeza, pudo ver su reflejo en el espejo. Nuestro protagonista es Sergio, un chico de 17 años, normal y corriente, que recordaba lo que momentos atrás había estado soñando.
Sergio sabía que, físicamente no se había movido de su cama, pero en el sueño, le parecía que su mente no estaba en el lugar correcto. En el sueño, todo a su alrededor era negro y no podía sentir su cuerpo, deseaba mover sus brazos, incluso sus dedos, pero era como si ya no tuviera un cuerpo que mover. A pesar de la oscuridad del lugar, Sergio trató de buscar una salida. Intentaba visualizar algo, una minúscula gota de cualquier cosa que no fuera del mismo color que el fondo. Pero no había nada. Sergio solo sentía que quería salir de la prisión en la que se encontraba y haría cualquier cosa con tal de escapar. ¿Qué podía hacer él? Un hormigueo recorrió su cuerpo y una luz, emergida del fondo del lugar le envolvió y fue cuando despertó.
Sergio regreso a su habitación, aun con los dolores. No había dormido en una posición correcta aquella noche y por alguna extraña razón, sentía como si no hubiera dormido nada. Miró el reloj y vio que eran las ocho y media. Sergio abrió sus ojos como platos al ver que, si no se daba prisa, llegaría tarde al instituto y sus profesores no le dejarían entrar. El instituto de Sergio tenía profesores disciplinados que no toleraban una infracción de las normas. Sergio pensó en que sus padres podrían haberlo levantado, pero recordó, que ellos no estaban en casa por el trabajo y decidió darse prisa en cambiarse de ropa. Preparó la mochila, cogió algo de la nevera y salió por la puerta de su casa rápidamente a pesar del dolor que sentía en su cuerpo.
Al llegar, no le esperaba nadie. Hacia algún tiempo, Sergio se distanció de sus íntimos compañeros de clase ya que estos hablaban a sus espaldas y sentía que no eran sus amigos, que se burlaban de él y eso le hacia sentir mal. Las risas y las pullas constantes por parte de sus compañeros eran graciosas para todos, menos para él. Sergio nunca se metió con ellos, nunca quiso el mal para nadie, pero llegados a un punto, decidió que lo mejor de todo es estar solo, acompañándose de él mismo en los buenos y malos momentos, para no tener que aguantar las insolencias de aquellos que le rodeaban.
Las puertas se abrieron y todos comenzaron a entrar. Sergio caminó hacia la puerta para ser empujado y tirado al suelo por uno de los alumnos del instituto, con tal de pasar primero. "Gilipollas..." Susurró Sergio con el ceño fruncido. Al parecer, el chico le oyó y volvió sobre sus pasos, girándose hacia él chico de pelo negro. Sergio pudo apreciar más a quien le había empujado y reconoció al deportista de la clase superior.
- ¿Qué has dicho? – Le preguntó a Sergio de mal humor.
- N-Nada...
El deportista miró la mochila de Sergio tirada en el suelo junto a él y le miró maliciosamente mientras se la arrebataba y rebuscaba entre sus cosas, tirando al suelo parte de sus libros. El deportista cogió una libreta y empezó a ver los dibujos que Sergio hacía en clase, pero no le sorprendió lo más mínimo, solo veía garabatos y por eso, arrancó las hojas y las arrugó, una por una, dejando las bolas de papel en el suelo. Sergio estaba enfadado, quería golpear a aquel deportista y ya se estaba imaginando el resultado. Se levantó, pero antes de poder tocarlo, los amigos de este le cogieron por atrás y el deportista, viendo esto golpeó con fuerza a Sergio en el suelo, insultándole. Nadie hizo nada, los alumnos pasaban sin siquiera mirar y el profesor que estaba ahí, ni siquiera intervenía, tan solo se quedaba mirando, diciendo que dejaran de jugar.
El deportista y sus amigos decidieron dejarlo. Sergio recogió los libros y los papeles arrugados tirados en el suelo y se levantó como pudo, dirigiéndose hacia su respectiva clase. Llegó tarde por culpa de aquella panda de deportistas. La profesora iba a sacarlo, pero vio los rasguños en ropa y el mal estado en el que se encontraba y sin siquiera preguntarle si estaba bien, tan solo le dijo que se sentara.
Sergio se sentó en su pupitre y un compañero al lado suyo vio al pobre de Sergio agonizando y decidió preguntarle.
- Oye Sergio... ¿Estás bien?
- Sí. – Respondió, obviamente mintiendo.
Sergio no quería hablar del tema, tampoco entendía porque le daba tanto miedo hablar sobre ello. Lo que sufría era bullying y sabía que era un tema del que no tenía que callarse, pero lo hizo igual, estaba muy asustado.
Las clases pasaron rápidas y con normalidad. Sergio tuvo un descanso de 15 minutos que volaron y acabó las clases como de costumbre. Salió y caminó hacia su casa, solo. Pero por el camino, sintió un cosquilleo en la parte de su nuca, miró de un lado a otro de la calle sintiendo como lo estaban siguiendo y al no ver a nadie, comenzó a caminar más rápido. Tan solo faltaban unas calles para llegar a su casa y al verla a lo lejos, decidió correr, pero no fue suficiente y ellos lo alcanzaron.
Al ser un grupo de deportistas le pasaron por delante y le acorralaron, justo en el edificio que era su casa. Eran tres contra uno, pero no pareció importarles, solo querían divertirse más de lo que ya habían hecho, ver sufrir al chico que tenían delante. El deportista de aquella mañana le dedicó una sonrisa intimidante.
- Mira que tenemos aquí. – Contestó.
- D-Dejadme en paz. – Le respondió Sergio con voz baja por lo aterrorizado que se encontraba.
- ¿Puedes decirlo más alto? – Dijo uno de sus amigos entre risa.
- ¡¡Dejadme en paz!! – Les gritó.
- Uy, cuidado Alex. – Dijo uno de los amigos del deportista alzando sus manos y agitándolas. – Que el niño se nos revela. – Se burló.
Sergio trató de pasar por al lado de uno de los que le rodeaban para entrar en su casa, pero este no se lo permitió y le cogió, empujándole al suelo. "Aún no hemos terminado contigo." Dijeron. Los tres comenzaron a acercarse a él con lo indefenso que se encontraba. "¡Ya me pegasteis esta mañana! ¡Buscaos a otro!". El deportista, de nombre Alex, negó con la cabeza y haciendo crujir sus nudillos. "Aun no estoy satisfecho." Afirmó levantando su puño. Sergio se protegió con los brazos, protegiéndose de los golpes y patadas que le proporcionaban sus agresores. Sergio estaba llorando y no hizo nada para defenderse, dejó que le pegaran al no tener ninguna oportunidad contra ellos. Ni siquiera lo intentó y ese fue su error, el no intentarlo.
Cuando se cansaron, el deportista y sus amigos le dejaron en paz. Sergio estaba en bola, con moratones y heridas en sus brazos. Estaba llorando. Lloraba silenciosamente en aquella vacía calle. Al ver que ya no estaban, apartó sus brazos de su cabeza. Estos temblaban descontroladamente, no podía controlar el movimiento de su cuerpo. Con dolores por todo su cuerpo, cogió la mochila y abrió la puerta de casa con sus llaves, desplomándose justo en la puerta de casa.
- Ojalá me tratasen mejor. – Susurró. – Ojalá fuera más fuerte.
Sergio deseó que todo fuera más fácil y mejor, que no tuviera que sufrir más, que fuera lo suficientemente fuerte (Mentalmente como físicamente), para demostrarles que una persona débil como lo era nuestro protagonista, podía cambiar. Al final, Sergio acabó por dormirse en el suelo frente a la puerta de su casa, mientras una lagrima caía por su cara y tocaba suelo.
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Sexy Señorita: Auroras
RomanceSergio es un adolescente de bachillerato normal y corriente con un pasado... Tragico, y vive con miedo a los abusos que recibe día tras día, pero pronto, su vida da un giro inesperado cuando Sergio comienza a convertirse en una chica. ¿Por qué le ha...