Capítulo 9

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El resto del día Sergio no pudo sacarse el tema de la cabeza. La idea de quedar con su compañero de clase y tener una especie de cita le incomodaba bastante, no sabía qué hacer. Cuando su madre llegó del hospital, lo primero que preguntó fue el estado de su padre, por suerte, estaba sano y saldría en uno o dos días, y lo segundo, le explicó a su madre lo sucedido con Joan. Sergio tenía en la cabeza que le ayudara a ordenar sus pensamientos, no que su madre le ayudara a prepararse para su primera cita como una chica.

Sergio estaba molesto con ella, parecía tomárselo demasiado bien cuando él no hacía más que sufrir cada día por su transformación. Su madre la llevó a su habitación y para la cita escogió unos pantalones negros que marcarían sus piernas y trasero, y una camiseta blanca sin mangas. "¿No crees que te has pasado?" Preguntó Sergio seriamente. Su madre negó rotundamente.

Su madre dejó la ropa preparada encima de la silla. Ella siempre había querido una hija con la que hablar de ropa y que le contara su vida sentimental, pero entonces tuvo a Sergio. No le disgustó, quería a su hijo, pero ahora que ante sus ojos tenía a su hija, aquello le hacía muy feliz. Pero había algo que su madre no toleraba en su hija. Sergio estaba sentado como de costumbre, en una posición que las chicas no tendrían que estar. "¿Qué?" Dijo Sergio viendo la expresión de su madre.

Estuvieron toda la tarde practicando los modales. Su madre le dio una explicación sobre lo que tenía que hacer, lo que tenía que decir y lo que no podía hacer o decir. En esta charla, Sergio comenzó a dormirse por las tres horas de explicación que su madre le estaba dando. Se encontraba cansado, no quería seguir, pero su madre insistía. "¡Sergio!" Le gritó su madre para que prestara atención.

Ya era de noche, Sergio no quería ni cenar, solo descansar. Se levantó, ignorando los gritos de su madre y se encerró en su habitación. Cuando ya no la escuchó se sintió tranquilo. Se quitó aquella ropa que tenía y la dejó en un rincón de la habitación y poniéndose un pijama cómodo. Sergio seguía desequilibrado, constantemente le costaba caminar sin balancearse, a veces incluso pensaba que estaba por caerse. Se desplomó sobre la cama y cerró sus ojos.

Oscuridad.

El color negro es lo que Sergio está viendo y el vacío es lo que siente, flotando en aquella inmensa oscuridad que no sabía de donde venia.

- Rut... Rut... – Alguien le llamaba por su nombre de chica. – Abre tus ojos...

Sergio no quería hacerlo. Apretaba con fuerza sus ojos para mantenerlos cerrados ya que no quería ver absolutamente nada, pero sin poder evitarlo, los abrió de golpe. Y allí estaba él, de rodillas, con su cuerpo masculino frente a una gran polla erecta. Miró con grandes ojos a ese miembro viril. Estaba asombrado. Sus impulsos masculinos luchaban contra los femeninos, deseaba y no la deseaba con toda su alma. Miró hacia arriba y vio de quien era la polla en frente suya. Era de Joan. Sergio no sabía el cómo ni el porqué. Pero, ¿Por qué tenía que ser él?

- Toda tuya... – Le dijo.

Dejó de mirarle y la observó nuevamente. Sergio acercaba cada vez más su cara mientras las ansias de metérsela en la boca incrementaban. Intentó detenerse, pero sus manos y todo su cuerpo actuaba a voluntad propia. Sus manos se alargaron, la cogió. Para cuando quiso darse cuenta ya tenía la punta en la boca. Sergio solo quería cerrar sus ojos y despertar, pero a pesar de todo los seguía manteniendo abiertos.

Sin vergüenza, sacó su lengua y comenzó a lamer la punta. Notaba el tacto y también un olor que le incitaba a metérsela en la boca. Finalmente lo hizo y se la metió entera. La notaba hasta la garganta. Sus instintos masculinos habían perdido, en aquellos instantes no era Sergio, sino Rut. Su cuerpo comenzó a cambió de un segundo a otro y ahora ya no había rastro de su cuerpo como hombre. Rut comenzó a hacer maravillas con ella, metiéndola y sacándola de su húmeda boca, haciéndola aún más dura. La cara de Joan mostraba placer. Rut sabía que, si seguía así, Joan iba a correrse dentro de su boca y entonces no iba a poder parar. "¡M-Me corro!"

Rut notó como el semen bajaba por su garganta y no se detenía, era como si fuera infinito. Rut sacó la polla de su boca y saboreó la leche blanca del chico al que le había hecho una mamada y le resultó salado a la vez que delicioso. Quería más.

Pasó su lengua por la punta para limpiar los restos de la leche blanca de Joan.

- Dame todo lo que tengas... – Afirmó con una voz sensual y pasándose la lengua por sus gruesos labios.

- Como quieras. – Dijo besándola en los labios y agarrando con sus manos su redondo culo.

Joan la llevó a la cama entre sus brazos. Comenzó a besar su cuello, solo unas pocas veces antes de llevar su rostro a su expuesta vagina que ya estaba mojada y lista, pero Joan se contuvo para besarla lentamente. Rut levantó su cadera y Joan se posicionó, listo para introducir su masculinidad en su interior. Su gran polla entró y sin que el chico se lo esperara, Rut bajó sus caderas y notó aquel placer, el placer de las mujeres al tener una polla en su interior. Pensó que como era la primera vez, sentiría dolor, pero al contrario, cuando más la sacaba y la metía dentro de ella, más le gustaba. Gemía de placer. Todo rastro de hombre, toda vergüenza y preocupación desaparecieron de repente, Rut solo quería aquella polla.

Joan se movía en su interior con intensidad. De tanto en tanto, ahogaba su cara en sus grandes pechos, lo cual hacia que la sensación de placer incrementara a tal punto de que los dos ya estaban por correrse, juntos. Rut gemía de placer mientras estaba a punto de experimentar un orgasmo... Y de pronto, se hizo la luz.

Sergio abrió sus ojos de golpe. Su largo pelo le tapaba la cara. Con la mano se lo apartó y se levantó, dirigiéndose al baño. Se lavó la cara como de costumbre y se miró en el espejo. Su cara decía que no había dormido muy bien aquella noche, aunque cansado no era como se encontraba.

Miró abajo y observó su pantalón rosa manchado viscosamente. Bajó sus pantalones para ver sus piernas totalmente cubiertas de su propio semen, a pesar de que pensaba que lo que quedaba de su polla era un cascaron vacío y sus huevos se habían metido hacia adentro, parecía que no habían desaparecido del todo.

Pasó uno de sus finos dedos por el pantalón manchado y observó como el semen seguía en su estado normal. Supuso que se había corrido no hace mucho. Entonces recordó el sueño y sin pensárselo dos veces, metió ese dedo viscoso, manchado de semen en su boca. Lo saboreó. Le gustó y dejó el dedo limpio y reluciente. Pero Sergio quería más.

Al final, Sergio dejó su pantalón para lavar, libre de semen manchado en su interior. El recuerdo de volver a ser un hombre seguía dentro de la cabeza de Sergio, pero se desvanecía a cada día que pasaba.

Pero hoy decidió ser una chica y dejar los pensamientos como hombre a un lado ya que era el día en el que iba a quedar con Joan y tenía que prepararse.

Sexy Señorita: AurorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora