Capítulo 8

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Sergio abrió sus ojos al encontrarse su largo pelo negro tapando toda su cara. Aquella noche le había crecido mucho más. Al darse cuenta de esto, suspiró y se levantó de la cama. Al ponerse de pie, trató de vencer la fuerza de la gravedad, manteniendo el equilibrio. Parecía tener una diferencia de equilibrio. Tragó saliva y caminó hasta el baño. Se mojó la cara y se secó con una toalla. Levantó la cabeza para observar su cara totalmente femenina, supuso que no podía cambiar más durante el transcurso de su transformación. Se fijó en su pelo largo, le pasaba de sus hombros, pero se fijó en algo que destacaba aún más. Dos bultos en la parte de su pecho.

La cara de Sergio no mostraba ni una pizca de interés, tarde o temprano iba a suceder y Sergio lo sabía. Se quitó la camiseta para dejar al visto sus ya no tan pequeñas tetas. Eran grandes, pero no demasiado. Comprendió que el desequilibrio había sido causado por sus nuevas tetas. Sergio se puso nuevamente la camiseta, rozando su duros y sensibles pezones. La temperatura en el ambiente era fresca, por eso sus pezones estaban tan duros.

Sergio se bajó los pantalones para ver que la cascara de su polla seguía ahí, pero no le hizo especialmente gracia. "¿Sergio? ¿Estás aquí?" Preguntó su madre pasando por el pasillo y viendo el nuevo aspecto de Sergio. "¡Ay madre!" Gritó reaccionando a quien era su nueva hija.

- Una sola palabra y... – Sergio paró al escuchar su voz aún más femenina. Ya no podía hacer nada, así que lo dejó pasar. – ...Una sola palabra y te cierro la puerta en las narices.

- ¡No le hables así a tu madre! – Le gritó. – Parece ser que te lo tomas mejor.

- Creo que estoy aceptando que seré un chico nunca más. – Su madre se le acercó y la abrazó. Sergio ni se inmutó. No lloró, no sonrió. Nada. Parecía como si un tuviera emociones.

La madre de Sergio preparó el desayuno a su nueva hija mientras Sergio se miraba en el espejo seriamente. Estuvo casi dos minutos con la mirada fija en su cuerpo desnudo, pestañeó y se dio cuenta del miedo que daba. "Tengo que dejar de mirarme de esa forma.", pensó.

Sergio decidió quitarse el pijama y ponerse una ropa cómoda para estar por su casa, quería probar otro conjunto de ropa que le gustara. Cogió unas mallas negras con un pantalón que le llegaba hasta las rodillas y una camiseta de manga larga de color rosa blanco. No sabía porque, pero el color rosa parecía llamarle mucho más la atención que antes.

Bajó las escaleras y desayunó con su madre. Su padre seguía ingresado y no sabían nada de su estado. La madre de Sergio se quedó toda la mañana con su nueva hija hasta que, a las tres de la tarde, decidió cambiarse e ir al hospital a ver como estaba su marido. Sergio se despidió de ella en la puerta y al ver como se iba a la parada de autobús, cerró la puerta. "¡Espera!" Gritó alguien impidiendo que Sergio cerrara la puerta. Al mirar hacia un lado vio a Joan.

- Hola, prima de Sergio. S-Soy Joan. – Dijo presentándose como si fuera la primera vez.

- Ya sé quién eres. – Respondió entre risas. – ¿Qué quieres? Si es por los deberes, ¿No piensas que es mejor que se los mandes por correo o móvil?

- Eso sería genial si tuviera su móvil o correo electrónico, pero la verdad es que he venido a hablar contigo. – Dijo bajando el tono de voz al final de todo.

Sergio se sorprendió de aquello, formándose un nudo en su femenina garganta.

- Antes de todo, ¿Puedo saber tu nombre?

Sergio se quedó mudo por unos segundos, no se esperaba una situación como esta. Entonces pensó rápidamente en un nombre y recordó como sus padres iban a llamarlo si hubiera nacido como una chica.

- Me llamo Rut.

- Rut, bonito nombre. – Dijo Joan tratando de ser amable. – Veras, yo... Se que no nos conocemos de nada, pero, ¡Me gustaría pedirte que por favor que vinieras a pasar una tarde conmigo a la plaza! – Dijo soltando sus sentimientos hacia la figura femenina que era Sergio.

Sergio abrió sus ojos como platos observando a su compañero de instituto. No sabía que responder ante esta escena de libro de romance juvenil y la situación le incomodaba. No sabía qué hacer, no tenía mucho tiempo de pensar y actuó sin hacerlo. "Joan... A mi... Y-Yo..." Le costaba hablar y Joan se encontraba impaciente por la respuesta de la chica que tenía frente a él.

- Pareces una persona maja, así que... – Sergio respiró profundamente. – ¡Acepto! – Respondió. – Quedaré contigo una tarde.

- ¿L-Lo dices de verdad? – Preguntó. - ¿No estás siendo presionada ni nada? No quiero que te sientas incomoda.

- Como ya te he dicho, pareces majo así que te dará la oportunidad. – Dijo mostrándole su sonrisa.

- ¡Genial! – Dijo sin contener su emoción. – Esto, gracias. Entonces, ¿Qué día?

- Dímelo tú.

- ¿Mañana te va bien? – Le preguntó. - ¿Sobre las seis de la tarde?

- ¡Por supuesto! – Dijo feliz, ignorando lo que de verdad era en su interior.

- Te estaré esperando allí.

Joan se fue bastante más contento por donde vino, habiendo así cumplido su objetivo de pedirle lo que era una especie de cita a la chica que se suponía que cuidaba de su primo. Sergio cerró la puerta de golpe y se llevó las manos a la cabeza, "Pero, ¿Qué te pasa?", seguía sin creer que hubiera aceptado de verdad. Unos nuevos sentimientos surgían en él, era como si deseara de verdad pasar tiempo con un chico.

Sergio quería terminar con esta tortura, pero no quería herir los sentimientos de su compañero en el primer día. No sabía cuánto tiempo podía durar esta amistad y si podría convertirse en algo más. Lo único que deseaba era que no terminara como en su sueño, teniendo sexo con un chico.

Sexy Señorita: AurorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora