Capítulo 7

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Comenzaba a ser tarde, los padres de Sergio aún no habían llegado a casa y comenzaba a ser preocupante. Sergio se levantó de donde estaba y cogió el teléfono en su habitación. Marcó el número de sus padres y les llamó. Estuvo un buen rato intentando contactar con ellos, tuvo que llamarles más de una vez hasta que su madre lo cogió, "¿Mama?" Preguntó preocupado.

- Hola cariño... – Dijo su madre con voz débil. – Tu padre me ha venido a recoger y hemos tenido un accidente con el coche. – Respondió su madre. A Sergio se le heló la sangre.

- ¿Y-Y estáis bien?

- Estamos bien, pero tu padre se ha dado un buen golpe en la cabeza. Estamos en el hospital.

- ¿Y tú estás bien?

- Sí, sí. – Dijo su madre para tranquilizarlo. – No hace falta que te preocupes por mí. Mañana por la mañana regresaré, tu estate tranquilo. – Sergio estaba más calmado tras escuchar la voz de su madre. – Te dejo. Cuídate, besos y adiós.

Y colgó.

Al enterarse del accidente de sus padres, pensó que había perdido a uno de ellos, pero fue un alivio para él saber que no era así. Miró por la ventana cerrada de su habitación, la luna estaba en lo más alto ocupando el puesto del sol. Sergio estaba solo, otra vez. No le importó estar en casa sin compañía, era una rutina normal no estarlo. Sergio se sentó en la silla de su habitación y encendió el ordenador. No tenía hambre como para hacerse ahora la cena, así que comenzó a mirar videos en internet para tranquilizarse. Para su suerte, conservaba sus pensamientos masculinos y veía gameplays y blogs de sus creadores de contenido favoritos.

Pero de pronto vino a su cabeza algo que no quería volver a hacer en absoluto. Sentir aquel placer que tuvo masajeándose sus pequeños pechos, pellizcándose sus duros pezones y sintiéndose tan bien al eyacular. Agitó su cabeza y se centró solo en los videos, en esos videos de gente jugando, pero no era suficiente, seguía pensando en aquello. Sergio no sabía qué hacer, se levantó de la silla y empezó a dar vueltas por su habitación, intentando sacarse ese pervertido pensamiento de la cabeza. "¡No! ¡No! ¡No!" Decía repetidamente.

Sergio no podía luchar contra sus instintos, pero resistía todo lo que podía. No iba a dejar que aquello que le estaba cambiando, le ganara tan fácilmente. "¡¡Que no!!" Gritó dándole un fuerte golpea a la puerta del armario. "Mierda..." Dijo agarrándose la mano por el dolor. Miró la puerta del armario, viendo que había dejado un buen agujero en esta. Apretó los dientes con fuerza mientras pensaba en cómo explicarles a sus padres el porqué del agujero en el armario. Ya que la transformación no era una excusa. Cogió un poster de una de las viejas cajas bajo su cama y lo enganchó con cinta aislante en la puerta de su armario con la intención de que no se notara.

Soltó un alivio al tener un problema menos por el que preocuparse, pero su mano aun le hacía daño, tenía alguna que otra astilla clavada. Cogió los trozos de madera del suelo y los tiró a la basura y, con cuidado, se quitó las astillas clavadas, vendándose la mano. Ahora tenía las dos manos vendadas por clavarse pequeños trozos punzantes.

Parecía que todo volvía a estar correctamente, además, el pensamiento del masaje en los pechos había desaparecido, pero también pensó, ¿Cómo lo habría podido hacer si no puede mover sus manos por el dolor? Sergio dejó soltar una pequeña risa.

La noche se le hizo corta, comió y vio la tele. Durante ese corto tiempo no sintió ningún cambio en su cuerpo y se quedó dormido en el sofá. Al día siguiente, se despertó bien temprano al oír la puerta de casa cerrarse, su madre había llegado pero su padre no estaba por ningún lado. "Hola cariño..." Le respondió su madre.

- ¿Dónde está papa? – Preguntó el joven casi del sexo opuesto, al no ver a su padre por ningún lado.

- Ingresado. – Le dijo. – No parece ser muy grave, pero los médicos insisten en que se quede unos días. – Dijo forzando una sonrisa.

Al ver a su madre, Sergio supo que no todo lo que decía era verdad y sin preguntar, se acercó a ella para abrazarla. Estaba a punto de llorar por la salud de su marido, pero el abrazo de su hijo la tranquilizó, devolviéndole el abrazo a su nueva hija. A pesar de eso, no pudo evitar soltar unas lágrimas de pena por lo que estaban pasando su marido y su hijo.

- Tranquila. – Le dijo Sergio. – Papa es fuerte, saldrá de esta.

Su madre afirmó con la cabeza mientras se dirigía a su habitación. "No he dormido bien esta noche, así que voy a descansar." Le dijo mientras subía las escaleras al piso superior de la casa. Sergio le dedicó una sonrisa tranquilizadora y le dijo a su madre, "Duerme bien." Mientras la veía desaparecer. Esa sonrisa comenzó a desaparecer cuando sintió un tremendo dolor en su entrepierna.

Ardía y no pudo evitar quejarse de dolor. Quería gritar, pero su voz no llegaba a eso. Se bajó los pantalones y observó cómo sus huevos se metían hacia adentro. Era una sensación extraña y dolorosa que duró más de lo previsto, provocando extremo dolor a Sergio. Sus dos huevos acabaron por meterse hacia adentro, dejando solo la parte alargada fuera. Sergio lo tocó, estaba flácido y no sentía nada, ya no. Su polla era un caparazón vacío. No quedaba mucho para que su transformación finalizara.

- Si de verdad existes y estás ahí arriba... – Dijo Sergio refiriéndose a Dios. – ¿¿Por qué me haces esto?? No soy una mala persona.

Sergio se quedó tumbado en el suelo, con la mirada perdida en el techo y los pantalones bajados con lo que sería su nueva vagina, a la vista de quien entrara por la puerta. Nadie entró.

Tras un rato, se levantó. Miró que había pasado una hora desde que despertó y seguía con la misma ropa del día anterior. En su habitación, se puso un pijama de color rosa e incómodamente por tener su polla sin vida aun en su lugar, se acostó en la cama. Pensó que tal vez, todo esto terminaría y volvería a ser un hombre, pero a estas alturas, Sergio sabía que era un sueño imposible.

Sexy Señorita: AurorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora