James Beckett

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Llevaba ya tres días perdido en mi propio mundo, o mejor dicho en las atrocidades vívidas en el deposito de Yeezus, donde solo se podría aspirar ese nauseabundo olor a perdición.
No lograba entender cómo terminé en este lugar y mucho menos porqué seguía allí.
Y sí, puede que sea por mi incontrolable alteración ante la vida llena de mierda que se me vendría encima al salir de estas amplias cuatro paredes.

Estaba en constante pelea conmigo mismo, entre si aceptar que todo lo que hice y cómo actué, fue totalmente repulsivo y asqueroso, que ese no era yo, y que por más que quisiera que alguien como él dejara de existir, no debí abalanzarme hacia él con esas intenciones tan violentas y crueles.
Como también pensaba en si solo dejarlo así, sabiendo que era lo quería, y que de algún modo o en cualquier otro lugar hubiera ocurrido.

Al solo pensarlo o imaginarme de nuevo en esa situación, me vía carcomido por todos esos impulsivos sentimientos que en esos momentos me hicieron traicionar mi consciencia.

Día tras día golpeaba la pera que colgaba del techo del deposito, desahogando mis penas, dolores, y sobre todo el odio y decepción que tenía ahora del mundo y de mí mismo. Se podría ver a simple vista lo destruidas que mis manos ahora se encontraban. Era una mezcla de moretones, pellejo a carne viva, sangre seca como también sangre nueva naciente de las nuevas heridas.
Y fue entonces cuando el rostro de Marie vino hacia mí, diciéndome lo descuidado que era y que debía curarme y limpiarme esas heridas ya mismo.

Pero también fue en ese momento cuando recordé que si volvía a verla, ya no sería lo mismo, ella no me vería con esa hermosa sonrisa que me hacía temblar las piernas,  sus ojos café ya no me miraría llena de emoción y alegría, ahora estos solo pedirían a gritos una explicación a lo ocurrido aquella noche, desde mi manera de actuar hasta mi desaparición en el lugar menos indicado.
Y era eso la mayor razón por la que no quería regresar, por la que prefería permanecer encerrado en este lugar, tratando de buscar las palabras perfectas para la situación en la que ahora me había sumergido hasta el fondo.
Debía buscar arreglarlo, aunque fuera tal vez lo más difícil que me ha tocado.

Mi relación con Marie colgaba de un hilo, y estaba consciente de ello.
Estaba consciente de que tan solo una palabra fuera de contexto me haría perderla.
Estaba muy consciente de que tal vez no me perdone, de que tal vez no vea la situación de la forma en que yo la tuve que ver.

Lloro. Lloro cada vez que me imaginó sus labios diciéndome: "No, James. Me lo prometiste, me prometiste que cambiarias y no lo hiciste. Me engañaste"
Y mucho peor que me diga: "Ya no confió en ti. Ya no te amo"
Me hacía querer arrancarme cada uno de mis cabellos.

Y lo que nadie entiende y que tal vez nunca vean, es que yo sí cambié, yo si lo hice, yo sí lo intente, yo sí me esforcé, pero todo se fue por el caño, y no porque yo lo quisiera, porque si fuera por mí, jamás hubiese mirado hacia atrás como una opción.

Todo comenzó esa tarde en que internaron a Ashley en el hospital.
Recuerdo esa llamada de Andrew en la que me decía que tenía dos opciones:
× Llevar a Ashley a un buen hospital, sabiendo que saldría bastante costoso, y justo ahora no tenía los recursos.
O
× Llevarla a un hospital que estuviera a nuestro nivel, y correr el riesgo de perderla.

Sin duda alguna elegí a mi hermana, sin importarme que tal vez tuviera que vender incluso mi cuerpo, no me importaría si gracias a ello tendría a mi hermana sana y salva.
Prometí protegerla por el resto de mi vida, y estos años lo único que he hecho es descuidarla, y no había cosa que me hiciera sentir peor.

Recibí mucha ayuda, prestamos y demás por parte de mis amigos, pero sinceramente no era lo que quería. Marie habló conmigo, pidiéndome que la dejara ayudarme, que ella se haría cargo con Andrew y mi madre de pagar la cuota del hospital, pero sinceramente no lo quería, no quería que ella lo hiciera. Ella ya había hecho mucho por mí, ha sido ella la que ha gastado más dinero en mí, que yo en ella, y no debía ser.
No quería que ella llegara a pensar que me aprovechaba de su bondad solo por ser su novio.
No lo permitiría, debía salir de esto yo solo, yo era el hombre de la familia y era momento de salir a flote.

Estuve pidiendo un préstamo en la ferretería en la que trabajaba, pero el tiempo que llevaba allí, no era suficiente para que se me permitiera aquello.
Pasó mucho tiempo, y no veía por dónde podría encontrar basta cantidad, exceptuando mi más remota opción... volver a la banda.
La cual se convirtió en la más acertada en el momento en el que ya mi tiempo se había agotado.

No quise decirle nada a nadie porque sabía que jamás me dejarían hacerlo, en especial Marie, estoy seguro de que ella sería capaz de pagarlo todo sin consultármelo con tan solo no dejar que yo cayera en lo mismo, que tiempo antes había jurado jamás pisar.

Y la había decepcionado, la decepcione como nunca, y me parece que no será nada fácil conseguir el perdón suyo.
Y por más que me tratara de acoplar a lo que podría ser mi vida sin ella, no lo lograba, justo ahora sentía que ella lo era todo para mí. Y me costaba imaginar tener que levantarme sin el propósito de ver su sonrisa cada mañana.
Solo me consolaba el saber, que aunque no estemos juntos, podría verla cada día por el barrio, tan solo eso me bastaba.

Al cuarto día de mi aislamiento, me sentí plenamente preparado para volver a mi vida, a las personas que la rodeaban conjuntamente con los problemas que ahora me tocaría enfrentar.

Eran alrededor de las once de la mañana cuando llegué a mi casa, rebuscando en mi bolsillo la llave de la puerta, que luego de unos segundos colgaba de mis dedos en el llavero de figuras de metal, que Marie me había regalado meses atrás.

Con la puerta medio abierta, logré visualizar a mi madre sobre el sofá, con una taza de café entre sus manos, hablando entre dientes. Justo cuando me vio entrar, caminó a paso acelerado hacía mí, con una clara combinación de asombro, alegría, y algo de ¿tristeza?

-Has vuelto- fue lo único que dijo, llena de emociones.

-Eso creo- elaboré una mueca con mis labios.

-¿Dónde se supone que estabas, James Beckett?- sonaba alterada, pero no como de costumbre, más bien todo esto me resultaba muy extraño.

-No creo que eso importe ahora- mi voz sonaba más ronca de lo normal. Sus ojos me estudiaron de pies a cabeza, terminado sobre mi mirada. -¿Sucede algo?-

-Se ha ido, James- soltó sin ninguna expresión, luego sus ojos se fijaron en sus pies y su respiración se torno pesada.

-¿Qué?- mi voz era insegura y muy asustada ante sus suposiciones.
-¡Ashley!- empecé a gritar por toda la casa. No podía ser cierto, ella no se pudo haber ido con ese bastardo que lo único que hizo fue lastimarla y lastimarla, hasta el punto de casi matarla. -¡Ashley!-
Estaba muy molesto, sentí de nuevo todas esa ganas de querer matarlo y terminar con todo este odio de una vez. Pero todas mis fieras se calmaron cuando la rubia salió de cocina, totalmente desconcertada y claramente aliviada de verme allí parado.
-Ella está aquí- esta vez miré de vuelta a mi madre.

-No, James-

-Nadie se ha ido- le repetí.

-Se ha ido, James- esta vez Ashley me miraba a los ojos.

-Pero...-
Y fue justo en ese momento en que lo comprendí todo. Fue en ese momento en que mi vida dio un giro de 180°, cayendo sobre mi un balde de agua hirviendo.
Mi cuerpo y mi mente se vieron paralizados por un buen rato, sin saber que hacer, o tan siquiera saber que pensar.
Mi corazón latía a un ritmo acelerado, y mis manos oscilaban de una manera poco natural.
Lagrimas comenzaron a descender por mis mejillas, sin siquiera dar tiempo de sollozar, solo salía una detrás de otra de mis ojos.
Giré mi torso, mirando en dirección a la puerta abierta, recordando que hace días atrás saldría el avión a Manchester, el cual ella había cancelado, pero que aún podía tomar.
Volví a mirar de nuevo hacia dentro de la casa, y sentí como ya comenzaba a colocarse poco a poco más solitaria y triste, dejando que cada sentimiento de dolor que me hacían cada vez más inestable; recayeran sobre mí, sin importarme me hicieran caer lentamente.

Russian Boy •Editando•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora