Intento 10

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Samir no era el único que se demoró en conciliar el sueño esa noche. Esteban, dentro de su carpa, leía y releía el mensaje que había copiado. Decidió dividirlo para analizarlo mejor mientras anotaba conclusiones y preguntas en cada parte:

Te estamos esperando. Las voces tienen el propósito de comunicar esto a alguien en particular, a una sola persona, si no hubieran usado el plural: "los estamos esperando". Ello concuerda con la historia de alguien especial a quien el mensaje estaría dirigido, a... ¿mí?

Hemos viajado hasta este punto a fin de hacerte llegar nuestro mensaje. Las voces provienen de alguna otra locación. ¿Del mismo lugar de quien sea que contactó por primera vez a mis ancestros?

Si tienes el otofix, nos estás escuchando; si tienes el ocufix , nos estás viendo. El embudo de sordos se llama otofix y sirve para escuchar el mensaje. Existe otro aparato, el ocufix, y sirve para ver el mensaje. ¿Dónde está? ¿Quién lo tiene?

Si pensaste que esta era la llegada, tu destinación, el final, estás equivocado. Esta es la salida, tu punto de partida, el inicio. Si acato las instrucciones que me dan, me comprometo a seguir una jornada. ¿Para qué?

Fíjate en este mapa, memoriza sus detalles. Hay un mapa que no pude ver, de seguro se necesita el ocufix para hacerlo.

Sigue el camino indicado por la línea roja para llegar a Vaspulia. Si decido continuar con esto, tengo que ir a Vaspulia. ¿Dónde es eso?

Sigue el camino de la línea roja demarcada en el mapa. Toma exclusivamente el camino de la línea roja. Solo el camino indicado por la línea roja dibujada en el mapa. Al parecer es MUY IMPORTANTE que siga el camino señalado en el mapa con la línea roja.

Una vez en Vaspulia, abre la puerta. Hay una puerta en Vaspulia que voy a tener que abrir, ¿para qué?

Vaspulia... Ese nombre le sonaba conocido a Esteban, ¿dónde lo había escuchado antes? Si lo conocía de alguna parte, estaba convencido que podría encontrarlo a través de la Supernet, pero no podía ingresar a aquella desde donde se hallaba, apartado de cualquier computadora a una distancia superior a los mágicos cien kilómetros. Tendría que esperar estar de regreso en Analucía para conseguir acceso.

La Supernet, descendiente directa del Internet, fue creada por Huriana Te Mana durante el período conocido como la crisis informática. No era real que existiera la mencionada crisis, mas ella bautizó dicha época con ese nombre a causa de que el dinero determinaba quién podía tener alcance a una buena información. Mucha gente se encontraba limitada a anticuados métodos, como la utilización de libros, los que eran muy escasos en pueblos de pocos recursos económicos. En tales lugares vivían alrededor del 70% de la población mundial. La doctora Te Mana, experta en comunicación electrónica, desarrolló un sistema nuevo que no dependía de una central transmisora, sino de la red de emisiones establecidas por una serie de computadoras localizadas en un intervalo no mayor de cien kilómetros y que poseyeran el Switch 29. Lo descrito significaba, que si en una ubicación había más de un ordenador que tuviera incluido en sus componentes el Switch 29, y que se situara dentro de un mismo radio de cien kilómetros, estos tenían acceso a la codiciada Supernet. 

Por lo tanto, la Supernet resultaba ser una Internet bajo un sistema diferente de transmisión, el que garantizaba una velocidad constante de arribo hacia lo que se solicitaba. Su rapidez era igual a 0.5 segundos de espera, desde el instante en que se empujaba la tecla que pedía la información hasta la recepción de la misma. A la citada estructura no le llevó mucho tiempo cobrar vida debido a su gran conveniencia y eficacia (el número 29 indicaba que la doctora Te Mana pasó a través 28 prototipos, antes de estar satisfecha por completo de su perfección) y porque su costo se hallaba al alcance de todos. Al inicio el precio del Switch 29 era elevado, sin embargo, su creadora era una convencida que el acceso a la información no podía, ni debía, ser un hecho exclusivo de tan solo quienes pudieran pagarlo. Fue así que su invención fue presentada a su gobierno con la condición que se comprometiera a subvencionar el dispositivo.

A las autoridades no le pareció un costo extra, sino una inversión estratégica, por lo que otorgaron el capital necesario para la producción en masa de este invento que consideraron revolucionario. El sentido de visión del gobierno de aquella época no fue mal pagado, puesto que no demoraron otros en tocar a sus puertas a fin de firmar convenios de negocios bilaterales, ya sea con el propósito poder importar el Switch 29 o tener permiso de producirlo. La revolución producida fue tal, que en poco más de dos años se convirtió en un componente esencial de cada computadora. No se podía imaginar un hogar que no tuviera uno y la Internet pasó a ser parte de las historias que los abuelos contarían a sus nietos.

Esteban se puso a leer las anotaciones que había escrito. El hecho de no tener el ocufix no solo lo limitaba para saber el lugar exacto de Vaspulia, sino también como llegar allí. Seguir el camino indicado por la linea roja... ¡¿Cuál rayos sería ese dichoso camino?! Asimismo le inquietaban los tipos peligrosos que acaso estaban al tanto de esto, en especial que fueran ellos quienes tuvieran el ocufix. De igual manera, cabía la posibilidad que ese aparato ya no existiera; podía haberse destruido con el transcurrir de los años o tan solo hallarse perdido, enterrado en alguna parte.

Por el momento, la decisión crucial que tenía que tomar era si se comprometía o no a continuar adelante. Para él, esa fue una cosa rápida; tras abandonar todo lo que constituía su vida no había otra opción que el seguir con esta empresa. ¿Era esa la única vía en realidad? A lo mejor podía regresar con Isabel... Pero no, no lo haría por más que quisiera. No había alternativa, sabía que no debía detenerse, y si ella no quiso acompañarlo, él lo haría solo. Entonces, ¿el siguiente paso era? Retornar a Analucía, se dijo. Allí, con suerte, podré establecer dónde está o qué es Vaspulia y cranear con calma qué hacer después.

Analucía, el nombre de ese sitio siempre hizo reír a Esteban cada vez que se acordaba de su origen. La historia era tan tonta, que por eso mismo quizás era cierta. Cuentan que la primera persona que llegó al territorio de lo que hoy es el pequeñito pueblo de Analucía era un hombre de ascendencia Andaluza. Este individuo, cuyo nombre fue borrado por el tiempo, llegó a ese paraje con la intención de vivir de la tierra en forma retraída. No obstante de querer estar solo, de vez en cuando no podía evitar el tener que ir por provisiones al poblado aledaño: San Eustaquio. En aquella localidad conoció a la que fue su futura esposa, que resultó ser una mujer que no soportaba el residir en un rincón perdido de la civilización, como le gustaba referirse a su hogar.

"O hacemos de esto un pueblo o me regreso a San Eustaquio," dio por ultimátum la nueva casada. 

Su esposo no se imaginaba llevar una vida sin su pareja, así que convencieron a otros de establecerse donde ellos moraban. Poco a poco se constituyó un pueblo y la gente comenzó a pensar que, como tal, debía tener un nombre. La reunión organizada con ese objetivo estaba resultando ser una del tipo bastante desordenada y bulliciosa en extremo. Durante la asamblea, el primer arribado sugirió que lo llamaran Andalucía. En el momento en que fue propuesto, solo fue escuchado por la persona que se encontraba a su lado. Como el oyente era medio sordo, y sumado a ello el alboroto del salón comunitario, el susodicho no escuchó la D y comprendió Analucía en vez. Por esas cosas que no tienen una razón lógica, a los participantes les pareció Analucía el nombre indicado, a pesar de que a lo lejos se escuchaba alguien que protestaba diciendo:

"No, Analucía, es con 'd', Andalucía, ¡An-da-lu-cía!" Pero ya para ese entonces, la gente estaba firmando el documento oficial de la constitución del pueblo de Analucía.

Por lo pronto, mejor trato de descansar, razonó el científico. Mañana tendré que levantarme muy temprano a desarmar la carpa y caminar. Si salgo de madrugada y voy rápido, creo que puedo recorrer la distancia hasta la motocicleta en un día, en cambio del día y medio que me llevó a la ida. Total, ya conozco la ruta y eso me ahorrará un poco de tiempo.

Un ruido casi imperceptible viró el foco de atención de Esteban. Debe ser el viento el viento que bota tierra sobre la carpa, dedujo mientras apagaba su linterna y se acomodaba para dormir. Él se equivocaba, el sonido era causado por dos pequeñas lagartijas que entraron de manera subrepticia  y se escurrieron adentro de uno de los bolsillos de su mochila.

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