Intento 109

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El recinto subterráneo del parque Erimetro era un solo de actividad frenética, pero organizada. Raymundo había pasado varios días en Grosumerla después de su primer encuentro con el Prof. Quispe. Primero, vivió una jornada encerrado en un hotel cercano al Galileo y a aquel utilizado por los que trabajaban en el proyecto Delik. Fueron horas llenas de ansiedad; esperando sin hacer nada más, evitando ser visto o hablar con nadie hasta su nuevo encuentro en la noche con el erudito astrofísico, que le contaría cómo habían ido las cosas.

Para el profesor, resultó ser un día diferente por completo al del mensajero del Erimetreo. Él se la anduvo conversando y discutiendo con todo el mundo, presentando lo que acaba de descubrir: que sus cómputos tenían un error, que no había tiempo para que ellos recalibraran la dirección del opuesto, que la única posibilidad era de aceptar la propuesta de los desaparecidos de ser ellos quienes transmitieran los nuevos cálculos de modo directo, desde su base, al momento de lanzar el aludido . A nadie le gustaba la idea que, de pronto, el futuro de la humanidad y su planeta se hallara en las manos de los exypnos, sobre todo por el método que habían utilizado, tan subrepticio, tan oculto, tan a escondidas... El astrofísico del Einstein utilizó el argumento que ellos estaban haciendo lo mismo, nadie sabía acerca de lo que sucedía en el Galileo aparte, claro, de los gobernantes de las naciones más los participantes, cada uno obligado a callar mediante el Juramento del Silencio. Los más difíciles de convencer fueron los representantes militares, incluyendo el General Suiggalfo, por supuesto. Pero al final, convencidos o no, tuvieron que sujetarse a las órdenes y no protestar. No había otra opción, era confiar en los exys o..., o nada.

Esa noche do Santos encontró a un Prof. Quispe agotado y deprimido en grado extremo,

"Es increíble, Raymundo, no te imaginas las horas de discusión mientras yo trataba de hacerles entender que no había qué discutir, que no hay alternativa para escoger... Pero al parecer, la naturaleza humana está atraída de forma irremediable, insaciable y mortal hacia la búsqueda y obtención de poder y más poder. Como los insectos que, sin pensar ni importarles, se arrojan hacia la luz eléctrica o la de la vela para terminar quemados y muertos sin remedio.

"Pocos querían admitir nuestro error, a pesar de habérselo probado y ponérselo bajo sus narices. Una vez que por fin lo aceptaron, el punto se tornó todavía más álgido y difícil porque perdían la oportunidad de ser los salvadores de nuestro mundo y todo lo que esto significaba. Eso terminó siendo el foco del debate, ¿cómo era posible cambiar el centro gravitacional de la autoridad de estas personas y líderes, concediéndoselo a los exys? Para mi asombro, las consecuencias de nuestra propia extinción eran irrelevantes comparadas con el hecho que ya no serían ellos, sino los exys, quienes nos salvarían. Aparte de las connotaciones que eso conllevaría: su reconocimiento público no solo de su existencia, sino del hecho de ser, hasta cierto punto, seres superiores; junto con adquirir el derecho a tener una buena tajada de la repartición de la autoridad. Terminar de ser personas dedicadas a la investigación, estudio y descubrimiento en exclusivo, como lo han hecho hasta ahora, trabajando siempre desde las sombras. El poder fue el asunto central de desacuerdo, aunque nadie lo admitia de modo abierto. ¡Qué tristeza tan grande reconocer que eso era más importante que nuestra propia supervivencia! Qué asco, Raymundo."

Pese a aquello, como bien lo había puesto Saturnino Quispe, no tenían otra alternativa y aceptaron la ayuda ofrecida. Fue, entonces, el turno de do Santos de aparecer en escena, convirtiéndose en el embajador de los desaparecidos, transmitiendo sus condiciones. Causó una gran sorpresa a sus colegas el verlo, salvo para Samantha Lloyd. Ella lo recibió con su maravillosa sonrisa que iluminaba todo y le dijo, que desde el minuto en que le habían dado la noticia de su escape amoroso con Belinda Alegre, le había sido casi imposible creerlo. La directora estuvo a su lado apoyándolo cada momento y convenciendo a los demás de aceptar las condiciones que él voceaba. En realidad no eran muchas ni complicadas: el día del lanzamiento del verdugo de Delik, se debía hacer un anuncio global y en forma simultánea por el íntegro de los medios de comunicación, revelando la existencia de estas personas genéticamente modificadas y la amenaza del agujero negro. Para evitar el pánico, se diría al mismo tiempo que la gente sería testigo de la derrota del susodicho, que no cabía duda alguna del éxito de tal operación y, lo más importante, que aquello era gracias a la intervención de los exypnos. Al instante, ellos enviarían los cálculos que permitirían disparar el opuesto, justo a los treinta segundos exactos antes de ser engullidos por la hambrienta negrura. Era toda una escena dramática orquestada con el propósito de crear un impacto gigantesco en la sociedad y que nadie se olvidara de lo ocurrido: ¡los exys serían los salvadores del mundo!

La parte crucial del plan era en lo relacionado con el cronograma; cada paso debía estar sincronizado a la perfección, ya que treinta segundos no era un margen que diera lugar a errores. Raymundo tuvo una labor enorme en convencerlos de aceptar la totalidad de las condiciones, siendo aquella última la peor porque para él mismo significaba un riesgo inútil. Por otro lado, treinta segundos o tres días no hacían diferencia alguna: una vez llevado a cabo el lanzamiento no tenían una siguiente salida. Entonces, ¿qué importaba cuándo se hiciera? Ese fue el argumento que Dimos le pasó al comunicarle las órdenes del Jefe. Aún más, si la operación fallaba (posibilidad que los exys descartaban por completo) significaría un tiempo de caos y pánico en la población mundial, pocos esperarían el fin del mundo sentados plácidamente en sus hogares. Claro que, entonces, la solución podría haber sido continuar con el secreto de la presencia de Delik, disparar el opuesto sin que nadie se enterara y, al llegar a su objetivo, dar el anuncio triunfal de la historia, revelando la participación vital de los exypnos. Pero el Jefe no quería saber nada de eso, el impacto no sería el mismo; la gente requería sus interludios de pánico y expectativa para apreciar en pleno la intervención de estos individuos superdotados y que se sintieran agradecidos por siempre jamás hacia ellos. Otra vez el asunto se centraba en quién sacaba mayor provecho de la situación y quién controlaría el poder. El bienestar de los demás quedaba en un segundo y hasta tercero o cuarto plano. El profesor Quispe tenía mucha razón: era un asco.

Durante aquel proceso de negociación, la presencia de Samantha Lloyd fue un oasis para Raymundo, puesto que extrañaba en extremo la compañía de Femi y el conversar con ella. Por fin tuvo que admitir para sí mismo, que la directora de su trabajo había sido el sueño inalcanzable de su vida porque, según su punto de vista, debido a su situación laboral hubiera sido inapropiado sobremanera que iniciara una relación que fuera más allá de la de respeto y camaradería. Por eso jamás se había permitido entretener el pensamiento de ver a Samantha bajo otra perspectiva. Mas estos días ella parecía ofrecerle esa opción, no de forma abierta ni directa, pero algo en su actitud le decía con sutileza que se hallaba en la libertad de... Tal hecho fue una satisfacción enorme para el ego del científico ejecutivo del Van Leeuwenhoek, que nunca hubiera pensado antes que ella lo mirara bajo otro lente que no fuera el de una buena amistad. Eso le dio una mayor confianza y firmeza, que lo ayudó a enfrentar a todos y por fin cumplir lo que había venido a hacer. Con respecto a la Dra. Lloyd, decidió que lo mejor era esperar a que las aguas se calmaran, que el opuesto tuviera éxito y solo después...

Al regreso, ya en el complejo de los exys, su enviado se alegró mucho de no tener la necesidad de dar un largo reporte acerca de los resultados y detalles de su viaje. Por lo visto, ya estaban enterados de cada pequeño acontecimiento; sin lugar a dudas, los oídos del Jefe pululaban por doquier. Él se sintió feliz de ver a Femi y ella, pese a que se hallaba bien informada de los hechos, le pidió su versión personal, que no era lo mismo que los reportes objetivos que recibieron. En este caso, do Santos se puso contento de poder compartir con su compañera lo vivido en los últimos días, fue una oportunidad para que reflexionara él también acerca del sujeto. En un par de ocasiones, quiso conversarle acerca de la cuestión de Samantha, mas su camarada de dormitorio siempre tuvo una excusa para evadir el tema, hasta que él comprendió que era algo que no quería escuchar y optó por no discutir con ella sobre el asunto.

******

"Raymundo, ¿vienes conmigo al parque?"

Era Vania. Él se encontraba solo en la cafetería, hojeando un informe sin leerlo de verdad, tan solo siguiendo las letras al frente suyo. Sus pensamientos habían volado hacia Femi y tratar de entender porqué ella, ahora, se ponía de mal humor cuando se mencionaba el nombre de la directora del Van Leeuwenhoek .

"Hola, Vania. ¿Qué pasa? ¿Nicola está ocupado?"

"¡Qué crees! Con el cuento que él es importantísimo para lo del opuesto, no tiene ni un segundo para nada. Yo ya terminé con mi trabajo hace siglos. ¿Vienes conmigo? Me gustaría conversar un rato."

El aludido la miró, toda su expresión le decía que esta niña tenía la enorme necesidad de hablar con alguien. Hacía un buen tiempo que no se había dedicado a ella como antes, como se suponía se lo había encargado el Jefe. Los ojos de la pequeña le pedían a gritos que la acompañara.

"Está bien, Vania. Vamos."

"Yaba, Raymundo," y tomándole de la mano, lo guío hacia la salida de la cafetería rumbo al parque.

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