Intento 102

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Jorgen Samuelsen abrió los ojos con lentitud holgazana, cerró en forma de puños sus manos y estiró sus brazos con un largo bostezo. Otra noche que había dormido en forma total, qué maravilla. Era casi increíble, el no haber sido perturbado por el constante ruido de los usuales bombardeos de Malcini, provenientes de su trasero. Esta vez incluso, el barbudo rubicundo apostó a un riesgo mayor: no usó pastillas contra el mal olor, las que le había pasado Isabel para esa noche. No porque se hubiese sentido valiente en especial, sino porque había estado tan cansado que se olvidó de tomarlas. Cuando ya se encontraba arropado y cómodo en su bolsa de dormir pensó en ello, no obstante, los brazos de Morfeo lo reclamaron antes que pudiera mover algún músculo para levantarse. ¿El resultado? No se había despertado por el efecto del olorcito en toda la noche, tal cual como fue durante la que acamparon en Je-Mor. Tal vez su sueño había sido tan profundo, que ni eso pudo disturbarlo o a lo mejor... Samuelsen decidió llenarse de coraje y aspiró: primero con cautela, preparándose para recibir la bofetada de pestilencia; luego, llenó sus pulmones más y más.

"Esto es, como dirían Mandi y los demás, ¡lo más yaba del mundo! ¡Puedo respirar sin que las náuseas me ahoguen por el olor! Y a olvidarme de las pastillas, acá me las ahorro. No sé qué tiene este lugar, pero es claro que ha curado a Malcini."

Y con una gran sonrisa, buen humor y sintiéndose con energías para afrontar cualquier cosa que le presentara el día, el altote hombre salió de su lecho. Se hallaba tan alegre, que no pudo evitar tararear la Polonesa de Chopin.

"Samuelsen, ¿te has convertido en reloj despertador?" gruñó su compañero de cuarto.

"Disculpa, Malcini, no fue mi intención despertarte."

"Intención o no, lo hiciste," replicó él, en tono malhumorado.

El aludido se preparó para recibir un regaño, pero, por lo visto, la influencia de este mundo aún le guardaba otra sorpresa. Su compinche sonrió y cambiando su tono de voz agregó,

"No te preocupes, Samuelsen, he pasado una noche magnífica y la verdad es que ya estaba despierto. Solo tenía los ojos cerrados para seguir disfrutando de mi tranquilidad. Es la primera vez en mi vida que he dormido realmente bien, sin retortijones de estómago ni nada por el estilo, ¿puedes creerlo? No exagero cuando te digo que no me acuerdo de haberlo hecho nunca así, ¡ni de bebé! Siempre escuché historias de cómo me la pasaba berreando las noches por cólico de gases. Aaaaah, reposarse bien es la maravilla de las maravillas. ¿Alguna noticia de los demás?"

"Creo que ya se levantaron, me pareció oír algunos ruidos desde la cocina."

"Hummm, ya deben haber partido Isabel y Esteban. ¿Qué tal si les damos el alcance?"

"Pienso que es una idea excelente," contestó el rubio grandote, que ya sentía que su estómago le reclamaba algo para comer.

El par de truhanes se alistó con rapidez y partieron en dirección del resto del grupo. Ni bien salieron de la puerta de su cuarto, las voces de sus compañeros les anunciaron que se hallaban despiertos y, seguro, preparándose a tomar desayuno. Cuando por fin el par llegó a la puerta de la cocina, la sonrisa que ambos tenían dibujada en los labios desapareció para ser reemplazada por una mueca de horror y terror.

Ante ellos se encontraba la je-morina acompañada por tres sujetos de piel como transparente e iluminada, con pequeños ojos lechosos, calvos, sin orejas ni nariz y con un cuello triangular. Los tres seres extraños los estaban mirando con atención, mostrando lo que semejaba ser una boca sin labios en forma alargada. De pronto, en lo que a Samuelsen y Malcini les parecieron horas, el más alto y corpulento del trío movió su susodicha boca y, sacando una especie de lengua de color anaranjado fosforescente que al final se partía en tres tentáculos, les habló:

"Qué tal Jorgen y Rigoletto, ¿ya por fin despiertos?"

"¿Cómo es que sabes nuestros nombres? Tsi, ¡pensé que nuestra presencia era un secreto!" reclamó Malcini con voz temblorosa.

"Tío, cambia de cara, no tienes por qué asustarte," dijo el más pequeño de los monstruos.

"¿Tío?" exclamó el mencionado perplejo en grado sumo.

"Samuelsen, no me vengas con que ahora tienes otra sobrina que encima es..., es..., bueno, ¡cualquier cosa menos humana!"

"No, Malcini, ¡te juro que la única sobrina que tengo es Mandi!"

En ese momento, las tres criaturas produjeron un sonido estridente y sus ojos cambiaron de color blanco leche a fresa. La risa refrescante de Tsi también llegó a los oídos del par congelado en la entrada, que ya se estaban preparando a salir corriendo de la habitación.

"No se vayan," pudo decir ella entre carcajadas. "No hay razón para preocuparse; son Samir, Alex y Mandi. Los ven diferentes porque acabo de utilizar el ilusionador con ellos y aparentan ser Crompelis."

"¿Mandi? ¿Eres tú de verdad?" preguntó Samuelsen en forma incrédula.

"Sí, tío, soy yo. Tsi nos ha puesto así, pero solo es una imagen proyectada, en realidad no hemos cambiado. Al parecer, los Crompelis son vecinos cercanos de este planeta y han venido muchísimos para las celebraciones, de esta manera pasaremos desapercibidos."

"Pero no pudieron elegir algo más... ¿bonito? Ni sueñen que me van a convertir en una de esas cosas, no a mí, ¡Rigoletto Malcini!"

"¿Cómo creen que voy a dejar mi hermoso físico, arrebatador de corazones femeninos, para transformarme en eso?" hizo eco su compinche a la protesta de su socio.

"Todo es relativo," intervino Samir. "Estoy seguro que si los Crompelis nos vieran, nosotros les pareceríamos unos monstruos."

"¡Ni hablar! Mi apariencia es la definición de la belleza misma y atractivo irresistible masculino," insistió Samuelsen.

"Lo mismo que yo," afirmó Malcini, aspirando en ese instante aire para meter un poco su barriga.

"No tienen porqué hacerse problemas," intercedió la nieta del Inventor en tono apaciguador. "No pienso transformarlos en Crompelis, justo estábamos discutiendo acerca de eso cuando ustedes llegaron. Recomiendo que lo mejor es que aparenten ser como nosotros, diré que son familia lejana por parte de mi abuela, que han venido a quedarse durante las fiestas para cuidar la casa y la tienda mientras mis padres se encuentran de viaje. Mandi me comentó que usted, señor Samuelsen..."

"Llámame Jorgen nomás, Tsi. Y dame del tú."

"Está bien, Jorgen. Tu sobrina me contó que tenías una tienda, ¿te gustaría ponerte a cargo de la nuestra estos días? Iría bien con la historia y tal vez Rigoletto..., eeeh... ¿le puedo llamar así?"

"Preferiría Malcini, y eso va también para el resto de ustedes," respondió él.

"Con un nombrecito como ese no lo culpo," susurró el pelirrojo a Samir. "Es peor que Mandolina."

"No creas que no te he escuchado, Alex," señaló ella.

"Perdón, Mandi, pero tienes que reconocer que tu nombre...," mas él fue interrumpido por la voz de Tsi, que continuó:

"Muy bien, Malcini entonces," dijo ella con una sonrisa que disolvió la frialdad del apelado e hizo caer la baba a Alexander. "En fin, hemos pensado que tú puedes ayudar en eso a Jorgen. ¿Qué opinan?"

Malcini y Samuelsen no tomaron más de un segundo en responder. Para el primero era el sueño de su vida trabajar en una tienda, y aunque no era suya, esos días parecerían como si lo fuera. Para el segundo era retornar a su pasado feliz, en su pequeño establecimiento de artículos de comercio justo. No estaba mal la idea, nada mal.

"¡Yaba!" aceptaron los dos al unísono.

"Perfecto. Entonces, si se acercan un poco por acá, podré utilizar el ilusionador con ustedes de inmediato. ¿Qué color de piel quisieran tener?"

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Esto se lo dedico a ManuOrtiz2000 que gusta de leer Intento y una vez comentó diciéndome que le gustaban sobretodo los capítulos con Malcini y Samuelsen, así que espero este le guste también cuando llegue por acá :)  

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