Capítulo IV - Dilema

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Lady Kagami

"Aquí estoy.... Otra vez! Sintiéndome tan vacía, tan inocua, tan inútil! Ser la enemiga de él, es muy aburrido" Meditaba inexorablemente mientras se escuchaba el tremendo portazo que dió mi furioso esposo al retirarse de mi aposento luego de una acalorada discusión.

Mi cabeza despeinada y apoyada en la almohada, acompañada de un cuerpo inerte en una recamara matrimonial ostentosa, falsa, fría y oscura daban el panorama más lúgubre y triste que podía llegar a verse. El desorden en toda la habitación mostraban indicios de que la persona que lo albergaba, no estaba bien anímicamente.
Ese lugar ya no mostraban ni siquiera los posibles vestigios, de que alguna vez, una pareja feliz pasaba sus mejores momentos en la intimidad. Ya había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevábamos separados y hacíamos el papel de familia feliz delante de todos.
No obstante esta vez era distinto. Hoy había alcanzado un punto que ni una antes había llegado.
Ni siquiera mis amantes eran capaces ya de llenarme de vida en esa alcoba. Ni la posible adrenalina de que en algún momento mi marido me descubra, hacia el juego apasionante como alguna vez lo habia sido.

"No puedo echarle la culpa a nadie. YO fui la que cambie. No entiendo el por qué. Pero, poco me importa el motivo. No quiero seguir viviendo así." Pensé mientras me levantaba y abría una hoja del ventanal que daba al patio principal de la casa, para tratar de dar un final a mi vida sin sentido
Sin embargo, jamás pensé en encontrarme con algo que me sorprendería...

"Pero qué es lo que veo..." Murmuré mientras observaba el patio central.

Esa escena era algo de lo cual jamás me puse a ver. Era algo que me dió un golpe de vida!!!

Eran Kagemaru, nuestro guardaespaldas, jugando a las escondidas con Tomoyo y Kiku. El Shinobi lanzaba una bomba de humo, desapareciendo por completo mientras las niñas lo buscaban.

Tal imagen no solo me dió un motivo para seguir. Sino también me hizo dar cuenta que el amor de lo que siempre amé ya no era mío solamente.
Ver como ellas se reían, lo abrazaban, corrían... Ver que su amor no era mío transformó mi desanimo en ira. No podía entender como un Ninja, un asesino, un guardián, alguien a quien se lo entrenó para asesinar sin preguntar por qué... Este llevándose tan bien con mis hijas y por ende disfrutando del amor de ellas.

Ese Shinobi, no muy alto, en sus treinta y tantos, de tes morena, cabellos y ojos negros. De complexión ancha y robusta bien fornido. Su shozoku oscuro pegado al cuerpo. Sus brazos marcados. Su rostro cubierto y una mirada muy expresiva y a la vez intimidante pero carente de amor. Su pecho...

"Dios mío!!!! No puede ser....," exclamé en voz alta. "Creo que me estoy enamorando de Kagemaru!"

Esto no lo iba a aceptar. Me había prometido no sufrir más por un hombre y mucho menos uno que se robe el amor de mis hijas.

"Le diré a mi amiga Suzume, ella seguramente, me dirá que debo hacer! Debo eliminar a quien me roba lo que es solo mío... Mis hijas y mi corazón!" Pensé mientras una sonrisa llena de vida se me dibujaba en mi rostro.

"Kagemaru esto recién empieza! No sabes de lo que puedo llegar a ser capaz!"

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