Capítulo V - Viuda Negra

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Suzume

Luego de ver a mi amiga Kagami, la famosa esposa del consejero del Shogun, no me quedé para nada tranquila.

Sin perder mas tiempo decidirá hacer algo al respecto. Así que emprendí mi caminata hacia un lugar donde habitaba la única persona que nos podría ayudar. Tal lugar era inaccesible por carreta o caballo, así que emprendí mi viaje a pie.

Mientras tanto, en el camino, me puse a pensar varias cosas. A Kagami se le notaba que hacía varios días no comía ni dormía. Tampoco pasaba tiempo con sus hijas. Ni estaba con sus amantes.
Lo que realmente se notó, es que todo lo que me habló fue de ese ninja: Kagemaru.
Indistintamente, si lo que me decía era verdad o no sobre lo que sentía, notaba que ella tenía mucha atracción hacia él.

Cada vez que lo mencionaba, sus ojos se llenaban de amor! Pero su mirada y su mirada eran odio puro. Algo raro en una mujer como Kagami, tan indiferente e insensible al amor. Tan despiadada, muy parecida a mi en ese sentido.

Siendo yo, Suzume, una hermosa mujer en los mediados de mis cuarentas, voluptuosa, viuda y heredera de varias fortunas, (que me habían dejado mis difuntos maridos) me conocían como la Viuda Negra de Tokio.

"Cómo olvidarlo! Jajaja!" Pensé mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro. "Fue ella quién me dió ese apodo!"

Recordé como la conocí a mi amiga. Fue en el funeral de mi tercer esposo, un importante almirante, hace ya 6 años atrás. Lord Godha y ella ya tenían discusiones puesto que habían. Llegado él por un lado y ella con las hijas por el otro. En el rostro de ambos no había ningún rastro de amor.

Desde ese día, no sé porqué razón pero hubo una química instantánea.

Cuando me acerqué a saludarla noté un rato perfume en ella y le susurré en un tono molesto al oído:

"Así que eres amante de los secretarios reales?"

Enmudeció y me observó con cara de una tremenda preocupación y asombro. Luego le volví a susurrar con una sonrisa cómplice:

"Tranquila, ellos también son mis amantes!"

Inmediatamente al escuchar esto, me mostró una sonrisa de alivio y camaradería.

Desde entonces, hemos forjado una amistad en base no solo a tener amantes en común o compartir amantes al mismo tiempo o mantener relaciones juntas, sino a ayudarnos. Al no tener hermanos, nosotras eramos hermanas unidas por el destino.

"En fin, una amistad sana entre mujeres," concluí mi pensamiento.

Sin querer, ya estaba llegando a mi destino: La choza del viejo hechicero Tenrai! Él es el único quien nos podría ayudar a sacar del medio a una amenaza tal como lo era ese maldito Azuma Ninja!

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