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Después de un año sin tener otro tipo de lazo que nos una, llegó quinto grado de primaria. Todo se complicó.

Recuerdo que tenía un cuaderno pequeño en donde dibujaba cosas y hacía formas abstractas con las hojas que contenía.

Un día, a mitad de una clase, saqué el cuadernillo y empecé a escribir cosas sin sentido sobre ellas dos, cosas no muy bonitas. Desafortunadamente, ese manojo de hojas llegó a mano de una de ellas y se lo contó a la profesora. Yo no sabía que hacer, me sentía culpable. Así que lo único que pude hacer fue llorar.

Tuvieron que llamar a mi madre para que pudiese calmarme, pero antes de que ella llegara, arranqué esas hojas donde había escrito barbaridades y las boté.

Cuando llegó mi madre, me preguntaba qué había hecho que fuera tan malo.

Yo no respondía. Sólo lloraba.

La profesora le respondió con una frase de las que había escrito, pero no se recordaba de lo demás.

Yo solo prometí no volver a hacerlo.

Ese mismo año, viajé fuera del país. No continué el quinto grado, pero por mi mérito académico no me hicieron repetir el año, simplemente pasé a lo que sería el ultimo año de primaria para mí.

Pensamientos de una adolescente introvertida. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora