11. El Príncipe Encantador

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Memoria 01029.

Abrió los ojos de golpe en cuanto el llanto llegó a sus oídos, se levantó completamente aterrada y se escondió en el primer sitio en el que su cuerpo entró, sus manos temblaban, un segundo después sus piernas también, se cubrió los oídos para acallar el llanto insoportable de ese bebé.

—Ginny, cariño, el bebé está llorando –soltó su madre entrando a su habitación, cargó al niño y comenzó a mecerlo.

La suave voz de su madre que había comenzado a cantar la misma canción de cuna que le había cantado a todos sus hijos la tranquilizó a ella también, bajó lentamente las manos y observó la dulce escena, sonrío imaginando a su madre años atrás, meciendo a su primer hijo, de esa misma forma, con esa mirada llena de cariño.

—Tienes que alzarlo –le sonrió cuando el pequeño dejó de llorar, la chica negó aterrorizada –es tú hijo –las palabras de su madre resonaron en su cabeza, golpeando con cada muro que ella misma había creado.

¿Había podido lograr odiar a ese niño en todo ese tiempo?

No.

Sus brazos hormigueaban deseosos por sostenerlo contra ella, arrullarlo, cantarle suavemente hasta que se durmiera y prometerle muchas cosas, jurarle que pasara lo que pasara, nada ni nadie podría lastimarlo, ni arrancarlo de sus brazos.

Pero no se movió; una larga lucha por sacar a ese niño de la clase de vida que ella había estado llevando, una pelea sangrienta «por decirlo de alguna manera» por librarlo de vivir en un infierno, y había desbocado en un sencillo diagnóstico.

«Depresión pos parto»

Esa era la justificación que su padre le había dado a su esposa para justificar que su hija, no quisiera acercarse a su propio hijo; un pequeño bebé de escasos días de nacido.

No quería sostenerlo; la razón posiblemente ante los ojos de extraños sería una estupidez; pero no quería contaminarlo con todo lo que ella era, posiblemente tendría que dejarlo con sus padres, buscar un empleo y mandarles una cantidad de dinero para que cuidarán del niño... Hasta que éste fuera grande y pudiese mantenerse solo; mejor una madre ausente, una que él creyera que no lo quería lo suficiente.

«No puedes dejar que los encuentre»

Suspiró, había hecho una promesa, y tendría que cumplirla, después de todo, algo de la forma en que sus padres la habían criado aún seguía pegada a ella como su espina dorsal, que las promesas se cumplen.

oOo

Ginny despertó completamente adolorida, lo último que recordaba era a su madre alimentando al bebé, mientras lo arrullaba; era una pequeña bendición que sólo lloraba cuando algo realmente iba mal, había dicho Molly antes de que ella perdiera la noción de todo.

Levantó la vista lentamente cuando sintió una pequeña vibración en la mano, el pequeño mocoso estaba despierto, pataleando en su pequeña silla mecedora, tenía las manos en la boca, llenándolas completamente de baba, la mujer arrugó el cejo asqueada, baba era baba, así fuera de bebé.

—No –musitó suavemente y alejó las manos del benéfico de su boca –eres casi recién nacido, no creo que quieras ganarte tu primer regaño tan pronto ¿o sí? Dime ¿quieres ganarte tu primera reprimenda con tan pocos días de nacido?

La diminuta persona frente a ella sonrió encantada, pataleando y manoteando completamente feliz, como si hubiese una razón para serlo, pensó ella; se llevó una mano al rostro, recargándose con el codo en la mesa y no apartó su mirada chocolate en esos ojos llenos de emoción por la vida que pertenecían a una pequeña máquina de popó y baba.

Quédate Conmigo || DrinnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora