24. Amistad

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Las luces le daban directamente en los ojos, tenía que comenzar a cantar en cualquier momento, pero lo cierto es que no estaba para nada de humor para hacerlo, y era demasiado tarde como para decir que simplemente, no quería salir y hacer el espectáculo, además, las personas frente a él no tenían la culpa de que la semana pasada hubiese sido la peor semana que hubiese tenido.

Él siempre había querido ser cantante; porque la música lo apasionaba, además, su padre parecía echarle en cara que no podía haber logrado su sueño si él no hubiese invertido cantidades exorbitantes de dinero en esa carrera, él aseguraba, que había una forma de inyectarle el talento a las personas.

Dinero.

Así que él estaba en las cima, por esa fama inyectada, que Lucius Malfoy le había conseguido, así que se había jurado a sí mismo, que trabajaría todo lo que fuese necesario, para juntar la cantidad de dinero que su padre le había otorgado, y se la pagaría, para que lo dejara en paz de una vez por todas.

La música sonó un poco más fuerte, y las bailarinas salieron, así que fue su turno de hacer valer el dinero que las personas frente a él habían pagado sólo por verlo, ¿Qué importaba si hacía playback? Ellas sólo querían verle mover el trasero, gritarle cada que hiciera algo insinuador y gritar hasta que sus gargantas dolieran y sus gritos no se escucharan más.

Y él tenía que hacerlo, porque era lo único que hacía que ellas estuvieran ahí, era un precio justo, al menos todo el mundo decía eso, y odiaba saber el poco talento que realmente tenía, pero aprovecharía lo que sí tenía.

Siguió la coreografía a la perfección, después de todo, él no tenía mucho que hacer, sólo dejar que las mujeres lo tocaran, acariciar a una que otra, mover las caderas y pretender que estaba a punto de besar a una que otra de las chicas, pero obviamente prefería volverse loco antes de hacer eso.

Las luces se apagaron, anunciando que restaban quince minutos para que terminar el show, así que sonrió y pretendió que ese había sido el mejor de los espectáculos jamás antes hechos para él, que la gente le había contagiado su buena vibra, pero no era así, sólo estaba contando los minutos antes de poder volver a su habitación de hotel.

Sonrió, proyectando una alegría que no estaba ahí, después de eso, tenía que soportar las preguntas de la prensa local, atender a las fans que habían pagado más de lo que una persona normal y con cerebro —según Ginevra— pagaría por verlo a él.

El público gritó entusiasmado pidiendo una última canción, y por más que no quiso volver, tuvo que hacerlo, para complacer.

oOo

Carlisle, Newcastle, Liverpool, Sheffield, Manchester, Cambridge, Brighton y Bristol, eran algunos de los lugares que había visitado en su gira, estaba agotado, un poco enfermo y sólo quería llegar a Londres, era el lugar de su última presentación, pero no le interesaba, después de eso podía volver a casa y descansar un par de semanas, antes de tener que ir a recorrer Irlanda.

Draco salió de la ducha, tenía el tiempo medido antes de salir al escenario, así que frunció el ceño cuando encontró a la mujer sentada en el sofá, junto a su ropa, ni siquiera le prestó atención, caminó con la toalla enrollada en la cintura.

—Eres un grosero –frunció el ceño.

—No sé qué haces aquí –admitió.

—Tu padre nos dijo que estarías aquí hoy, para uno de tus shows.

—Dudo que él hiciera eso –admitió burlesco.

—Estábamos en una cena, preguntaron por ti, no es que se sienta mucho muy orgulloso de que seas un cantante mediocre –sonrió.

Quédate Conmigo || DrinnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora