Capítulo 11

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La primera noche en casa

Tras despedir a sus madres, lo primero que hicieron fue buscar algo para comer; aunque, para sorpresa de ninguno, el refrigerador y las alacenas estaban repletas, no había nada cocinado y ni él ni Louis parecían tener ánimo de cocinar. Entonces, pidieron pizza.

Dejando a su esposo revisar a fondo el refrigerador, Harry prefirió vagar por la casa para conocerla. Era, obviamente, mucho más grande que su departamento; tenía tres habitaciones y una de huéspedes, con un baño completo en cada una y medio baño en la planta baja. En la sala había televisión enorme en la pared, un juego de sala y una mesita de noche en el centro; en el comedor estaba una mesa para cuatro personas, en las paredes habían cuadros con fotos de ellos, principalmente de aquellas que se tomaron cuando se promocionó compromiso y una cuantas de ellos cuando eran niños.

Ja, Louis fue un niño muy tierno, pensó divertido al ver una foto de su esposo donde parecía tener entre dos y tres años.

Siguiendo su recorrido, pasó por la cocina y el cuarto de lavado.

—¡Harry, la pizza llegó! — el repentino grito de Louis lo hizo dar un brinco, sobresaltado y con el corazón latiendo muy rápido. La bolsa de detergente que había tenido en sus manos, revisándola, cayó al suelo.

Había estado tan metido en sus pensamientos que olvidó que no estaba solo en la casa. Puso los ojos en blanco y dio una gran respiración antes de unirse a Louis.

Creyó que lo encontraría en la cocina, pero el hombre se había movido a la sala. Estaba sentado en el sofá más grande, mirando muy interesado un partido de baloncesto en la televisión, con la caja de pizza abierta en la mesa de centro. Su estómago hizo un ruido vergonzoso al oler la comida.

Se dejó caer en el sofá individual, siendo el más cercano, y rápidamente estiró la mano para tomar una rebanada. Para su desconcierto y molestia, Louis le dio un manotazo para evitarlo.

—¿Qué te pasa? — preguntó molesto, repitiendo la acción, pero su esposo volvió a darle un manotazo.

—No está buena la pizza— respondió sin prestarle demasiada atención, con la boca medio llena y los ojos fijos en el televisor —. No te va a gustar.

—Eso lo decidiré yo.

—El queso sabe feo— la insistencia de Louis comenzaba a colmarle los nervios.

—Entonces, ¿por qué sigues comiendo?

—No voy a desperdiciar mi dinero, ni la comida— dijo con obviedad, antes de darle el último mordisco a su rebanada y tomar otra.

Si existe algún ser divino, que me dé demasiada paciencia, oró en su mente mientras intentaba controlar su respiración, soy muy joven para estar en prisión por homicidio.

Su olor comenzaba a tornarse agrio por el enojo, así que se levantó del sillón dispuesto a irse. Cuando estuvo a punto de salir, se volteó hacia donde estaba Louis y le dijo:— Espero que te haga daño la comida.

Sin más que decir y sin esperar una respuesta del otro, se dirigió a la cocina. Agradeció silenciosamente a su madre y a su suegra por haber comprado casi todas sus frutas favoritas, tomando una gran y brillante manzana roja.

A pesar de lo deliciosa y jugosa que estaba la manzana, no fue suficiente para satisfacer su hambre. Desganado, se sirvió un plato de cereal.

—Maldito Louis— masculló con molestia mientras comía el cereal.

Al terminar, subió a su recámara para descansar. El vuelo había sido corto pero no quitaba lo cansado.

En la recámara, pintada de un color beige, había una cama grande con un edredón de una bonita tonalidad de verde pistache y varios cojines blancos con vistas verdes. También había un buró a cada lado de la cama con su respectiva lámpara, junto a la ventana estaba un pequeño sofá y una mesita de noche. El closet era espacioso, con la ropa de ambos perfectamente doblada y los zapatos ordenados por estilo.

Who got the power? (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora