Capítulo 8. Todo bien atado

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CAPÍTULO 8. Todo bien atado

"El destino es un ser caprichoso a quien le encanta dar partidas aterradoras".

Al salir del juzgado, Alexander volvió a abrir la puerta para mí, cosa que agradecí con una leve sonrisa más bien parecida a una mueca. Es que no me sale la voz. Siento como si fuera otra persona dentro de mi propia piel

Mientras viajábamos en la camioneta, no pude evitar mirar el anillo que reposaba en mi dedo anular izquierdo. Casada. Una palabra que jamás pensé usar nuevamente en mí, no luego de todo lo ocurrido. Y ahora aquí estoy junto a un hombre que apenas conozco y tolero, atrapada durante todo un año. Yo misma me he metido en la boca del lobo y sinceramente me encuentro aterrada. Aterrada de comerme al lobo. Ojalá todo termine bien y ese tratamiento ayude al viejo o todo este sacrificio habrá sido en vano. Un sacrificio que jamás sería revelado ante nadie, mucho menos me permitiría confesarle al viejo. Ni siquiera podría reclamarle nada. Le debo la vida a Charlie Williams y ahora es cuando puedo pagarla. Solo intento devolverle el favor.

Me siento observada de pronto, por lo que al elevar la vista me encuentro con unos penetrantes ojos azules quienes me miran de una forma difícil de descifrar. Sonrío en respuesta sin mostrar los dientes, mientras él solo me observa con detenimiento. Supongo que me llevará un tiempo aceptar que estoy casada y atada a este hombre por todo un año en el cual pueden pasar un millón de cosas, así como el millón que ayudará al viejo.

La parada médica que hicimos fue por lejos incómoda y desagradable, para nada digna de recordar. Al parecer Alexander había contratado toda una clínica privada para asegurarse de que nadie se enterara. Aunque yo creo que también lo hizo para no compartir con otras personas. Bastardo guapo y arrogante. No disfruta estar rodeado por mortales de rango inferior. Nos aseguraron que los resultados estarían en menos horas, por lo que nos despedimos para ir a desayunar de una vez.

Al llegar a una tranquila cafetería, Alexander repitió lo de abrir la puerta para mí y ofrecerme su mano para ayudarme a bajar, la cual acepté ignorando el cosquilleo que me producía el contacto. <<Gracias a Dios, creí que moriría de inanición>>. No puedo evitar pensar al entrar. Escucho un bufido de su parte y decido ignorarlo, cantando suavemente mi tema ancestral. Comida, queremos comida, comida comeréesto último lo digo más fuerte para que logre captar mi afán por desayunar, mientras jalaba de su mano para que se apurara. La comida cura cualquier pena, incluso un mal matrimonio. Estoy segura.

—Ve a sentarte, yo pediré —solo me limito a asentir, dando pequeños saltitos en busca de una mesa, mientras sigo con mi cántico ancestral.

Me muero de hambre y sueño a la vez. Cuando finalmente encuentro un lugar que me agrada, me apresuro a sentarme casi que pegando mi frente a la mesa debido al sueño. Bueno, esto pinta interesante. Al menos habrá comida. Tiene toda mi atención, don hielo Balzaretti.

—¿Tan fuerte fue la desvelada? Solo dilo — levanto mi cabeza algo asustada, dándome cuenta de que dormité por unos segundos. Auch, por eso me duele el cuello. El diablo se sienta frente a mí, tan sexy y arrogante como siempre.

—Algo así—respondo vagamente—nunca creí casarme, menos tan temprano y usando jeans —ahogo un bostezo y veo como él reprime una sonrisa. ¿Por qué? Sólo sonríe y ya, hombre. Sonríe.

—Lo mismo digo, Ámbar, lo mismo digo—responde mientras se desabrocha los primeros botones de la camisa, quitándose la corbata en el proceso. Mmm, que lindo pecho. Mi ex casi jefe y ahora actual esposo luce un traje sin corbata que le va de maravilla. ¡Esa camisa blanca por Dios! Es el mismo Adonis reencarnado en el cuerpo de este joven multimillonario arrogante, que ahora es mi marido. MARIDO. Mi vida debería ser una telenovela. Tiene mucho, mucho drama.

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