Capítulo 2. Treguas inesperadas

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Capítulo 2. Treguas inesperadas

"Para bien o para mal las desgracias unen a la gente. Hasta nuestros propios enemigos pueden sorprendernos con un atisbo de gentileza".
SM

La cafetería estaba abarrotada de gente que iba y venía sin parar. El bullicio de charlas, risas e incluso llanto, le añadían a la atmósfera un toque melodramático, acorde a la situación. Charlotte y yo teníamos demasiado tiempo debatiéndonos sobre cómo podría obtener tanto dinero lo antes posible, de la forma menos riesgosa y efectiva.

—Ya no sé qué hacer, Char, necesito el puñetero dinero—digo apoyando mi frente en la mesa, completamente frustrada. El cansancio físico comenzaba a pasarme factura. La noche no había sido fácil, por supuesto que el café ayudaba muchísimo y probablemente, ocupaba el noventa por ciento de mi cuerpo en este momento. La suave caricia de mi amiga en mi cabello me reconforta. —Lo necesito Char. ¿Por qué tuvo que pasarle esto a el viejo? No lo entiendo, de verdad que no puedo hacerlo. ¿Cuándo acabará mi castigo? Estábamos tan felices y luego...—hago formas con mis manos simulando una explosión.

—Ya verás como todo se soluciona, preciosa. Encontraremos la forma como siempre lo hemos hecho. Sabes, la abuela nos dejó a Jeremy y a mi dinero. No es mucho, pero tal vez podríamos...— levanto mi cabeza como si de un resorte se tratara.

—Ni de broma— ella me ve con el ceño fruncido y con sus ojos suplicantes. Pero me rehúso a ceder en esto. —No puedo quitarles ese dinero. Es suyo. Lo necesitan. Dime, ¿quién pagará tu medicina, Charlotte Evans? ¿Y la de Jeremy? ¿O acaso piensas dejar de cuidarte? —ella asiente culpable y yo suspiro pesadamente, negando horrorizada ante la idea. Jeremy es diabético y mi amiga sufre de TLP y de mucha ansiedad. Aunque parezca extraño, me preocupa más su situación que la diabetes de Jer. Y es que mi amiga es demasiado voluble. Sin ese medicamento sería como una bomba de tiempo, la cual puede estallar y arrasar con todo. Aunque no es una enfermedad mortal, tampoco puede dejar de atenderse o dejar la medicación como si nada. Además, ellos no están en la mejor situación económica tampoco, ya que tienen tantas cuentas por pagar como nosotros, y yo no puedo cambiar una vida por otra. No con ellos. Charlie es mi padre, sí, pero Charlotte es mi otra mitad. No puedo simplemente dejarla a la buena de Dios y desligarme. Eso nunca. Ella es mi corazón. —No puedo aceptarlo—digo sincera, mientras tomo sus manos y veo directo a sus hermosos ojos, ahora llorosos. —Escúchame, cielo. Te prometo que encontraremos una solución, como tú misma lo dijiste... — ella asiente no muy convencida, pero puedo percibir el terror en su mirada. Charlie era igual de importante para las dos. Perderlo ahora sería un golpe demasiado duro para ambas. Observándola con más detalle, noto las enormes bolsas bajo sus ojos, mi pobre Char. Me siento culpable por hacer que esté aquí, aunque me hace sentir mejor el tenerla conmigo. Como siempre había sido. Ambas nos reconfortábamos con la presencia de la otra. Contra su voluntad, la mando a casa. Necesita cuidarse, descansar. Por mi parte, me quedo otro rato pensando. ¿Cómo saldremos de esto, Dios? ¿Acaso es una prueba? El pasado nunca se va del todo.

—¿Podemos hablar?— pego un salto en mi asiento, sorprendida. Al levantar la vista me encuentro a Cassandra, la novia de Charlie, mi tan temible madrastra. Una mujer de mediana edad, cuerpo como reloj de arena ahora enfundado en jeans, tenis y un sweater algo grande, el cual parece ser del viejo. No luce como la misma mujer altanera de siempre. Su cabello castaño rizado, se encuentra recogido en una desordenada coleta como la mía y sus ojos marrones, se ven profundamente cansados. Admiro el rosario entre sus manos, el cual luce gastado de tanto utilizarlo.

Asiento suavemente, indicándole la silla frente a mí.

—Debes descansar—dice mirándome fijo, repasando mi aspecto como yo lo hice con ella.

—No puedo hacerlo—respondo severa.

—Eres tan caprichosa—espeta molesta.

—Y tú tan metiche—respondo fastidiada, rodando los ojos. Ella me brinda una cálida sonrisa, haciendo que la mire raro.

—Eres muy valiente, ¿lo sabías? —la miro enarcando una ceja, sin entender qué le ocurre. Ahora falta que se le aflojen los tornillos y tenga que internarla. Genial. Más gastos imprevistos —Nunca me caíste bien—¿en serio, Sherlock? —Es obvio, lo sé —sonríe tímida—. Quiero confesarte que nunca me caíste bien por ser los ojos y la luz de tu padre— la miro asombrada ante sus palabras, mientras ella continuaba mirando sus manos entrecruzadas sobre la mesa, de forma nerviosa. —Para el siempre has sido su "princesa''.— rueda los ojos mientras hace las comillas en el aire y yo sonrío por su gesto — Lamento haber sido una completa bruja contigo, Ámbar...— dice mirándome a los ojos sinceramente. Esta es la primera vez en más de tres años que conversamos civilizadamente. Es increíblemente raro. Algo malo se viene, lo sé. Ella fue malvada. Tampoco es que yo me dejara y se la hiciera fácil. Pero es entendible. Siempre fuimos el viejo y yo junto con los Evans. De repente, llega una intrusa queriendo cambiarlo todo.—¿Me perdonas, Ámbar?—pregunta sin dejar de verme, bajando todas sus barreras de una vez y penetrando mis muros. —Por favor, yo realmente amo a tu padre. Él es el mejor hombre que he conocido en mi viday Dios sabe que he conocido muchos malos— asegura con honestidad y yo no lo dudo. —Charlie es el hombre más honesto, valiente y encantador que existe—la escucho hablar y no tengo dudas de que realmente lo ama. Su cara se ilumina al mencionarlo y tiene esa expresión soñadora que tanto conozco. Ella lo ama. Ahora lo sé. Y lo acepto. En este momento, hago lo que en más de tres años nunca hice ni pensé hacer. La abrazo.

Ella se sorprende un poco; bastante ha decir verdad; pero termina recibiéndome en un cálido abrazo, el cual ambas necesitamos. Por un segundo olvido todo. Ella logra tranquilizarme momentáneamente, tiene ese "instinto maternal" que nunca creí que tuviera. ¿Pero qué sabía yo verdaderamente sobre ella?

Nos quedamos así unos minutos. Unidas por el amor y la preocupación hacia un mismo hombre. Por nuestro Charlie. Me separo y la miro a sus profundos ojos, los cuales me observan aún confundidos.

—Supongo que es momento de una tregua, metiche...— ella me sonríe con malicia al escuchar mis palabras.

—Ya era hora, niña sangrona y caprichosa— ambas sonreímos divertidas y pronto comenzamos una animada conversación que logra borrar la tensión acumulada durante tantos años. ¿Quién lo diría? Aunque en nuestra plática no faltaron palabras como metiche, sangrona, madrastra bruja y malcriada, podría decirse que estamos en buenos términos. Hasta amistosos me atrevería a decir.

Finalmente, la metiche logra convencerme de irme a casa. Pero antes, voy a salir a buscar un empleo. Me gradué hace unas semanas, luego de tanto. Recuerdo lo orgulloso que estaba mi viejo. Le presumía a todos que su niña se graduaría. Ese día había estado sintiéndose mal, pero no hubo fuerza sobrehumana que lo hiciera desistir sobre no ir a ver a su chica.

Cuando llegué a casa, todo estaba tan vacío. Ni siquiera sé lo que comí. Estaba en modo automático. Revisé el periódico local en busca de un empleo acorde a mi profesión, o al menos, uno con buena paga. Me daría igual lo que tuviera que hacer con tal de que el dinero fuera suficiente. No es como si no hubiera cometido atrocidades en el pasado por dinero.

Mañana será un día largo, presiento que no saldrá bien. Espero y solo sea mi pesimismo haciendo acto de presencia. Pero algo me decía que no es así. Puedo sentir como la marea se aleja preparándose para el tsunami.

Empresas, cuidado. Voy a conseguir un bendito puesto, lo sé.

Así tenga que venderle mi alma al diablo nuevamente o pactar con él, no importa.

Ámbar no tenía idea de que el destino, Alá, o el santo pomelo pueden oírte cuando menos te lo esperas y más los necesitas. Eso de "venderle tu alma al diablo" puede venir en una muy interesante oferta...

2 de diciembre 2022, Mont Uy - 14.42 hs 📍🇺🇾

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