Capítulo 7. Tristemente, casados.
"Con arrogancia y estilo, el diablo logró pasar nuestras barreras ileso y se encuentra en casa".
Cuando sonó la alarma, me paré sin rechistar. Hoy me espera un día de locos a lo Williams.
Luego de una ducha veloz, saco la ropa ya preparada gracias a Char, quien por cierto se encuentra realmente ofendida por no haberla invitado a mi falso matrimonio. Es una idiota y por eso somos amigas. Al menos me hizo reír y olvidar que caminaría rumbo al matadero. Sí. Así de dramática soy. Mi ropa para dicho evento era sencilla y no impresionaba a nadie. Después de todo, así me conoció mi "prometido" y así se endiabló, perdón, se enamoró de mí. Son los nervios pre boda, buaj.
Estaba contenta con mi atuendo principalmente porque marcaba una enorme diferencia entre él y yo. Pantalón negro con un pequeño corte en las rodillas, una sencilla camisa blanca cubierta por un suéter color vino y unas botas negras formaban mi atuendo para la ceremonia. Mi cabello afortunadamente cooperó, al parecer el sí está feliz de casarse, por lo cual lo dejo suelto. Espero no parecer una loca cuando sople el viento. Un poco de corrector para disimular mis feas ojeras de novia aterrada y un poco de labial forman parte de mi atuendo nupcial.
Tomo mi bolsa guardando mi celular y gafas, para después colocarme el abrigo de una vez por todas y ya me encuentro lista. Miro mi reloj y marca las seis y cincuenta y cinco minutos. Impresionante, Ámbar. Puntualidad debería ser tu otro nombre. No pude darle ni dos mordidas a mi apio cuando la puerta comenzó a sonar, haciéndome suspirar. Bien, hora del show.
Al abrir la puerta, Joseph está esperándome.
—Buenos días, Joe—digo con una pequeña sonrisa, mientras el aludido da un paso hacia atrás.
—Buenos días, señorita Ámbar—me sonríe amable—se ve radiante si me permite decirlo.
—Gracias Joe—digo sonriéndole otra vez—¿no me digas que ya se nos hizo y el gruñón se fue a la Antártida con sus amigos los hielos y se olvidó de mí?— inquiero en tono inocente, provocando en el mediano hombre una risa contagiosa a la vez que niega con la cabeza. Bueno, tenía que preguntar. Luego de trancar la puerta, caminamos hacia una camioneta diferente a la que supuestamente abollé. Joe me abre la puerta y resignada, entro en el confortable vehículo.
—Creí que nunca saldrías —dicen a mi lado, haciéndome pegar un chillido del susto.
—¡Por la virgen de la azucena! Me asustaste— mascullo tocándome el pecho, el cual sube y baja violentamente a causa de la sorpresa. A este paso se quedará viudo antes de tiempo si continúa dándome estos sustos. —Buenos días para ti también, cariñito— saludo sarcásticamente, viendo como esboza una pequeña sonrisa la cual borra al instante —para tu información, estoy a tiempo. Controlador— murmuro colocándome mis gafas y cerrando los ojos momentáneamente, queriendo ignorar todo. Sobre todo al hombre guapo que huele delicioso a mí lado.
Siento como alguien de pronto me mueve de forma grosera, por lo que abro los ojos de mala manera. Cielos, me quedé dormida sin darme cuenta sobre el hombro del idiota, perdón, de Alexander. Como dije, nervios pre boda.
—Lo siento —digo separándome rápidamente y bostezando en el proceso.
—¿Tan mala noche pasaste? —pregunta con un claro doble sentido, mientras sonríe de forma lobuna—no me digas que te has dado el último gusto de soltera—ironiza haciéndome rodar los ojos.
—Eres un idiota. Odio despertar temprano, solo es eso—hablo enojada, suspirando pesadamente.
—Ya llegamos—anunció Joseph de pronto. Eso fue veloz. Veo como el idiota a mi lado rodea la camioneta para abrirme la puerta y dejarme pasar primero. Al menos es un caballero. Idiota, pero caballero. Eso o quiere verme el trasero. Por cierto, ¿ya hablé yo de su trasero? Es más grande que el de muchas mujeres. Puedo apostar a que estarán celosas de mi casi esposo falso. Bueno, es perfecto, grande, gordo y respingón. Dan ganas de azotarlo. Qué otra cosa será grande y
ESTÁS LEYENDO
Ámbar
Romance¿Qué estarías dispuesta a hacer por salvar la vida de tu padre? >, decía ella, sin percatarse de que el diablo adora escuchar conversaciones ajenas y meter su infame cola. Ámbar Williams toma una decisión trascendental que cambiaría su destino para...