Mikey entró a su casa y no había nadie, le agradó eso. Tiró su mochila a un lado y fue por algo de comer.
Más tarde, una hora de haber llegado por ahí, oyó su teléfono sonar. Era Pete, le entró curiosidad por el contenido del mensaje, así que lo abrió.
“Pete lol:
Voy a tu casa”.
Demostró confusión ante lo escrito y lo volvió a leer. «Nos acabamos de ver hace unas dos horas», pensó negando, pero de igual forma esa no iba a ser su respuesta.
“Michael:
Está bien, Peter”.
Lo envió y quedó viendo el ridículo nombre de contacto que el mismo Pete se había puesto. Se quedó sentado. Mikey no era muy activo, es más, se comparaba fácilmente con una roca.
Se preguntó, mientras veía el color de la pared, cómo es que había conseguido amigos tan diferentes a él. Bueno, Kristin se adaptaba a cualquiera, pero, ¿y Pete? ¿qué había encontrado de relevante un chico tan interesante como él en alguien tan aburrido como la roca de Mikey?
A pesar de que Michael siempre estaba en plan de los odio, no se acerquen, no prefería estar solo por mucho tiempo porque lo llevaba a pensar hasta en por qué respiraba de la forma que lo hacía o la reciente duda, por qué no caminaba normal. Entonces, por eso había aceptado la visita del no muy extrañado Peter.
«Pete», pensó su nombre sin ninguna razón y pensó en lo mucho que le agradaba a pesar de lo extraño que podía llegar a ser, suponía que lo impredecible que era lo llevaba a que le resultara interesante a Michael.
Recordó esa vez que lo conoció, hace unos largos años, en un parque que quedaba a mitad de camino de su casa y la de él, cuando aún vivía con su mamá. Estaba solo en uno de los columpios, se balanceaba tan fuerte que Mikey tomó asiento en uno de los bancos para esperar el momento que se cayera.
Y así lo hizo, salió volando del columpio y aterrizó redondo al piso. Mikey sintió como que le había echado una maldición y por eso se había caído, entonces lo ayudó a levantarse después de reírse cuando notó que le faltaba un diente. Y en síntesis, así había empezado su gran amistad que no mucho después integró también a Kristin, pero esa era otra historia.
De verdad que le agradaba mucho Pete, y se alegró de tener tal compañía. Entonces después se le vino a la cabeza las supociones amorosas que Kristin tuvo de ellos dos desde un primer momento, de veras que quiso evitar ese tema, pero no pudo.
Si se lo preguntaba a sí mismo, sí, Pete era apuesto. Contaba con muchos atributos que él no tenía, así que creía que se trataba de una simple admiración de amigos, solo eso. Kristin estaba loca para pensar algo así, ¿ellos dos?, pff, claro.
El timbre sonó y miró la puerta, queriendo desarrollar algún poder que, al menos, le permitiera abrir la puerta sin la necesidad de pararse de su cómoda silla. Bah, ni era cómoda la silla de horrible diseño que Gerard había comprado, no quería levantarse.
Pero se tuvo que levantar a abrirle a Pete.
Bueno, no era solo Pete. Alguien estaba a su lado. Y no lo conocía.
—Hola, Mikes, él es Patrick. Patrick, él es Michael, del que te estuve hablando. Estábamos aburridos, así que le propuse conocerte, es nuevo en mi barrio y... Eso—contó tranquilamente, con las manos en los bolsillos y todo.
Michael no se podía mover o hablar, y no por la pereza, si no porque no podía procesar bien lo que pasaba. Era lento, muy lento para todo, y el ya no pensar que solo Pete vendría a su casa y pasaría el tiempo solo con él, tal vez si le daba algo de pereza.
Pero qué podía hacer él.
—Ah, bueno, hola... Tú. Ah, eh, pasen, pasen.
Pete pasó y con toda confianza se tiró al sillón, Patrick lo siguió después y delicadamente se sentó a lado del moreno. También erró al pensar que él se iba a sentar a su lado y Patrick... Y Patrick por ahí.
Pero qué más daba.
—No es tan callado, lo juro, cuando entra en confianza es mucho más genial. Hasta sonríe—informó Peter al desconocido al notar que todo se había quedado en silencio.
Mikey ya no se sentía tan cómodo.
—Ah, sí—dijo Michael—. Oye, ¿quieres algo para tomar?
—Sí, gracias—respondió Patrick.
—Bueno, allá está el refrigerador.
Patrick quedó en un shock leve unos segundos, pero de todos modos se levantó. Pete comenzó a reírse del acto de Mikey, sabiendo de memoria lo perezoso que era.
—¿Y? ¿Cómo te fue hoy?—preguntó de la nada Pete.
—¿Me estás jodiendo? Nos vimos toda la mañana.
—Solo quería sacar tema.
—Ah, perdón. Bueno, bien, no sé. ¿Tú?
Pete asintió aún en su lugar y acto seguido sonrió. Mikey tuvo ganas de que Patrick no estuviera.
—Pues, ahora...—Patrick volvió al sillón con una lata de gaseosa.
—¿Te gusta Star Wars?—preguntó el recién llegado admirando la colección de Mikey—. A mí también me encanta, ayer con Pete vimos la primera parte, ¿no, Pete?
—Claro, aunque te quedaste dormido.
Entonces Michael se sintió un poco celoso de aquello. Porque solo con Pete demostraba su gran fanatismo y solo él le decía Pete. Antes de explotar ahí mismo y que le cayeran sus tripas en la cara a Patrick, se excusó y fue al baño donde, no lo dudó más y llamó a Kristin.
—Hola, soy Kristin, deja tu mensaje.
—¡Demonios!—maldició Michael—. Bueno, te voy a dejar el estúpido mensaje...—Kristin comenzó a reír desde el otro lado—. Pero si serás tonta.
—Lo siento, me pareció gracioso. ¿Qué ocurre, Mikes?
—Mira, te voy a decir, pero en cuanto empieces a gritar o algo así te corto. ¿Entendido?
—Ajá, ¿qué tienes para mí?
—Es sobre Pete—oyó ruidos, supuso que Kristin dejó caer su teléfono y rápidamente lo agarró—. Te decía, Pete está aquí con un tipo que... Es un idiota.
—¿Un idiota por qué? ¿Dijo o hizo algo malo?
Mikey pensó en lo que le había preguntado y él se sintió como idiota, porque en realidad él no había hecho nada. Solo eran caprichos de el de anteojos.
—N-nada...—solo pudo decir. De repente tenía ganas de tirar el celular por el inodoro y fingir que nunca había llamado a Kristin. Se sentía patético—. Olvidado.
—¡Estas celoso! ¡Ya voy para allá, Mikey, aguanta!—y colgó.
Bufó y se dio la cabeza contra la puerta. Kristin ahora lo molestaría aún más, porque él se lo había buscado.
Aunque, podía ser que estaba celoso... Un poco.
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Mi nombre es Frank » Frerard [✔]
FanfictionY lo único que sabía del niño de la tienda era su nombre, de allí en más no había nada que contar. El niño no recordaba, estaba lleno de misterios y ciertamente Gerard había desarrollado una gran curiosidad por ellos.