6: ése niño es extraño.

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Gerard negó ante la pantalla y se propuso contestar antes de sacar a Frank de su baño.

Gerard:

Ahora mismo no puedo, te juro que mañana antes de ir al trabajo voy a pasar por tu casa. Yo también tengo algo que mostrarte, mejor dicho, alguien. En fin, mientras tanto intenta no electrocutarte que ya tienes demasiado de eso, tan sólo mirate cómo te quedó el cabello”.

Guardó su celular y sacó a Frank de la tina, que le aseguró que sabía vestirse solo. Luego lo llevó al sillón, donde dormía, y él también se fue a hacerlo. Al día siguiente iría donde su amigo para ver qué tenía para mostrarle ahora.

...

—¿A Mikey le gustaba Tom & Jerry?—preguntó Frank señalando con su mano libre la playera que tenía puesta.

—Era un gran fan de la animación, no se perdía ningún capítulo diario. Y si lo hacía, se ponía a llorar en algún rincón hasta que se le olvidaba—le contó Gerard—. ¿Cómo es que conoces Tom & Jerry? El dibujo es viejísimo, ya ni lo transmiten en la televisión.

Frankie se hundió de hombros, miró al frente, apretó más el agarre a la mano de Gerard y siguió caminando en silencio.

Para el mayor Frank le resultaba aún más llamativo, por alguna extraña razón. Aunque ya lo había dicho, el niño era especial.

Gerard abrió el paraguas ante las gotas de lluvia que estaban comenzando a caer. Pronto aumentaron, se dio cuenta que haber ido caminando a la casa de Ray aún así notando el cielo gris había sido una mala idea.

Cuando llegó hasta el patio delantero de la casa de su amigo, lo encontró bajo la fuerte lluvia igual que su auto que estaba siendo lavado por él, que tenía un piloto amarillo.

—¡Hola, Gerard!—saludó el de cabello gracioso según Frank.

—¡¿Qué haces, pedazo de loco?!—respondió Gerard.

—¡Que loco ni loco! La madre naturaleza me ayuda a lavar mi carro, esta porquería que maltrata a madre Natalia pero sin embargo necesito—informó sonriente—. Bien, ya terminé de enjuaguarlo. Entremos a casa.

Raymond Toro. Uno de los mejores amigos de Gerard. Lo había conocido en lla primaria, sí, muchos años de amistad que implicaron el que Gerard se acostumbrara a la extraña personalidad de Ray.

Muchos decían que estaba loco, y aunque el pelinegro se lo acababa de decir ambos sabían que era de broma, ya que lo que llevó a Gerard ser amigo de Raymond fue su esencia propia.

Ray era un inventor—científico loco, le decían—desde que tenía memoria. Y también un fiel amante y protector de la naturaleza, a la Madre Natalia como siempre le dijo.

—¿Cómo estás, Gee?—le preguntó entrando a su casa con él detrás y se sacó el piloto.

—Con eso puesto parecías una banana—comentó Frank y Ray bajó su vista hasta él.

No le dijo nada, dejó su vista pegada en el más bajo sin poder evitarlo, se atrapó en su propio transe. Frank también le mantenía la vista, sin entender qué le sucedía al de enfrente de él.

—¿Ray? ¿Qué te pasa, amigo?

El nombrado sacudió la cabeza, provocando que su cabello se moviera por todos lados, aún más que su cabeza.

—Nada, lo siento Gerard, ven por aquí está lo que te quiero enseñar.

Los invitados siguieron a Ray hasta su sala, donde un objeto raro parecía ser su nueva creación.

—Les presento... ¡El Carritín! El modelo consiste en un carrito combinado con un monopatín, duh, obviamente. Con esto, los bebés no van a ser los únicos en ir cómodos en el viaje, sino que también le da la posibilidad a los padres de viajar sobre ruedas, haciendo la trayectoria más divertida. ¿Qué tal, eh, Gee?

Lo que mostraba Ray era un carrito obviamente, pero la "creación" estaba en la parte agregada con apariencia de patineta en la parte trasera y el manubrio correspondiente al del monopatín. Gerard quedó mirándola unos segundos más después de que su amigo terminó de hablar.

—Bueno, eh..., es lindo pero...

—¡Es genial! ¡¿Puedo usarla?!—interrumpió un muy emocionado Frankie.

Raymond aceptó también muy animado y corrieron a subirse. El mayor sobre el puesto de la madre y el pequeño Frank donde iba el bebé. Comenzaron a dar vueltas por la sala, hasta que Ray aumentó su velocidad y salieron al patio trasero, Gerard observaba en silencio como andaban y gritaban como niños, bueno, como Ray gritaba como uno; mientras pensaba qué peligroso se veía esa cosa intentando no explotar.

Estaba por pararlos, pero quien lo paró a él fue su celular sonando. Tenía una llamada entrante.

—¿Hola?

Hola, buenas tardes, ¿hablo con Gerard Way?

—Sí, sí. ¿Quién habla?

Es del departamento de policías, le hablamos por...—Ray y Frank volvieron a entrar al interior de la casa, entonces la llamada se cortó. Gerard miró confundido el aparato para confirmar que sí, la llamada había acabado.

—¡Se mojaron todo!—reprochó cual madre.

—¿Cómo se llama este niño y de dónde lo haz sacado?

—Él es Frank, y lo encontré en una tienda.

—¡¿Una tienda?! ¡¿Qué tienda, Gerard Way?! ¿Haz entrado a la deep web?! ¡Te he dicho que no lo hagas, solo te contaba! O a caso... ¡¿A caso robaste al niño?!

—Calla, Raymond—Gerard rodó los ojos—. Estaba perdido, lo ayudo a encontrar su hogar. Es todo, tonto.

—Casi me asustas. Sé que no serías capaz, pero quién sabe. Iré a buscar una toalla para él.

Se fue en busca de la toalla y observó al pequeño que estaba viendo la colección de películas de Ray.

—¿Le puedo preguntar a Raymond si podemos ver Volviendo al futuro?—preguntó él cuando lo miró.

—Está bien, Frankie. ¿Quieres algo caliente para tomar? No quiero que te vayas a enfermar.

—Bueno, Gerard. Qué lindo eres—contestó y el mayor fue a la cocina de Ray a prepararle un té.

El dueño de la casa apareció con dos toallas, una grande y la otra pequeña. Le dio la grande a Frank y con la pequeña se rodeó la cabeza, ya que se había cambiado, y fue donde Gerard.

—¿Y ya estás cerca de saber de dónde es?

—No—dijo con cansancio—. Él no recuerda nada, la policía tampoco hace nada—suspiró, finalmente.

—De todos modos, ése niño es extraño. Es bueno, pero extraño—confesó mirándolo—. No sé, me recuerda a cuando éramos niños. ¿Recuerdas cómo me decían en primaria?

—Te decían de tantas formas, Ray.

—Sí, es cierto. Pero, ¿recuerdas que me decían banana por mi piloto? Él me lo recordó hace un rato, es raro, me recuerda todo aquello. Como si fuese de otra época, como si no perteneciera a este presente...

Gerard lo quedó mirando, la seriedad con la que lo decía le parecía irreal. Entonces, para cuando el de afro volteó a mirarlo, él lo seguía esperando con su cara de ¿verdad me dices?

—Sí, también te decían loco, ya veo por qué.

—Yo solo digo, el niño algo raro tiene.

—Como sea, Ray...—canturreó y fue a llevarle la taza de té a Frank.

Mi nombre es Frank » Frerard [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora