7: El Frankie de la buena suerte

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Al entrar a su casa, Gerard se encontró con una rara escena, la amiga rubia de Mikey estaba sobre otro sujeto de lentes que no había visto. Pete acostado en el sillón y Mikey solo miraba.

—¡Oh, señor Gerard!—exclamó Kristin, levantándose de la espalda de Patrick que se levantó en cuanto pudo.

«¿Al menos tiene más amigos?» se dijo el mayor mentalmente.

—¿Cómo andan?—preguntó Gerard, dejando correr dentro al pequeño Frank.

—¡Kristin!—casi gritó el niño, abrazando la cintura de la rubia, solo llegaba hasta ahí.

Gerard cerró la puerta, dejando el saludo de lado.

—Muy bien, Gerard. Bueno, nosostros ya nos vamos—anunció Kristin.

Mientras que los raros amigos de Mikey se despedían e iban saliendo de su casa—excepto Kristin, que se había quedado hablando con Mikey—, Gerard se fue a su habitación para cambiarse, tenía que irse a trabajar, aunque no tenía ganas.

Frank no tardó en ir detrás de él.

—¿Te vas, Gee?—le dijo, mientras en sus finos labios se formaba un puchero.

Gerard se quitó la camisa que tenía puesta para cambiarla por la de su uniforme, cuando su cabeza salió por el agujero de la otra prenda, miró al niño.

—Sí, debo ir, Frankie.

—Pero...—soltó con desilusión—. Yo no quiero que te vayas.

—¿Ah, no?—preguntó el mayor, sonriendo por la inevitable ternura que Frank le causaba. Gerard era un hombre muy agrio, no sentía ternura ni por los indispensables vídeos de gatos bebés, pero Frank era un caso aparte.

Frank era especial.

—¡No! Hoy quería que te quedes conmigo y que hiciéramos cosas juntos, ¡así es aburrido!

El niño, de forma bruta, unió sus brazos en su pecho y soltó un bufido, mirando a otro sitio en el que no estaba el sujeto que, para su cabecita, lo estaba abandonando. Gerard rió ante su berrinche. 

—Bueno, yo también tengo muchas ganas de quedarme contigo haciendo cosas y muy pocas ganas de ir al trabajo...

—Pues no vayas—le cortó el menor, volviendo a mirarlo.

—Mi jefe me obliga a ir, Frankie, no tengo otra.

—Tonto jefe tuyo—refunfuñó y volvió a su pose de enojo, en lo que Gerard terminaba de cambiarse—¿No era así como sonaba tu celular?—preguntó ante la melodía que sonaba desde algún lugar de la casa.

Gerard se dio cuenta de que Frank tenía razón y salió corriendo en su búsqueda, las llamadas siempre eran importantes para él, ya que podrían significar nuevas propuestas de trabajo en cuanto a su vocación como artista, soñaba con algún día poder abandonar aquél restaurante.

Corrió por aquí y allá, incluso resbaló en la sala, provocando la sonora—y muy poco escuchada—risa de su hermano en lo que le gritaba “¡terremoto!”, de todos modos no le hizo caso, ya que poco después encontró su celular.

—¿Hola?—preguntó exaltado, agradeciendo haber llegado a tiempo a atender.

—Hola, Gerard, soy Greg.

—Oh, hola Greg, no había visto el número. Ya estaba yendo para allá.

—Por eso te llamaba, es que, hoy puedes tomarte el día. El salón no se llenará ni a la mitad, ya sabes, el feriado.

—¿Seg...? Oh, bueno, se lo agradezco.

—A ti, Gerard, disfruta.

Cortó y se dio vuelta, se encontró con Frank comiendo una galleta en lo que miraba con atención el techo. No se le ocurrió nada más que, Frankie, era de la buena suerte.
Entonces después se pudo dedicar al niño como si aquello fuera su obligación, y no se quejaba, extrañamente lo disfrutaba.

Pero sabía bien que Frank no le pertenecía. ¿Realmente le pertenecía a alguien? ¿Y si no lo hiciera, él podría hacerse cargo de él?

Después de entrar en consciencia, se preguntó cómo y qué es lo que lo que lo llevaba a pensar aquello.

Era incorrecto. Pero vería qué haría.

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¡hola! ¿cómo están?

Bueno, quería contarles que inicié otra historia llamada Garganta desierta, ojos vacíos. Es Cashby, idk si les gusta¿?
Si quieren pueden leerla y darle amor como yo, ya que es una historia muy especial para mí ahre

Mi nombre es Frank » Frerard [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora