Capítulo 35

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Maratón final parte 2.



James soltó un palabrón que dejó a Nia boquiabierta por un largo momento.

-¿Puedo decir eso ahora yo?

-Esa palabra solo es para marineros, pequeña –Luke parecía divertido- así que será mejor que la olvides.

-Pero me gusta.

-Silencio todos, si vamos a hacer un rescate, deberá ser ahora –Jamie miró a la niña- y tú tienes que ser nuestro señuelo.




Elena entró en aquella enorme casa acompañada solamente por Amelia quien permanecía cabizbaja tras ella, uno de los soldados la llevó hasta el comedor donde otros dos hablaban en voz baja mientras bebían vino y comían algo, estaban revisando algunos papeles y libros que se amontonaban ahí, ellos no se pusieron de pie, se limitaron a inclinar la cabeza y seguir en lo suyo.

-Gracias por venir a pesar de la hora, señora Lincoln –dijo uno de ellos con evidente sarcasmo- soy el teniente Edwards, ellos son mis compañeros Galwin y Forts, por favor tome asiento.

-Soy una mujer muy ocupada, teniente, así que agradecería que no me hicieran perder mi tiempo.

-Es una mujer soltera que vive con su hermana, no creo que eso consuma mucho tiempo para usted –dijo el hombre que la había escoltado mientras le retiraba la silla- ¿quiere algo de beber?

-Quiero té, azúcar morena en cubos aparte y una jarrita con brandy al lado, galletas de mantequilla para acompañar ella miró sobre el hombro a su acompañante- Espera en el pasillo.

Amelia hizo una inclinación y salió, nadie dijo nada durante el largo tiempo que tardaron en llevar el té tal como lo había pedido la señora Elena, una mujer dejó la bandeja delante de ella y luego se dirigió a los hombres.

-¿Algo más que pueda ayudarles?

-Por favor dígame si esta es la mujer que vino aquí antes de que se encontrara el cuerpo del capitán John.

-Así es, es la señora Elena Lincoln de la casa Lincoln que está a un kilómetro de aquí, cruzando el río.

-¿Río? –Uno de los soldados alzó la cabeza- pensé que era un lago.

-El río desemboca en el lago, señor.

-Entiendo, bien –hizo un ademán con la mano.

-Si me disculpan –dijo y se retiró.

Cuando desaparecía por la puerta de la cocina esta se abrió con un fuerte golpe y una pequeña niña apareció ahí parada cubierta de barro de pies a cabeza, al verlos tomó las faldas de su vestido y alzándolas hasta sus rodillas sucias hizo una reverencia poco agraciada.

-Buenas noches señores caballeros.

-¿Qué hace una niña tan sucia entrando así a este respetable hogar?

-Disculpe, es mi casa –la niña se llevó las manos a las caderas- pero estaba afuera como mis padres me mandan.

-Entonces eres Sthephy –dijo mirándola de arriba abajo- tu madre dijo que estabas en casa de una amiga.

-Eso dice siempre, pero es mentira, papá no me quiere en casa, debo estar todo el día afuera, atrás de la casa donde está el corral de las gallinas, así no molesto a nadie, sino lo hago y vengo aquí el me golpea, bueno, aunque hoy no me golpeó, estaba jugando conmigo y diciéndome que debía entrar a casa.

Esclavo | Jamie y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora