Capítulo 09. El destino del cielo.

586 36 3
                                    

Tsunayoshi recién se había despertado cuando Riho apareció, pero en está ocasión... estaba actuando extraño. Había notado que no se acercaba mucho a él como antes, no le permitía salir primero o hablaba educadamente. Estaba más... silencioso. Suspiró mirando a los lados, Riho se había marchado dejándolo en un comedor completamente solo. Era enorme, el techo de un suave color azul crema era iluminado por pequeñas lámparas plateadas intricadas. Las paredes eran de color dorado con diseños en trazos o líneas de negro y blanco. El piso de un blanco inmaculado... y justo en medio de todo, la enorme mesa de madera reforzada con acero negro, con sillas a juego. Contó un total de ocho asientos iguales, todos recubiertos con cojines de un color borgoña oscuro con bordado plateado y blanco entrelazados. Cada asiento con una separación de medio metro a cada lado, tomando en cuenta la platería expuesta en la mesa.


Un juego total de ella por cada asiento, dos copas, cuatro tipos de cubiertos de dos modelos diferentes, tres cuchillos y una miniatura, dos platos boca abajo sobre un tercero boca arriba, un par de servilletas de tela sobre los platos perfectamente insertadas dentro de un anillo de piedra, un cuenco hondo normal, un pequeño cuenco, un pequeño plato miniatura y un vaso. La platería era de porcelana blanca, los cubiertos de plata pulida y las servilletas blancas con bordado dorado. A lo largo, había diferente tipos de cuencos hondos grandes, alargados y otros altos o bajo. Justo en medio una fuente de tres piso y a su alrededor bandejas ovaladas de plata. Todo era simple, sin diseños, sin color... completamente simple.


No sabía qué hacer, además tenía hambre... estaba agotado por la quema de llama que tuvo anteriormente. Su apetito estaba rugiendo en sus entrañas. Escuchó nuevamente la puerta y Riho entró con un carrito de acero con diferentes tipos de bandejas, platos y jarras... todas humeando, ya sea por calor o por frío... y el olor que desprendía. Su boca se había hecho agua al solo imaginar que contenía cada cosa. Se quedó en silencio mirando como ordenaba la mesa, le vio llegar a uno de los asiento de cabecera de la mesa y destapar cada bandeja. Deliciosa comida expuesta ante él como si fuese el cielo mismo. Para su sorpresa nada fue depositado en los platos de la mesa, con una silenciosa indicación de su parte entendió que quería que se sentará, al hacerlo... fue como si su lugar tomara vida propia y ante sus ojos, aquel juego elegantemente expuesto cambio.


Incluyendo los cubiertos y las servilletas, todo el juego completo de su puesto asignado se iluminó con el color de sus llamas, cambiando el color ligeramente y creando diseños en los bordes de cada objeto, para cuando todo acabó. Su juego era de color blanco con naranja y bordes de un naranja más oscuro, las copas y el vaso eran traslúcidos, el cuenco pequeño era un naranja claro... y los cubiertos, en sus agarres tenían diseñado a un león macho acostado sobre una roca descansando. Su sorpresa era igual o más cuando vio algunas bandejas, cuencos y la misma fuente brillar en su color de llama. La sorpresa era tanta que paso por alto como su desayuno fue servido, para cuando deseo hacer preguntas, Riho se encontraba tomando el carrito y marchándose del lugar.


—Cuando termine, vendré a recoger, por favor aliméntese bien.


—Eh... ¿Riho? —el encapuchado se volvió, por ahora lo iba a tratar como un chico, pues no sabía quién era en realidad y su voz era difícil de identificar. Era monótona y robótica. Casi como si un radio—, ¿Qué pasara conmigo? Dijiste...


—Me marcho.


El castaño hizo una mueca cuando desapareció a través de las puertas, que si no fuera por el acero negro que la enmarcaba podía pasar como una pared. Suspiró tratando de dejar de lado el mal presentimiento que sentía, decidió que era mejor comer y preocuparse más tarde por la extraña actitud de su desconocido ahora dueño, Riho lo ignoraba desde que entró a su habitación a buscarlo. Le había estado preguntado lo mismo varias veces pero no respondía o decía algún comentario hiriente. Incluso llegaba a interrumpirlo o cortar sus frases con pequeños comentarios sobre donde girar, con que tener cuidado... fue completamente exasperante, ¡Y era completamente diferente al Riho de antes!

La Voluntad del Cielo más Poderoso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora