- capítulo 1 -

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Febrero 1987

- Otra vez tarde, ya te dije - comentó mientras me ponía el delantal
- Ya, si no me cacharon, además ya sabes por qué me pasa, no es porque ande webiando por ahí - expliqué algo enojada, crucé miradas por última vez, estábamos solas y el silencio llenaba el lugar, se creó algo de tensión y no era para menos, todos los malditos días me molestaba con ésto y aquello, se creía la jefa del hotel, no le tomé mayor importancia y salí del vestidor.

Caminé hasta el final del pasillo para bajar en el ascensor del personal

- ¡Karen! - llamé al ver  su rostro en el ascensor, me miró saludando, simpática y sonriente, entré y presioné el botón al primer piso - ¿a dónde vai? - pregunté al notar su ropa, no había delantal y llevaba sus bolsas de siempre
- Me llamaron del colegio, el Mateo tiene fiebre - respondió cabizbaja
- ¿Otra vez? - pregunté sorprendida
- sí - dijo apesadumbrada - no sé que voy a hacer con ese niño, ya no me van a dar mucho permiso para salir y no tengo quién me lo vaya a buscar
- ¿y su papá?
- ¿Qué va a hacer ese weón? Más maricón, no me ayuda en nada
- ah - contesté algo desatenta, no sabía que decir en tal situación y ella parecía hablar demasiado, era una realidad distinta, entre trabajadores y los tipejos que venían a pasar una buena estadía, pero no hay nada que hacerle po.

El ascensor llegó al menos uno, era el piso en donde salíamos nosotros, me despedí de ella y le deseé buena suerte en sus asuntos, mientras que yo me dirigí a la recepción.

- ¡oye! - llamó Luis desde su lugar apenas las puertas se abrieron, decía "ven" con sus manos, insistentemente.
- Hola, buenos días, ¿cómo estás?- saludé irónicamente - mejoremos los modales po don Lucho - critiqué en tono de burla
- ay sí sí - comentó desinteresado - perdóname Mara, Es que te quiero pedir un favor, grande del porte de un buque
- ya... ¿qué sería? A ver
- ay es que el viernes vienen mis hijos del sur a verme po - dijo mientras sacaba una foto de sus retoños para que la viera - y no sé si sabí, pero hay una cena acá en el hotel, por lo del festival de Viña
- ya... - dije algo interesada - prosigue
- necesito que me reemplaces, por favor, es a las ocho
- ¿a las ocho? ¿vo estai loco? El toque de queda es a las seis - contesté algo enfadada
- sí sí, sí sé, pero es que no puedo venir yo po, ya sabí
- ya, sí, sus hijos, pero ¿por qué me dice a mi? Hay más antiguas acá
- es que tú eri responsable, eri buena niña, por favor, vai a ganar extra y te van a dejar, a todos, por fa, no podí decir que no, van a estar los del festival, Lucho jara, el alcalde...
- ni me gusta Lucho jara a mi, mi tía se mea por ese tipo
- bueno, bueno, no sé, jovencitos po, estos que les gusta a las cabras ahora, los argentinos
- ya, si no importa quién venga, si voy a venir oh
- ¿ Enserio? Gracias, gracias - me tomaba de las manos mientras saltaba - te la debo Maribel, Me hací acordar sí
- sí sí don Lucho, no me voy a olvidar
- ay qué felicidad, hace mucho que no veo a la Raquelita, debe de estar grande mi niña - el hombre estaba totalmente esperanzado y feliz
- Está bien, solo deme mis llaves - detrás de él se encontraba una pared con llaves enumeradamente ordenadas, me pasó las llaves de siempre, del sexto piso, le di las gracias y el se despidió de mi aún con la cara llena de risas, hubiera deseado que a mi madre le hubiera dado a lo menos un pichintún de felicidad al verme.

Piso seis, siempre la misma lesera, a las diez limpiar, habitación 500, habitación 501, habitación 502, habitación 503, disculpe, Habitación 504, "quiero esto, esto y esto", habitación 505...

- uff, qué desorden

- - -

- Mara, Mara, qué bueno que llegas, mira mira - mi tía estaba sirviendo la once mientras veía sin despegar la televisión. "La tarde del martes, justamente ayer, llegaron los que serían los artistas de la primera noche del festival de Viña del Mar al hotel Sheraton" - Lucho jara, Marita, está en el hotel donde trabajas - dijo totalmente emocionada y al borde de la histeria de tanta fanática, ya veía que se meaba la vieja
- tía, ¿es enserio? Es Lucho jara, que tiene ese tipo
- todo - no había caso, estaba enamorada
- oye, Mari, ¿cómo te fue? - preguntó mi hermana chica, tenía toda la cara manchá con no sé qué
- bien... - contesté mirándola extrañada - ¿qué comiste? Estai entera manchá
- la mamá del Joaquín nos compró helado
- ah, saliste a jugar, qué bueno - comenté mientras le limpiaba los cachetes.
- sí, y ¿viste a Lucho jara? - preguntó, mientras tomaba jugo, la quedé mirando con algo de risas
- No - respondí suspendida - pero pasó algo raro

- - -

- ¿y dónde dijiste que era? - preguntó al instante de acomodarse en el auto
- es en un canal - explicó rápido y algo enojado - ¡dale apurate!
- ya, rescatate - era el último, como siempre, en cerrar las puertas del auto, el último en subirse, sonreía algo ansioso, mirando hacia su holgado abrigo, detenidamente, cuidando que la puerta no se lo tragara, ese típico suceso donde te subes al auto y de apurado, la punta de la chaqueta se te queda afuera, pero, no pasó, pasó algo distinto

- ay no - maldijo y en milésima de segundos detuvo a todos en el auto. A todos, incluyéndose, se les borraron la sonrisa, tratando de saber sin preguntar qué pasó, ¿Qué pasó? - altiro vuelvo
- No, no, no me digás, estamos atrasado pelotudo, ni se te ocurra
- te juro que vuelvo en un pestañeo - alertó a lo lejos, ya había bajado sin aviso y sin más, corrió a lo loco, cruzando puertas de pisos extraños, subiendo escaleras, se cansó, era el sexto piso, qué torpe. Tomó el ascensor y se quedó en la esquina, moviendo la pierna derecha, creyendo que así llegaría más rápido, estúpida costumbre de hombre impaciente. Piso cuatro, piso cinco... Piso seis, piso seis, piso seis, se hacía incansablemente largo, piso seis.

Se abrieron las puertas y solo se escucharon los estruendosos pasos en el corredor, sus bototos tocando el piso de manera fuerte y desesperada, jadeaba del cansancio y ya parecía sudar, no terminaba, no termina.

505

Se escuchó el clic de la puerta antes de que éste intentara tocarla, dejando sus mojadas huellas, su corazón latía fuerte en tal movimiento sorpresivo, se quedó ahí, ahí y ella también

- disculpe - pareció balbucear tímidamente, pero él no dijo nada, se quedó ahí, parado, mirándola como tal niño que ve la nieve por primera vez en una ciudad calurosa, que siempre la recordó calurosa, que nunca se imaginó que pasaría algo diferente, algo que quebrara el pensamiento. Qué locura, la seguía observando, sus trenzas cansadas, su rostro tratando de esconderse, pero por más que lo intentase, no podía, estaba destinada a brillar encandecentemente en los ojos de aquel, que aún estaba ahí. Ella se sentía nerviosa y titubeante, tal mirada penetraba sus sentidos y no supo nada más que hacer que irse, daba pasos lentos pero sin detenerse, tímidos y algo carentes de energía, pero sus miradas se atraían y ella no podía evitar girar para volver a verlo, a aquel que aún seguía al final del pasillo, tontamente parado. Una, cuatro, cinco, siete miradas, hasta que se perdió entre todo, y puedo decir en total seguridad que él también.

Girando En EspiralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora