- Capítulo 12 -

138 11 2
                                    

- ¡Apura weona, que vienen los pacos! - Gritó desesperada mi compañera Elizabeth, me trataba de tironear para que corriera más rápido. 

Estábamos en una marcha feminista, hace una hora había sido pacifica, pero ahora solo podía ver que todo se había salido de control. Los pacos se acercaban cada vez más, yo y mis compañeros de carrera, corrimos hacia la plaza, donde a lo lejos podíamos ver que se encontraba más en calma y que no se atreverían a hacernos algo. Corrí tanto que mi respiración era cada vez más pesada de tanto cansancio, creí que podía descansar ahí, pero a los segundos vimos que los guanacos comenzaron a llegar y cuatro de ellos rodearon la plaza produciendo que la gente corra hacia un lugar sin contaminación. No podía ver nada y tosía sin parar, la Eli me soltó la mano, ya que supongo que ella estaba en las mismas, traté de correr fuera del lugar, pero el humo se hacía cada vez más espeso y creí caer, hasta que sentí que me agarraron por la espalda, el humo bajó un poco y noté que los pacos me llevaban, junto con otras chicas, al retén.

- ¡Suéltenme, pacos culiaos, si no estaba haciendo nada! - Grité tratando de zafarme, pero era inútil, tenían mucha más fuerza que yo

- Cállate pendeja y entra a la weá.


Éramos como siete en la celda, entre hombre y mujeres, todos de la marcha. Habían pasado como dos horas quizás, o más no lo sé, pero el tiempo lo percibía eterno encerrada en ese hoyo del infierno. Mi cabeza me estaba empezando a doler, a lo que un paco se acercó y tuve la oportunidad de hablar.

- No se supone que puedo hacer una llamada o algo pa' que me saquen de acá - El paco se dio la vuelta, con mucha indignación y se acercó con prepotencia 

- Cállate conchetumare, que te vení a creer vo, esto no es na' un hotel, estai acá por delincuente, por andar webiando en la calle - Estaba que le gritaba de vuelta pero se acercó su compañero a calmar la situación 

- Ya weón, si tiene razón - Luego se dirigió a mi - Ya, apúrate, tení para una llamada no más.

Abrieron la reja para que pudiera salir, mientras le disparaba una mirada despectiva al paco culiao, seguí a su compañero hacia el teléfono, eran de estos que le tenías que poner una moneda y así poder llamar, enseguida tantée mis bolsillos para ver si tenía aunque sea diez pesos pero nada, no tenía ni mierda en los bolsillos. El paco estaba detrás mío y al notar mi situación, me ofreció cien pesos y le agradecí sin mirarlo. Lejos de no tener plata, el problema era no saber a quién llamar, hablo de que... obviamente, no iba a llamar a mi tía, una que ella vive en Viña y otra es que ella no tiene por qué saber sobre éste incidente, del cual, me avergüenzo bastante, aunque no haya hecho nada. Luego, estaba mi compañera, pero ella quizás estaba en otra comisaría y si no lo estuviera, no estaba segura y solo tenía para una llamada, me quedé pensando y el paco me llamó la atención para que llamara de una vez.

En ese momento, de no saber qué mierda hacer, volví a buscar en mis bolsillos y mágicamente, como de película, encontré el número que había anotado en un papel, que ahora estaba arrugado. 

----

Subí a su auto con mucha vergüenza, mirando al suelo, se sacó las gafas para voltear a verme y sonrió sin parar de mirarme.

- Quería volverte a ver pero nunca imaginé que en estas circunstancias - comenzó a reír levemente

- Mira, lo siento mucho, tengo mucha vergüenza por esto, pero eres el único al que podía llamar y...

- Esta bien, enserio, no hay problema...

- Haré lo que sea para agradacertelo, enserio, dime que puedo hacer por ti y lo hago, lo juro - Nunca me había visto, ni imaginado en esta situación, yo pidiendo perdón casi de rodillas, totalmente vulnerable, pero es así como se pintaba todo lo sucedido, lo había llamado sin esperanzas de nada, pero con mucho miedo, no sabía si me respondería bien a lo que le pedía, no sabía acerca de nada y no lo sé, me pongo a pensar y quizás, aunque no tenía intenciones de verlo, el destino me decía otra cosa. 

- Pues entonces, te invito a una cita 

- umm... todo, menos eso

- Mara...

- Mira Gustavo, de verdad te agradezco esto y no sabes cuanto, pero no puedo aceptar una cita contigo 

- Una salida... algo no serio ni nada, no pensés que es una cita, Mara, pero por favor, necesito hablar muchas cosas con vos 

- Y yo... también, pero...

- Perfecto, vamos a mi casa 

- ¿Vives en Santiago?

- Osea, donde me estoy quedando - y sin nada más que decir, arrancó el auto y me llevó a tal lugar, no pude decir que no, no quería decir que no, pero he tenido ciertas peleas conmigo misma sobre todo eso de ser madura y seguir adelante, que hablar con este tal Cerati me haría mal, que me daría ilusiones que después no podría resolverlas y no quería pensar eso, no quería sufrir, ya que me es innecesario, ¿a quién mierda le gusta sufrir?

- Entonces si me llevas a tu cómoda y pasajera morada - comenzó a hacer caras extrañas, como preguntándose de qué estaba hablando - vas a tener que decirme todo de todo, ahora 

- Ah, Mara, sé que sos una mujer de esas que lo quieren todo ahora y ya, que lo consigue como sea, lo cual, me derrite, pero ahora me lo debés y no seré yo el que tenga que responder preguntas ésta vez - Quedé algo atónita y él lo sabía, él lo sentía, me tenía ahí, como nunca pensó que me tendría y pues, es cierto, se lo debo - No te preocupés, responderé todo y te contaré lo que quieras saber, sé que sos escurridiza, me costó encontrarte y no paro de creer que quizás esta sea una de las últimas veces que te tenga cerca, tengo que aprovecharla.


Girando En EspiralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora