Capítulo 7: Sinfonía de Reflexiones

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Tras dos semanas de haber salido del hospital, Frank había vuelto a su vida normal. Cada día se sumergía en sus prácticas de piano, perfeccionando su técnica, incluso cuando parecía imposible que pudiera mejorar más. Además de eso, continuaba asistiendo al conservatorio, donde compartía su conocimiento junto al profesor Ezequiel.

Ese día, luego de una sesión de enseñanza en el conservatorio, Frank caminaba despreocupado por las calles de la ciudad, cuando su celular sonó. Intrigado, lo sacó de su bolsillo y vio en la pantalla que se trataba de una llamada de Richard.

Sin detener su paso, respondió la llamada y acercó su celular al oído. Esperando que por una vez en la vida, Richard no lo llamara para pedirle otro favor.

Frank: Richard, ¿Qué pasa?

Richard: ¿Qué me pasa? Han pasado unas tres semanas desde la última vez que viniste a mi cafetería y ni has respondidos a los mensajes que te envié. ¿Estaba tan malo el último café que te serví?

Frank: Lo siento. Necesitaba despejar un poco mi mente y recuperar los días de práctica que perdí.

Richard: ¿Y tardaste tres semanas?

Frank: Sí, pasé las tres semanas encerrado en mi casa practicando sin parar... Bueno, frenaba únicamente para comer e ir al baño.

Richard: Estás loco, ¿lo sabías?

Frank: Es mi trabajo. Perder unos días de práctica es algo que me frustra demasiado.

Richard: Me sigue pareciendo exagerado. En fin, cambiando de tema, ¿Qué pasó con el hospital? ¿No has ido de nuevo?

Frank: No, ¿por qué debería? No estoy enfermo ni nada de eso.

Richard: Tú me dijiste que se lo prometiste a esta chica. ¿Cómo se llamaba? Elizabeth. Sí, creo que ese era su nombre.

Frank: Creo haberlo hecho.

Richard: ¿Qué estas esperando? Hermano, un hombre debe cumplir sus palabras.

Frank: Si... supongo que debería ir. También hay que algo que debo darle.

Richard: ¿Tu amor?

Frank: No, las partituras.

Richard: Siempre tan aburrido. Pero, da igual. No seas estúpido y cumple tu palabra. Oye, dejando eso de lado. Necesito que me hagas un favor. Veras...

Antes de que Richard pudiera decir una palabra, Frank cortó la llamada y detuvo su paso. Después de unos segundos de reflexión, dirigió su vista en la dirección a la que se encontraba el hospital. Llevó su mano a la mochila que colgaba a su costado y de esta sacó unas partituras, las cuales miró unos momentos antes de comenzar a caminar hacia el hospital.

Al llegar, Frank saludó a algunos enfermeros con los que había establecido vínculos durante su estancia previa en el lugar. Las sonrisas amigables le dieron una sensación reconfortante. Después de unos minutos de conversación, Frank retomó su camino, dejando atrás los pasillos del hospital.

Finalmente, llegó al lugar que tanto ansiaba: al área de descanso. Al ver a los niños reunidos frente al piano, se acercó a ellos. En cuanto los pequeños lo vieron, corrieron hacia él, desbordando emoción, abrazándolo todos al mismo tiempo. El cálido abrazo colectivo hizo que Frank se sintiera en casa, rodeado de la más pura manifestación de amor y gratitud. Algo que no sentía desde hace mucho tiempo.


Niño A: ¡Frank! ¿Podrías tocar algo para nosotros?

Niño B: Elizabeth está ocupada ahora y no puede hacerlo.

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